miércoles, 7 de julio de 2021

Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

 2 Links para la bibliografía Unidad 5

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En esta unidad la bibliografía es libre, pueden seleccionar lo que quieran e intervenirlo.

Texto Apoyo  Unidad 5

En esta unidad se hace un repaso de los principales núcleos de estudios sobre diversos espacios sociales de clase con énfasis en el contexto latinoamericano y argentino.

La problemática del género en la estructura de clases.

El texto de G. Gomez Rojas, retoma  el tema de la unidad de análisis y la determinación de clase pero a la luz del papel de la mujer. El criterio de tomar el hogar o la determinación directa por la ocupación del jefe de hogar desconoce los cambios en la estructura de clases ocasionados por la participación económica de la mujer. La autopecepción de clase de mujeres y varones controlando por empleo del cónyuge y por factores adicionales al empleo: consumo, ingresos totales, horas trabajadas, muestra mayor autonomía de la mujer en su percepción de clase que la esperada por Goldthorpe en su metodología clásica de atribución automática al jefe de hogar. Además la posición de la mujer también incide en la autopercepción del hombre. El peso de las condiciones materiales en la identidad de clase está tamizado por el género.

Las problemáticas contemporáneas de la clase obrera

Kabat y  Egan discuten el valor de conceptos como masa marginal, exclusión, informalidad urbana, economía informal, precariado, historia global del trabajo, nueva esclavitud, etc. Insisten con la unicidad de la clase obrera de acuerdo a los criterios del marxismo para analizar la explotación de la fuerza de trabajo y sus diferenciaciones internas. El análisis de clases sigue pivotando sobre las contradicciones de Capital y Trabajo frente a las nociones laclausianas de pueblo y movimiento y frente a la inclinación a captar la heterogeneidad a través de  nociones como “sectores populares” o “marginalidad”, “exclusión”, “precariado”, etc.
Con más flexibilidad Veronica Maceira aborda de manera amplia la literatura sobre los procesos de diferenciación interna de la clase obrera: marginalidad, exclusión, precarización, informalidad, aristocratización, segmentación del mercado de trabajo, infraclases, desocupación permanente, sobrecalificación, etc. muestran el complejo panorama de la “subalternidad” o del ancho mundo de la opresión y la explotación con lógicas disimiles a las de los asalariados en términos de aspiraciones o demandas. Los sectores populares vulnerables demandan simultáneamente “por debajo y por arriba” de los trabajadores “integrados”: van de los alimentos o la subsistencia y la infraestructura urbana elemental a la politización inmediata de las demandas y la interpelación al estado y los poderes públicos.
Es particularmente importante el análisis empírico que ofrece de  las formas de conciencia: las diferencias entre ocupados y desocupados en términos de percepción del antagonismo social y las inclinaciones solidarias entre unos y otros, las diferencias generacionales, las preferencias por la acción colectiva, la percepción individual o social de la imputación causal de la situación de desventaja o injusticia, etc. También son muy interesantes la exploración de las identidades peronistas y sus transformaciones, el “peronismo de los humildes”, el peronismo “de derechos”, el debilitamiento de la identidad del peronismo sindical entre los jóvenes ocupados de familias peronistas. 
La investigación de P. Varela sobre el conflicto fabril de FATE en zona Norte, y la discusión sobre una nueva generación de activismo sindical, su relación con el territorio y la formación de nuevas formas de conciencia condensadas en la noción de “dignidad” obrera en un contexto como el del gobierno posneoliberal del kirchnerismo. La figura del militante sindical de planta que lucha “por los propios derechos”, y la idea de ciudadanía fabril, la relación del locus de la fábrica con la política y el territorio son puntos muy importantes a tener en cuenta en cualquier análisis actualizado de la “condición obrera”.

La marginalidad y la exclusión.

Svampa señala la persistencia de la problemática de la marginalidad como central en los debates latinoamericanos: funge como el corazón de la subalternidad urbano popular, y la cara más visible de la modernización perversa y trunca. Se enfatiza bien la dualidad en el tratamiento del tema: el carácter de nuevas formas de reciprocidad y solidaridad comunal con posibilidades de generar ingresos e intercambio alternativos al mercado (economía social, popular, alternativa de base comunal) o bien el carácter residual, de hiperexplotación, de informalidad urbana, y la llamada “nueva cuestión social” en el capitalismo globalizado: acumulación flexible, posfordismo y terciarización temprana y ajuste neoliberal. Todo muy teñido por la problemática francesa de la exclusión (Castels, Rosanvallon): vulnerabilización, desasalarización, desafiliación, zonas de integración, de desafiliación sin densidad relacional y zonas de vulnerabilidad con o sin soportes laborales y sociales. La tesis del polo marginal en la Argentina que retoma los trabajos de Aníbal Quijano en los estudios del Observatorio de la Deuda Social Argentina que ve una consolidación de dos o mas generaciones sin oportunidades de movilidad a pesar de las políticas redistributivas del kirchnerismo.

El carácter protagonista activo del sector “marginal” en A. Latina contrasta con los análisis en Francia. Fuerte territorialización de la organización y capacidad de acción colectiva desde los años 80 incluso con reclamos por  tierra urbana e infraestructura. En los 90 vienen los piquetes y la autorganización de proyectos comunitarios. La extensión de las transferencias condicionadas y planes sociales con el 19% de la población latinoamericana, muestran una dependencia del Estado altísima. Así los análisis tienden a verlos como “Laboratorios o fábricas de economías alternativas y sociabilidad solidaria” o “pobreza estructural y subalternidad cautiva del Estado”.
Maneiro aborda el tema de la identidad y la experiencia de clase de los grupos de desocupados en barrios de clases populares en el marco de los años 90 de crisis social y neoliberalismo. La persistencia de la nominación “trabajadores” que los reinscribe en la memoria de clase y el peronismo, y sus posicionamientos en términos de ciudadanía y justicia que enarbola la “dignidad” como aptos para contribuir a la vida social. Sin embargo, también está activa la identidad de “Piqueteros” en la medida que se atribuyen ser capaces de desafío y de imprimir su protagonismo además de politizar su accionar en la arena pública.

La estructura de clases en los últimos años de posneoliberalismo.

Svampa describe la sociedad excluyente instaurada en los años 90 y la desregulación y financierización: la privatización de la vida cotidiana, la ostentosa vida pública de las elites que dejan su invisibilidad de lado, la reproducción de ámbitos de socialización escindidos, las urbanizaciones privadas y los colegios exclusivos para formar clases dirigentes, el estilo kitsch, el apoyo al peronismo menemista, la americanización de la cultura empresarial, la extranjerización, etc. También es un dato importante la polarización interna de clases medias entre ganadores y perdedores. La pérdida de homogeneidad de las clases medias es un dato muy importante a tener en cuenta que las debilita como actor cultural y político.  
Benza muestra las tendencias de la estructura social de la década ganada: expansión de posiciones intermedias de profesionales, técnicos y administrativos y sobre todo de trabajadores manuales calificados, a expensas en parte de las clases superiores y de las populares no calificadas o marginales. La caída de planes sociales merced a la expansión del empleo formal, el acercamiento de segmentos más altos de clases populares a clases medias, y la mejora en los ingresos y consumo, así como en la módica mejora en los indicadores de equidad o de distancia interclases, son los rasgos que deja la década posneoliberal. Se reduce la movilidad espuria (es decir ascenso ocupacional sin correlato de mejoras en ingresos y condiciones de vida) que había caracterizado la década de los noventa con ascenso ocupacional pero deterioro de nivel de consumo e ingresos para segmentos populares y de clases medias. No obstante, otro rasgo de la década posneoliberal es que se amplía las distancias dentro de las clases populares: mejoran más los trabajadores formales calificados que el resto de las clases populares. El papel del poder reivindicativo sindical y de la negociación paritaria salarial es clave en este punto.

La cuestión indígena-indiana a la luz del análisis de clases.

Las revueltas indígena campesinas en las primeras 3 decadas del S. XX que asolaron Mexico, Chile, Colombia y centroamerica sumados a la influencia del marxismo indigenista social de Mariátegui en Perú  y de Tristán Marof en Bolivia (ambos estimulados por el interés de Marx por la comuna rural rusa), posicionaron la cuestión del Indio como central en el pensamiento social latinoamericano. El primer reflejo fue desplazar el problema hacia la cuestión de la tierra y el gamonalismo o el latifundio y también a la cuestión de la necesidad de los estados independientes de operar una modernización en un marco de integración e identidad nacional. El peruano Manuel G. Prada señala tempranamente la opresión no de raza sino de expropiación y explotación. Mariategui apunta al socialismo desde un vanguardismo indígena que toma de base la comunidad agraria indígena para darle una dimensión mítica al proyecto socialista. La “asombrosa persistencia comunista” de estas comunidades  y su capacidad de resistencia al capitalismo es motivo de atracción teórica ya que provee una solución al problema de la clase obrera reducida y el atraso productivo con coexistencia feudal y comunitaria. La “Campesinización” como solución de integración nacional y modernización al mismo tiempo se ve nítida en la experiencia de la reforma agraria en Perú de  V. Alvarado y el relativo fracaso de su intento de cooperativas bajo dirección estatal. La instauración del “dia del campesino” muestra el intento de recrear una identidad agraria-andina campesina que se ve como una revalorización frente a la devaluada identidad indígena ancestral. En Argentina se observa lo nacional popular  del peronismo y sus ambigüedades: integración socioeconómica y ciudadana pero rechazo a la identidad y las marcas culturales disonantes de la modernidad. Históricamente en la argentina lo mestizo se contrapone  a lo europeo y lo indígena queda como exterioridad total o “periferia de periferia”. La Evita indígena del escultor Vitullo ocultada en París es el ejemplo de las ambivalencias del peronismo.

El extraordinario sociólogo marxista boliviano Zavaleta Mercado plantea con sencillez y maestría la necesaria articulación entre la lucha de clases y la cuestión nacional. La nación, la lucha por la nación, está atravesada por la cuestión de las clases “nacionales” enfrentadas a las clases oligárquicas extranjerizantes. El campesinado, el proletariado minero y las capas medias e intelectuales tienen sus propias contradicciones pero no pueden defender sus intereses sin enfrentar al imperio encarnado en mineros y latifundistas y tomando a su cargo la tarea de unificar un estado nación moderno. El papel central del proletariado minero,  las fragmentaciones de campesinos y las confusiones y oscilaciones de las capas medias en este proceso son  una forma de describir la dinámica de las “clases nacionales”.

Diaz Polanco descarta que el problema nacional pudiera ser interpretado como un asunto transitorio y, en tal sentido, secundario para el análisis de clases. Describe tres posiciones teóricas erradas al respecto: “sustitucionista” de la etnia por la clase basada en la falta de significado hitórico y económico de la raza ante procesos como la expansión del capitalismo; “purista” de etnicidad separada de la cuestión material de las clases; “evolucionista” de paso de la etnia y la servidumbre a la clase y el proletariado urbano y rural.
Propone en cambio diferenciar “etnicidad” (dimensión universal a todos los grupos humanos) de los grupos étnicos: la etnicidad es un nivel del análisis de constitución histórica de clase insoslayable aquí y en Europa o EEUU. Aclara que las identidades étnicas mismas también están sometidas a la dinámica de las luchas clasistas y la evolución histórica, ya que no son primordiales o sustancias inmutables.

Quizás la gran contribución de este autor es que la base de la pretensión de crear un estado nacional propio es la comunidad de la etnicidad que contiene las contradicciones clasistas. La nación puede articularse a partir de la etnicidad, la lengua y la cultura compartida. Es la base de unificación para la autodeterminación en una nación que contiene los antagonismos de clase en pos de un espacio común de expansión de los intereses particulares de las mismas. La “regionalización” supone que las etnias en su movimiento crean su propio espacio de acción desbordando fronteras prestablecidas.
Quijano y la colonialidad del poder  es un texto clásico. El régimen del control de trabajo en nuestra A. Latina está racializado en la colonia. El indio se lo ve como indigno de salario y por ello se le concede la responsabilidad de su propia reproducción lo que le permite cierta persistencia comunitaria y autonomía. No hubo feudalismo sino explotación sin paga en la encomienda y a través de los impuestos.

Las burguesías dependientes.

Svampa retoma los debates sobre el capitalismo colonial y la dependencia, el desarrollo asociado, la burguesía nacional o las burguesías locales. El análisis de los estudios latinoamericanos muestran que capitalismo no era sinónimo de modernización: la servidumbre y la esclavitud no tenían nada de feudales y todo de capitalistas: la acumulación en torno a la producción de  exportables baratos y en torno a los mercados internos que se le asociaban necesariamente, no liberaba la fuerza de trabajo sino al contrario. Así se generalizan los diagnósticos de un raquitismo de capitalismo moderno como realidad inacabada y perpetua promesa. Se observan la ausencia de unidad orgánica de clases dominantes: siempre termina en la imposición del sector de enclave bajo control imperial. “Capitulacionismo” burgués y “lumpenburguesía”  solo capaz de un “lumpendesarrollo” se multiplican en los textos. El desarrollo “asociado” junto con la necesidad de control del aparato estatal y los diversos “estilos de desarrollo” muestran que sin embargo la burguesía local está lejos de ser un mero apéndice de los intereses multinacionales.


Texto de apoyo Unidad 4. El análisis clasista de la acción colectiva: la experiencia antagónica

Elija entre los textos de Gomez, Modonessi, Touraine, Di Marco, Galafassi. No hay texto obligatorio. Cada uno interviene el texto que quiere. Y tiene que agregar al menos un comentario en algún otro texto. 

Link a los textos 

Texto de Apoyo Unidad 4- Debates y problemas del análisis clasista de la acción colectiva

Uno de los aspectos más frecuentados en el análisis sociológico es el de las dimensiones clasistas de la política y la movilización colectiva. Para la sociología clásica del siglo XX, política y poder eran fenómenos clasistas por excelencia. Partidos políticos y sindicatos tenían sus propias bases sociales socioeconómicamente identificables que expresaban intereses, ideas y prácticas homogéneas.  Fenómenos posteriores como el llamado “desclasamiento del voto y de las preferencias ciudadanas” y la pérdida de identidades basadas en el trabajo y la producción plasmadas en partidos políticos y sindicatos fueron limando el carácter clasista de la política y la lucha por el poder en sentido amplio. 

Al estudiar a los posestructuralistas o a Laclau, la política se convierte en un fenómeno discursivo que no necesariamente responde a un patrón de posicionamiento de intereses materiales y condiciones materiales de vida. Otros teóricos inspirados en el marxismo han innovado en variantes conceptuales para retener la centralidad del abordaje clasista. Es el caso de E. Olin Wright en el texto “Clase y política” (1995: 239-259) en donde se plantea la incidencia de clase en tres niveles del análisis político: situacionales, institucionales y sistémicos.

La clase y la lucha de clases moldean la política pero a través de diversos niveles de ejercicio de los poderes clasistas. En el nivel más inmediato o “situacional” el detentar el control o disposición de ciertos bienes estratégicos permite ejercer directamente un mando sobre otros. La burguesía puede coercionar, presionar o simplemente “comprar” o “persuadir” funcionarios, legisladores, etc.

En un nivel más mediato y complejo, el poder que se ejerce es “institucional”: no es tanto el mando y lo que se quiere imponer como el control de lo que son opciones válidas o legítimas. Es el poder de controlar la agenda de decisiones y de descartar opciones alternativas. 

Finalmente hay un poder de base o largo plazo que se denomina “sistémico”, y alude a un sesgo que tiene la forma de organización y distribución de recursos de poder que permite ahorrar esfuerzo en controlar agendas y dar órdenes. Sería el poder incorporado a las reglas; es el poder de fijar  la naturaleza del juego  de manera favorable.

Los capitalistas tienen enormes recursos financieros y contactos, influencia directa en funcionarios, medios, etc. y una desproporcionada capacidad de conducción política. Pero en este punto sus intervenciones son siempre ajenas al interés del conjunto de la burguesía y se suelen contrarrestar recíprocamente. Los funcionarios y elencos políticos disponen de amplios recursos y de la miopía y apatía de la burguesía fragmentada.

La dimensión institucional del estado capitalista muestra el poder “negativo” de las clases dominantes: garantizar lo que no debe suceder. El estado no puede interferir con la acumulación privada sin afectar sus fuentes de financiamiento. El voto individual con representatividad  por territorio  (y no por función) licua el poder de las clases subalternas impidiendo focalizarse en aspectos estratégicos, lo que permite que dichos aspectos sean excluidos de la agenda pública.  

El efecto de poder sistémico reposa en la dependencia de intereses del resto de las clases de la acumulación de capital. En la medida que los intereses del conjunto se articulan a la acumulación, mayor es el sesgo hacia reglas que favorezcan dicha acumulación.

El breve texto de Harvey sobre el significado del poder clasista en el neoliberalismo muestra algunas de estas cuestiones en la historia más reciente del capitalismo. Hay cambios en la composición de las clases dominantes, la financiarización y el control de los mecanismos monetarios, cambiarios y bursátiles se convierten en estratégicos y subordinan al tradicional gobierno de los medios de producción y la inversión productiva. Las mismas empresas productivas se financierizan y extraen su ganancia no tanto de la explotación del trabajo como de las oportunidades de valorización rentística y especulativa, que requieren también fuerte intervención y control sobre la regulación estatal de mercados y sectores de actividad. 

Asimismo se cambia la relación entre accionistas y managers o altos ejecutivos y las estrategias de acumulación por medios financieros configura una nueva gran burguesía con fuerte inclinación a la intervención política. Los fenómenos de concentración personal de la riqueza y la diversificación financiera de la misma hacer que las viejas distinciones entre fracciones productivas, comerciales y bancarias se vayan haciendo anacrónicas. Los nuevos magnates aúnan estrategias financieras, monopolización de servicios (especialmente de comunicación) o bienes de alta tecnología y fuerte influencia estatal…¡¡¡sobre múltiples estados!!!

El capitalismo financiero global está fuertemente politizado: el control de los procesos decisionales es también un recurso estratégico de la acumulación, ya que define oportunidades de rentas, de transferencia de costos, de acaparamiento de bienes naturales, etc. Cualquiera puede darse cuenta que las políticas de “valorización financiera” dependen de decisiones monetarias y cambiarias estatales y no de “tendencias” de los mercados.

Otro de los núcleos en debate de la teoría contemporánea de las clases es la relación con los procesos y fenómenos de movilización social. A partir de fines de los ’60 el surgimiento de nuevos actores del conflicto social en el capitalismo avanzado (feminismo, pacifismo, ecologismo, contracultura juvenil) derivó en una progresiva pérdida de valor explicativa para la lucha de clases. Teóricos como A. Touraine van a caracterizar a las sociedades de un lado al otro de la cortina de hierro como sociedades posindustriales en donde no se trata tanto de controlar el proceso de producción material y la explotación de la fuerza laboral, como de gobernar las dimensiones subjetivas de la existencia humana. Los bienes estratégicos son aquellos que permiten el control de la apropiación del “sentido histórico”, de la historicidad y por tanto son los principales moldeadores de los “estilos de vida”, de las “sensibilidades” culturales, y de las “necesidades” humanas. Así el control de los deseos, el conocimiento, la información y las aspiraciones de individuos y colectivos pasa a ser el objeto fundamental de la lucha social. Para este tipo de luchas Touraine considera que la categoría de “movimiento social” es la más adecuada porque opera a nivel de la historicidad y no a nivel de la distribución material como es la de clase social. En el capitalismo avanzado la disputa no está entre proletarios y burgueses sino entre una tecnocracia corporativa público privada y los movimientos sociales que disputan el sentido de vivir en sociedad.

Ha habido todo tipo de lecturas sobre el tema: aquellos que ven clase y movimiento social como conceptos incompatibles (ver el texto de Galafassi, por caso); aquellos que intentan una complementariedad (ver el texto de Gomez). Algunos que tienden a reducir los movimientos sociales contemporáneos a explicaciones dentro del clivaje Capital/Trabajo (“la explotación de la mujer”, “del negro”, “la renta medioambiental”, etc.) otros que sostienen criterios multimodales y ven la racialización o el patriarcado como fuerzas que dominan el capitalismo.

En el texto de Gomez (2014) se pueden ver los sesgos clasistas en los fenómenos de organización, acción e identificación colectiva. Cada grupo social tiene su propia forma de organizar y plantear la lucha y esa forma no puede separarse fácilmente de las condiciones materiales de vida. 

En el texto de Di Marco sobre el pueblo feminista también se observa que las luchas contra la exclusión social protagonizadas por las mujeres piqueteras y el acoplamiento de demandas como la legalización del aborto a las de inclusión económica en los primeros años de este siglo, significaron un cambio y un impulso decisivos en la conformación del movimiento feminista. Clase y género no pueden separarse fácilmente en los procesos de movilización colectiva.


miércoles, 16 de junio de 2021

Hola a tod@s: Pueden acceder a la Revista “Nuevo Mundo, Mundos Nuevos”. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.68394 En el apartado reseñas y ensayos historiográficos, encontrarán un trabajo de mi autoría. Se trata de una reseña del libro “El regreso de las clases. Clase, acción colectiva y movimientos sociales”, de Marcelo Gómez. Dicho material les será útil para la cursada. Saludos a tod@s. Lic. Vanesa Da Silva

viernes, 4 de junio de 2021

Texto de Apoyo Unidad 3 El declive del concepto de clase.

TEXTO DE APOYO 

 

Unidad 3 –  Los enfoques posclasistas y sus pretensiones de obsolescencia del análisis de clase: antagonismo sin clases

 

Cuestionamientos al concepto de clase en las ciencias sociales contemporáneas. Las sociedades del capitalismo global del conocimiento y los servicios ¿siguen siendo clasistas? ¿Las relaciones sociales y el antagonismo se ordenan por otros patrones no clasistas? El pos class analysis y las tendencias posestructuralistas. Las fuentes alternativas de diferenciación social: etnicidad, género y estilos de vida. Los planteos posmarxistas sobre las clases: Laclau. La cuestión crucial del antagonismo social. Antagonismo y subalternidad. La clase como identidad contingente. El populismo y la lucha de clases.

 

Textos a leer e intervenir:

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La impugnación posclasista o las muertes de la clase

 

En esta Unidad vamos a repasar los principales argumentos en contra de la vigencia o validez de la categoría clase social.

En el texto mío se hace un repaso abreviado de 3 causas de muerte:

                 a) Epistemológica, en tanto que los conceptos colectivos son maneras de hablar que no aluden a entidades reales, lo que reduce el lenguaje de clase a agregados estadísticos útiles pero que excluye la posibilidad de asignarle acciones o identidades.

 

                 b) Ideológica, en la crítica de raíz  anarquista la clase aparece como la prisión conceptual del proceso de transformación social en solidaridad con los conceptos de Partido y Estado. Sería un concepto de pretensión totalitaria y mesiánica.

 

                 c) Sociohistórica: un cúmulo grande de procesos históricos desde fines del siglo XIX que van desmintiendo los pronósticos y las explicaciones en términos de clases: aparición de las clases medias, despolarización de la estructura social, proliferación del sector gerencial y técnico-profesional, alteración de la propiedad privada al convertirse en flujos accionarios por los cuales hasta los mismos trabajadores tienen acceso a la propiedad de los medios de producción.

 

La literatura habla de 4 grandes tendencias al desclasamiento en el capitalismo avanzado contemporáneo:

 

                 - el desclasamiento del voto y de las preferencias políticas e ideológicas ciudadanas;

                 - el cambio en la estructura económica a favor de los servicios y la información en vez de la industria y el trabajo manual (posindustrialismo);

                  - el cambio en la organización del trabajo con mayor implicación de los trabajadores y reducción de la carga manual y aumento de la mental (posfordismo); y

                 - el progresivo incremento del valor cultural e identitario del consumo y la educación como fuentes de identidad individual y colectiva lo que deja a la clase como débil estructurador de la conciencia (posmodernismo).

 

Crompton señala las dificultades de la sociología académica para alcanzar conceptos precisos y diferenciar clase de estructura ocupacional. El empleo se flexibiliza, las personas rotan permanentemente y tienen pluriempleo, las ocupaciones se redefinen por la aceleración tecnológica, avanzan los servicios a expensas del trabajo manual, etc. Además la estructura ocupacional lábil no explica por sí porqué la ocupación de lugares sigue patrones de género, raza, nacionalidad, edad, etc.

Aparecen fenómenos como el trabajo no manual degradado y rutinario descualificado y la “movilidad aparente o espuria” (mejor ocupación, pero iguales o peores condiciones de paga, protecciones y carga laboral).

 

El papel de la mujer es también un problema teórico y metodológico: su incremento espectacular en la composición de la fuerza de trabajo obliga a redefinir al hogar como unidad de análisis de clase, la pertenencia de clase no está tan nítidamente en la cabeza de familia, sino que es una construcción más compleja. Aparecen nociones borrosas como “clase conyugal” y problemas para asignar clases en hogares con doble inserción ocupacional contradictoria.

 

Por otra parte dentro mismo del marxismo aparecen corrientes posmarxistas/posestructuralistas que renuncian a la “objetividad” de los intereses y pasan a considerar que las identidades e intereses se constituyen en el “discurso”. El concepto de clase queda carente de fundamento “estructural” y avanzan nociones como pueblo y movimientos sociales que enarbolan nuevas formaciones discursivas en torno a demandas “no clasistas” ambientales, identitarias, de género, estilos de vida, etc. Lo mismo hacen los movimientos conservadores de nueva derecha: familia, valores religiosos, tradiciones nacionales, etc.

 

La estructura social se llena de posiciones ejercidas por empleados asalariados que cumplen funciones de control y dirección del resto de la fuerza de trabajo, son explotados al tiempo que auxilian a la explotación.  La llamada “clase de servicios” es leída como conservadora por algunos y como impulsora del capitalismo “desorganizado” por otros.

 

Se hace patente un déficit en la teoría de la acción de clase: la secuencia ESTRUCTURA-FORMACION SOCIODEMOGRAFICA – CONCIENCIA – ACCION O LUCHA, está viciada por la evidente influencia de factores como el consumo, los estilos de vida, el estatus, los procesos de segregación urbana de bases étnicas, las creencias culturales y religiosas, las distintas tradiciones o experiencias organizativas y de lucha colectiva, etc.

 

Se perfila una estructura de clases mucho más compleja que la dicotómica o la gradacional simple: una elite de poder concentrado que acapara los bienes estratégicos, una clase media profesional experta que gestiona y administra, una clase media rutinaria y descualificada crecientemente feminizada, una clase obrera heterogeneizada  que mezcla trabajo manual y no manual, precarizada y geográficamente dispersa, y una “infraclase” dependiente de asistencia pública y privada de derechos y bienestar mínimos.

 

Los textos de Furbank y de Pakulski son importantes porque exponen posiciones radicales de rechazo a la utilidad de la categoría clase como instrumento de análisis científico riguroso. Furbank opta por un enfoque cultural de los usos sociales del nombre "clases" como medio de diferenciación social en la cotidianidad de la vida histórica y le resta toda posibilidad a su conversión en categoría sociológica que pueda develar la “objetividad” de las relaciones sociales. La clase es una manera de hablar intencionada que produce el placer de la diferenciación de los otros.

 

Pakulski parte del análisis de la complejidad multifactorial de los procesos de diferenciación social del capitalismo contemporáneo y de la extrema inestabilidad dinámica de los mismos para concluir que una categoría estática como clase no puede ayudarnos. 

 

En mi libro y en la ponencia sobre las miserias del marxismo y el weberismo van a encontrar un argumento de inconsistencia lógica interna del concepto de clase tal como aparece en el paradigma fundacional. Por un lado, la ambiguedad de origen que no logra romper claramente con el concepto de estamento. Marx todavía es tributario de atribuirle a la clase un caracter cerrado de estamento.

Por otro lado, la sociología académica toma 3 axiomas del concepto de clase que se contradicen entre sí: el caracter formalmente abierto de las clases, los mecanismos de coerción impersonal que asignan posiciones a los agentes, y el papel explicativo central del cambio social e histórico.

1) Golpea los ojos la evidente incongruencia de "grupo formalmente abierto pero fácticamente cerrado".

2) Si las clases son colectivos producidos por efectos distributivos "forzados objetivamente", no podrían constituir colectivos efectivamente abiertos y si se mantiene que son colectivos abiertos, no tendría sentido explicarlos por distribuciones forzadas por criterios objetivos.

3) Si las clases son colectivos potencialmente privilegiados para explicar el cambio, entonces en algún punto inciden sobre las fuerzas objetivas como determinantes y así estas fuerzas dejan de ser "objetivamente” determinantes, ya que estarían expuestas a lo determinado. Si las clases son elementos históricos activos, no pueden ser objeto de explicaciones basadas en objetividades

y si son explicadas por fuerzas objetivas no pueden ser elementos históricos activos. 

4) La gran aporía del concepto "autofundamentado". Las diferencias "clasistas" son fundamentales para la explicación del cambio y el orden social. Si la vida social depende de ellas estamos ante un brutal pleonasmo, ya que lo que explica está incluido en lo explicado. La denotación de cambio u orden social en sentido estricto tiene por parte principal justamente la estructura de clases: ¿qué otra cosa distinta o más importante designa orden social que las diferencias que atraviesan la vida colectiva? 

Un mero examen de consistencia lógica entre los axiomas de las sugestivas y contradictorias herencias weberiano-marxianas, arroja que son nítidamente redundantes, paralógicas, autoexplicativas. 

 

Texto de apoyo sobre Dahrendorf

 La autoridad como determinante de la clase: Ralf Dahrendorf

Por Daniel Contartese

 

Versión recomendada con gráficos en Word

 

Ralf Dahrendorf es un autor poco estudiado en nuestro país, por eso es importante realizar una pequeña introducción sobre su pensamiento para poder entender su posición con respecto a la teoría de las clases. Señala que cualquier sociedad está sujeta a procesos de cambio permanentemente. A diferencia de los teóricos funcionalistas que afirman que todo elemento de la sociedad contribuye a su estabilidad, desde la teoría del conflicto, de la que Dahrendorf es un exponente, se identifica que existen muchos elementos de la sociedad que contribuyen a la desintegración y el cambio. Asimismo señala que la sociedad tiene dos caras: el conflicto y el consenso y, por lo tanto, la sociología debe dividirse en dos vertientes, la teoría del conflicto y la teoría del consenso. La sociedad no podría existir sin conflicto y consenso, que son prerrequisito uno para otro, no podría existir conflicto sin un consenso previo.

Dahrendorf se centró en las grandes estructuras sociales, en ese sentido señalaba que existían dos grandes teorías sobre ellas:

1.       la teoría de la integración, donde las estructuras comprenden una unidad, un sistema funcionalmente integrado, mantenido en una situación de equilibrio mediante la institucionalización de determinados procesos, y que en tal sentido, representa una situación de orden.

2.       la teoría de la dominación, que alude que una unidad estructural es una asociación de dominación que se mantiene unida por medio de la coacción y que contiene en sí misma el germen de su superación, por ello es algo inestable, en mutación permanente.

Teoría de la integración

Sistema funcionalmente integrado

Situación de equilibrio institucionalizado

Situación de orden

Ordenación jerárquica de las funciones

Teoría de la dominación

Asociación de dominación

Coacción inestable

Mutación permanente

Conflicto de clase

 

Existen en la sociedad fenómenos que solo pueden ser explicados mediante la teoría de la integración, como los procesos de ordenación jerárquica de las funciones. En cambio, existen otros fenómenos que solo se pueden explicar desde la teoría de la dominación como el conflicto de clases. Cualquiera que sea el aspecto desde el que se consideren las estructuras sociales, deberá incluirse en el análisis tanto la esfera fáctica o institucional como la esfera del comportamiento.

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Dominación e integración son conceptos que se corresponden y muestran dos lados de una relación asimétrica. La misma estructura social que desde el punto de vista de la teoría de la integración aparece como un sistema funcional sin fricciones, es para la teoría de la dominación un conglomerado explosivo, mantenido coherentemente mediante la coacción. Ninguna de ambas teorías es falsa sino que a cada una le corresponde una serie de fenómenos.

Desde el punto de una teoría del conflicto social tiene más sentido definir las funciones o puestos sociales por medio de determinadas líneas de intereses que superan la integración de una estructura existente y que pueden tener consecuencias disruptivas. La teoría de la integración, en cambio no puede admitir la existencia sistemática de conflictos modificativos de las estructuras.

La teoría de las clases parte del supuesto de que en toda sociedad concebida como asociación de dominación existen dos conjuntos de posiciones, donde uno tiene el poder legítimo, es decir, que esperan del resto una actitud de obediencia. Dentro de la estructura, constituyen estas posiciones, los elementos de coacción y control. En los procesos de cambio social es función de esas posiciones mantener la vigencia de lo existente, es decir, conservar el status quo. La aceptación de las normas puede forzarse por medio de sanciones, cuyo monopolio corresponde a los cargos de autoridad.

Este es un concepto importante para Dahrendorf ya que las diversas posiciones que existen en la sociedad tienen diferentes grados de autoridad. Esta no reside en los individuos, sino en las posiciones que ocupan. Por ello, para el análisis del conflicto es necesario identificar los diversos roles de autoridad en el seno de una sociedad. La autoridad siempre entraña dominación y subordinación. De los que ocupan posiciones de autoridad se espera un control sobre los subordinados, es decir, dominan en virtud de que eso es lo que se espera de ellos por el resto del grupo, no debido a sus propias características psicológicas. La autoridad no es una constante, ya que ésta reside en las posiciones que se ocupan y no en las personas. Por ello, una persona que ocupa un lugar de autoridad en un lugar, no necesariamente va a ocupar una posición similar en otra. De la misma manera, una persona subordinada en un lugar, puede ocupar una posición de autoridad en otra. Esta idea se deriva del argumento de que la sociedad se compone de varias unidades que denomina asociaciones imperativamente coordinadas, o sea asociaciones de personas controladas por una jerarquía de posiciones de autoridad.

La autoridad dentro de cada asociación es dicotómica, conformando dos grupos de conflicto: los que desempeñan posiciones de autoridad y los que ocupan posiciones subordinadas. Cada uno defiende posiciones que son contradictorias. Por ello, el conflicto de intereses dentro de cualquier asociación está latente en todo momento, lo que significa que la legitimidad de la autoridad es siempre precaria. Sin embargo, este conflicto no necesita ser consciente para que se dé la acción de los dominadores o de los subordinados. Los intereses de dominadores y subordinados son objetivos en el sentido de que se reflejan en los roles ligados a las posiciones. Los individuos no necesitan internalizar estas expectativas ni tener conciencia de ellas para actuar de manera coherente. Los individuos se ajustan o adaptan a sus roles cuando contribuyen al conflicto entre dominadores y subordinados. Estas expectativas inconscientes de rol las denomina intereses latentes. En cambio, los intereses manifiestos son intereses latentes que se convierten en conscientes.

Luego distingue tres tipos generales de grupos: los cuasi-grupos, los grupos de interés y los grupos de conflicto. Los primeros corresponden a los “agregados de titulares de posiciones que tienen los mismos intereses de rol”. La característica formal constitutiva de los cuasi-grupos consiste en la existencia de ciertos intereses latentes comunes, pero estos son solo una construcción teórica por lo tanto, son solo fenómenos de ordenamiento. Estos constituyen campos de reclutamiento para los grupos de interés, quienes tienen una estructura, un programa u objetivo. Son siempre grupos secundarios, sus componentes siempre están en contacto a través de su pertenencia común, por medio de la vía indirecta de los representantes elegidos o designados por ellos mismos. Los grupos de interés son siempre más reducidos que los cuasi-grupos, la relación de unos y otros puede equipararse a la que existe entre los miembros de un partido político y aquellos que votan a su favor. De entre los muchos grupos de interés se pueden distinguir a los grupos de conflicto, que son aquellos que se ven involucrados en un conflicto grupal.

La teoría de las clases sociales nada afirma sobre el contenido empírico de determinados grupos de interés, sino que se refiere a su función en determinados conflictos sociales como unidades de intereses manifiestos que pueden ser explicados a través del supuesto de los intereses latentes y de los cuasi-grupos que estos intereses originan. De toda asociación de dominación pueden diferenciarse dos cuasi-grupos unidos por intereses latentes de clase comunes. La orientación de estos intereses aparece determinada, en cada caso, por la participación en el poder. De los cuasi-grupos se reclutan los grupos de interés cuyos programas articulados defienden o impugnan la legitimidad de la estructura de dominación existente. Dos de estos grupos aparecen en conflicto en toda asociación de dominación.

Se necesitan algunas condiciones para conformar un grupo de interés:

·         Un estatuto fundacional y normas para conformarlo. Mientras que los intereses latentes solo implican directrices hipotéticas de actuación, los manifiestos constituyen programas articulados, muchas veces escritos o posibles de serlo.

·         Personal: Se precisa la presencia de determinadas personas que consideren la organización como cosa suya, que la establezcan prácticamente y que la dirijan.

·         Instrumental de carácter material.

·         Actividades regulares

·         Condiciones técnicas de organización. La ideología como articulación y codificación de intereses manifiestos constituye una condición técnica, aunque ésta no originan las clases pero las ayudan a nacer.

·         Una función objetiva.

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La constitución de los grupos de interés organizados solo es posible empíricamente cuando el reclutamiento procedente de los cuasi-grupos no es casual, sino que obedece a una ley estructural.

En las estructuras existe un dinamismo que depende de la autotransformación, es decir que es endógeno. Entre los elementos internos que influyen para la superación y transformación de la estructura se encuentran las clases sociales. Uno de los elementos endógenos es la separación y el control o institucionalización del antagonismo de clase en las sociedades industriales desarrolladas.  Dahrendorf critica a Marx señalando que el desarrollo de las fuerzas productivas no sería el único elemento endógeno que podría afectar a la estructura, ya que hay otros elementos no clasistas como la modernización, la lucha racial o religiosa, etcétera. El conflicto de clases es solamente una forma particular del conflicto social.

Admite la existencia como mínimo de dos clases y entre ellas siempre existe un conflicto. Ya que toda teoría de las clases constituye una teoría del cambio de las estructuras determinado por los conflictos sociales. Pero no es necesario un cambio de carácter revolucionario para generar un cambio en la estructura. Según él esto está demostrado a partir del fenómeno de la institucionalización del antagonismo, donde las clases oprimidas pueden lograr cambios estructurales por la vía de la negociación. Tal función cumplieron los sindicatos durante el fordismo.

Dos cuestiones deben quedar claras con respecto a la cuestión de clase: por un lado, los que hablan de clase sin admitir la existencia de un antagonismo entre ellas, aplica incorrectamente la categoría de clase. Por otro lado, clase social y conflicto de clase constituyen categorías inseparablemente entrelazadas. Pero el tipo y la intensidad del conflicto solo pueden determinarse mediante el estudio de las investigaciones empíricas.

Otra de las críticas que Dahrendorf le realiza a Marx es sobre la afirmación de que la causa determinante de las clases sociales es la propiedad privada de los medios de producción. Esto pierde valor analítico en cuanto se separa la propiedad legal y el control real de los medios de producción. Por ello debe sustituirse la posesión o carencia de propiedad privada por la participación o exclusión en puestos de dominación como criterio determinante de la constitución de las clases. Por lo tanto, las estructuras de autoridad o dominación constituyen la causa determinante de la conformación de las clases y de los conflictos de clase. En definitiva, la propiedad es solamente una forma de dominación, no la única. Marx señalaba que la autoridad y el poder eran factores que podían derivarse de la participación en la propiedad privada. Según Dahrendorf no es así, poder y autoridad son factores irreductibles, de los cuales se derivan las situaciones sociales. Allí donde existe propiedad existe dominación, pero no toda dominación implica forzosamente propiedad.

La definición de clase de Dahrendorf es “agrupaciones sociales en conflicto, cuya causa determinante se halla en la participación y exclusión del dominio dentro de cualquier asociación de dominación”. Por lo tanto, el elemento decisivo para su definición está basado en el concepto, complejo y plurivalente de autoridad.

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La diferencia específica entre poder y dominación se encuentra en la existencia o carencia de una base de legitimidad de control sobre otros. El poder, es un dominio ilegítimode facto; la autoridad en cambio, es un poder legítimo basado en normas sociales institucionalizadas.

A diferencia de otros aspectos de la desigualdad social, las relaciones de dominación dan siempre origen a una dicotomía y no a una continuidad de posiciones. De esta dicotomía en las posiciones de autoridad se deriva el modelo de las dos clases como fundamento típico del conflicto de clases. Pero esta definición analítica es más compleja debido a: la descomposición de las esferas de autoridad pueden aproximar tanto a las dos clases que se produzca entre ambas una zona indefinida; la existencia de competencia entre distintas clases dominantes; asociaciones de autoridad que compitan entre sí, provocando interferencias de autoridad o exclusión de ésta. Por lo tanto, mientras analíticamente toda asociación de dominación da motivo a una dualidad, en los hechos puede presentarse como una guerra de múltiples frentes en la que una serie de grupos luchan entre sí.

Asimismo se presentan una serie de problemas entre las funciones sociales y su personal:

1.       La causa determinante de las clases no es el individuo, sino las relaciones sociales en las que él y los demás se hallan.

2.       El problema del comportamiento: es necesario diferenciar entre la causa determinante de las clases sociales y su carácter empírico. En relación a esto es necesario tener en cuenta:

a.       Las motivaciones e intereses de clase.

b.      Bajo qué condiciones esas motivaciones se transforman en motivos conscientes aceptados.

c.       La cultura de clase, es decir, mediante qué elementos comunes aparecen caracterizadas las clases sociales.

3.       Problema de la permanencia en una clase y de cuan permanente debe ser para que la clase exista y actúe como tal.

4.       El conflicto de clase, en definitiva tiene su base en la distribución social de la autoridad o mando en las asociaciones de dominación. Las clases tienen su fundamento en las diferencias de capacidad legítima de poder inherentes a determinados puestos o posiciones considerados desde el punto de vista de su contenido de autoridad. Es decir, un individuo se convierte en miembro de una clase al asumir su cometido social relevante desde el punto de vista de la autoridad.

Todo individuo es miembro, al menos de una clase porque ocupa una posición dentro de una asociación de dominación, por lo tanto, la pertenencia a una clase se deriva de la titularidad de determinadas funciones sociales.

Varias críticas se le realizan a la teoría de Dahrendorf: Por un lado, se señala que es una traducción inadecuada de la teoría marxista a la sociología. Por otro lado, tiene más elementos en común con el funcionalismo estructural que con la teoría marxista, por ello tiene las mismas deficiencias que presenta el funcionalismo estructural.

Asimismo carece de una clara definición del conflicto que delimite lo que en verdad es conflicto y lo que no lo es. También presenta un alto grado de vaguedad porque no se especifica en ella el nivel de análisis en el que opera. Es decir, quiénes están en conflicto, si los individuos, los grupos, las organizaciones, las clases, etcétera.

Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

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