viernes, 31 de julio de 2020

Material de apoyo. Díaz Polanco: Etnia, clase y cuestión nacional.

Material de apoyo Unidad V-Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Díaz Polanco: Etnia, clase y cuestión nacional.

 

Una de las cuestiones centrales para el análisis de las sociedades latinoamericanas es la relación entre etnia y clase. Justamente en México es uno de los países latinoamericanos donde esta cuestión se hace más evidente. México es el país latinoamericano con mayor población, según datos del Banco Mundial para 2019 alcanzaban a 27,5 millones de personas representando al 20% de la población total del país. Asimismo este país ha pasado por un proceso revolucionario con una fuerte participación popular en 1910.

El Estado nacional mexicano tras la revolución de 1910 fue adquiriendo una matriz indigenista, lo que llevó a incorporar a los pueblos indios como parte de su historia, primeros habitantes y fundadores de la nación. Pero a pesar de esta valoración y de haber participado en la revolución, los pueblos originarios quedaron marginados de las estructuras gubernamentales. Se tenía una visión sobre ellos como sujetos de asistencia pública hasta que superaran su “estado de atraso”. De esta manera, se los anulaba como sujetos capaces de emprender su propio camino. Aunque este no fue el único trato recibido, ya que el tipo de democracia establecida por el partido político mexicano más duradero en el poder, el Partido Revolucionario Institucional, implicó un continuo proceso de integración y exclusión de todos los disidentes del régimen en general. Por ello, la integración de las distintas etnias se produjo bajo la particularidad de los cacicazgos, continuando el modelo colonial de integración-resitencia.

Por ello, Díaz Polanco señala que históricamente se pensaba que como consecuencia de desarrollo, de las unificaciones nacionales, las diferencias étnicas y nacionales tenderían gradualmente a desaparecer produciéndose una mayor homogeneización. Desde el punto de vista conservador se señalaba que los pueblos que mostraban rasgos diferentes y particulares se encontraban en fases atrasadas y que estas diferencias iban a ir desapareciendo gracias al progreso. En cambio, desde el marxismo se pensaba que las particularidades de las minorías nacionales regionales o étnicas serían absorbidas por los grandes conjuntos nacionales que se constituían en Estados, haciéndolas también desaparecer. De la misma manera los propios contrastes nacionales tendían a desaparecer con el desarrollo del capitalismo y que la toma del poder por el proletariado enfatizaría esta situación aún más.

Pero, la historia ha demostrado la falencia de estas teorías, muchos de estos pueblos considerados prácticamente como ruinas han mostrado una vitalidad imprevista, incluso de carácter revolucionario. Esto puede verse tanto en la rebelión zapatista que ha conformado una organización política autónoma del Estado de México, en una región de tamaño similar a Bélgica. Como en las rebeliones de principios de siglo XXI en Bolivia (primera y segunda guerra del agua, guerra del gas) que de alguna manera fue el antecedente para que por primera vez en la historia latinoamericana un indígena llegara a presidente.

Claramente la cuestión étnica es fundamental, aunque nos encontramos von cuatro enfoques fundamentales:

1.       Aquel que no reconoce lo étnico como un fenómeno relevante desde el punto de vista social o político. Propone el análisis y la acción basados exclusivamente desde la perspectiva de las clases sociales. El resultado es una sustitución de la etnia por la clase.

2.       Es una inversión del anterior. Se sostiene que el fenómeno étnico no solo es irreductible a la problemática clasista, sino que además el análisis de clase es irrelevante para el entendimiento del primero. Tal punto de vista se sustenta en la tesis que el fenómeno étnico es independiente de la estructura de clases de la sociedad. Es decir, lo étnico es una esfera específica y particular de la sociedad que no es impactada por la dinámica estructural, además de que lo étnico es anterior a la aparición de las clases.

3.       Se postula que se tratan de fenómenos distintos, pero que si se atraviesan procesos adecuados unos tienen que transformarse en el otro: lo étnico debe evolucionar hacia lo clasista; y lo clasista prefigura aquello en lo que debería convertirse lo étnico. Este enfoque corresponde a la visión burguesa que observa al fenómeno étnico como una fase en el curso del desarrollo capitalista que será finalmente superada. En una versión más elaborada de la misma tesitura a este proceso se le llamará “integración”, pasando estos grupos de esta manera a formar parte de la “nación”. Lo básico de la integración radicará en que los indígenas se convertirán en proletarios, es decir, venderán su fuerza de trabajo por un salario.

4.       Se comienza postulando que etnia y clase “no son del mismo orden”, por tratarse de uno se debe esperar, como plantea el indigenismo que de la condición étnica se pasará directamente a la clase, pues sencillamente lo étnico no es una etapa provisoria. Se desea enfatizar de esta manera las especificidades de lo étnico, apoyándose en una postura antirreduccionista. Pero esta postura al mantener los dos órdenes separados termina por desvincular el fenómeno étnico de la estructura socioeconómica en la que se inserta y se hace independiente de la conformación clasista de la sociedad. Otra vez nos volvemos a encontrar con la bipolaridad  sin solución para la problemática básica, la cuestión de su relación histórico-cultural.

Por esto es necesario definir la especificidad del fenómeno étnico. Y en este sentido lo étnico no es más que las muy variables formas en que se articulan y estructuran concretamente los elementos de orden sociocultural. Por ello, de acuerdo a esta definición no se debe atribuir la cualidad étnica exclusivamente a ciertos grupos o conjuntos sociales. Todo grupo social constituido posee su etnicidad propia. O dicho de otra manera, la etnicidad debe ser considerada como una dimensión de las clases, o como un nivel de las mismas. Toda clase o grupo social posee una dimensión étnica propia.

Los distintos componentes o dimensiones que configuran la naturaleza de las clases sociales permiten desarrollar formas de identidad y solidaridad en diferentes escalas. Estas formas de identidad social son muy variables, pueden desarrollarse a partir de componentes étnicos. En el momento que esto sucede y sus condiciones de ocurrencia dependen de factores históricos concretos estamos justamente ante una etnia o un grupo étnico. Este se caracteriza por ser un grupo social que ha desarrollado una fuerte solidaridad o identidad social a partir de los componentes étnicos. En base a esa identidad puede definirse como tal y además establecer la diferencia o el contraste respecto a otros grupos.

La étnica es el grupo social que ha desarrollado formas de identidad enfatizando los componentes étnicos. Por ello, lo étnico no es un elemento extraño al clasista y los grupos étnicos no pierden por ser tales su carácter y raíz de clase.

Señala Díaz Polanco que es justamente porque la etnicidad no es realmente ajena a las clases y porque los grupos étnicos no dejan de vincularse en la estructura de la sociedad que el adecuado conocimiento histórico del fenómeno étnico en las sociedades complejas debe adoptar como punto de partida analítico la composición clasista de la formación concreta de que se trate.

Si comprendemos a la etnicidad como una dimensión de las clases, es posible determinar que podría haber diferentes formas étnicas particulares dentro de una misma clase social. Y estas dimensiones étnicas pueden ser útiles para la caracterización de ciertos subconjuntos clasistas. Este parece ser el caso de los grupos indígenas en América Latina, que conforman grupos étnicos particulares, aunque sean parte de la clase social que podríamos denominar campesinado.

También es posible que la misma configuración étnica sirva de cúpula a varias clases sociales articuladas, una estructura clasista en una formación social concreta. Estaríamos en presencia entonces de una nacionalidad, por lo tanto, la etnicidad puede ser el sustento tanto de las etnias como de las nacionalidades; pero es importante distinguirlas, pues se trata de entidades distintas. La nacionalidad constituye una formación clasista que desarrolla una identidad propia sobre la base de componentes étnicos y que tiende a definir un proyecto de autodeterminación, precisamente porque se encuentra integrada en un espacio estatal que no acepta como propio, su tendencia en cuanto movimiento nacional es crear un Estado-Nación distinto. Por ello aparece una entidad oprimida lo que fortalece la solidaridad nacional y favorece a los movimientos orientados a realizar el proyecto de autodeterminación. Se puede tomar como ejemplo de esto el Movimiento Katarista en Bolivia que lideraba Felipe Quispe, éste movimiento recuperaba las luchas de Tupac Katari y Zárate Willka, pero no como constitucionalistas, ni reformadores del Estado colonial, sino como luchadores que planteaban que la única manera de conseguir la liberación indígena es reconstituyendo la sociedad de antes de la colonia. Esta posición diagnosticaba la existencia de dos bolivias: una criolla-mestiza, que es precisamente la nación dominante, la que expresa la cultura legítima de las elites; otra indígena mayoritaria, despojada de poder, despojada de los recursos y sometida a la exclusión. Esta posición se conoce como “autodeterminista”, porque plantea el derecho a la plena autodeterminación de las naciones indígenas.

Para finalizar con Díaz Polanco, es importante recordar los prejuicios de los que debemos desembarazarnos a la hora de analizar las luchas de los grupos étnicos:

·         Exigir a los grupos oprimidos que adopten el proyecto proletario como requisito previo para recibir el apoyo revolucionario, terminan por alejarlo de éste.

·         La viabilidad de los movimientos dependerá del grado de la misma lucha que realicen los pueblos.

·         Las cuestiones étnicas y nacionales no pueden ser aplazadas hasta la consecución del socialismo. Debe realizarse de inmediato con el apoyo del movimiento revolucionario.


miércoles, 29 de julio de 2020

Texto de Apoyo y TP Unidad 5 (colgar antes del 15/8)

2 Links para la bibliografía Unidad 5
 https://drive.google.com/drive/folders/1fFl4eZkp5OLyNMZZslu7sR1PMLY8p66z?usp=sharing

https://drive.google.com/drive/folders/1sBIpThIAltM5lhpdjjOVKTt_4LpQPGFQ?usp=sharing

En esta unidad la bibliografía es libre, pueden seleccionar lo que quieran. 

Texto Apoyo  Unidad 5

En esta unidad se hace un repaso de los principales núcleos de estudios sobre diversos espacios sociales de clase con énfasis en el contexto latinoamericano y argentino.

La problemática del género en la estructura de clases.

El texto de G. Gomez Rojas, retoma  el tema de la unidad de análisis y la determinación de clase pero a la luz del papel de la mujer. El criterio de tomar el hogar o la determinación directa por la ocupación del jefe de hogar desconoce los cambios en la estructura de clases ocasionados por la participación económica de la mujer. La autopecepción de clase de mujeres y varones controlando por empleo del cónyugue y por factores adicionales al empleo: consumo, ingresos totales, horas trabajadas, muestra mayor autonomía de la mujer en su percepción de clase que la esperada por Goldthorpe en su metodología clásica de atribución automática al jefe de hogar. Además la posición de la mujer también incide en la autopercepción del hombre. El peso de las condiciones materiales en la identidad de clase está tamizado por el género.

Las problemáticas contemporáneas de la clase obrera

Kabat y  Egan discuten el valor de conceptos como masa marginal, exclusión, informalidad urbana, economía informal, precariado, historia global del trabajo, nueva esclavitud, etc. Insisten con la unicidad de la clase obrera de acuerdo a los criterios del marxismo para analizar la explotación de la fuerza de trabajo y sus diferenciaciones internas. El análisis de clases sigue pivotando sobre las contradicciones de Capital y Trabajo frente a las nociones laclausianas de pueblo y movimiento y frente a la inclinación a captar la heterogeneidad a través de  nociones como “sectores populares” o “marginalidad”, “exclusión”, “precariado”, etc.
Con más flexibilidad Veronica Maceira aborda de manera amplia la literatura sobre los procesos de diferenciación interna de la clase obrera: marginalidad, exclusión, precarización, informalidad, aristocratización, segmentación del mercado de trabajo, infraclases, desocupación permanente, sobrecalificación, etc. muestran el complejo panorama de la “subalternidad” o del ancho mundo de la opresión y la explotación con lógicas disimiles a las de los asalariados en términos de aspiraciones o demandas. Los sectores populares vulnerables demandan simultáneamente “por debajo y por arriba” de los trabajadores “integrados”: van de los alimentos o la subsistencia y la infraestructura urbana elemental a la politización inmediata de las demandas y la interpelación al estado y los poderes públicos.
Es particularmente importante el análisis empírico que ofrece de  las formas de conciencia: las diferencias entre ocupados y desocupados en términos de percepción del antagonismo social y las inclinaciones solidarias entre unos y otros, las diferencias generacionales, las preferencias por la acción colectiva, la percepción individual o social de la imputación causal de la situación de desventaja o injusticia, etc. También son muy interesantes la exploración de las identidades peronistas y sus transformaciones, el “peronismo de los humildes”, el peronismo “de derechos”, el debilitamiento de la identidad del peronismo sindical entre los jóvenes ocupados de familias peronistas. 
La investigación de P. Varela sobre el conflicto fabril de FATE en zona Norte, y la discusión sobre una nueva generación de activismo sindical, su relación con el territorio y la formación de nuevas formas de conciencia condensadas en la noción de “dignidad” obrera en un contexto como el del gobierno posneoliberal del kirchnerismo. La figura del militante sindical de planta que lucha “por los propios derechos”, y la idea de ciudadanía fabril, la relación del locus de la fábrica con la política y el territorio son puntos muy importantes a tener en cuenta en cualquier análisis actualizado de la “condición obrera”.

La marginalidad y la exclusión.

Svampa señala la persistencia de la problemática de la marginalidad como central en los debates latinoamericanos: funge como el corazón de la subalternidad urbano popular, y la cara más visible de la modernización perversa y trunca. Se enfatiza bien la dualidad en el tratamiento del tema: el carácter de nuevas formas de reciprocidad y solidaridad comunal con posibilidades de generar ingresos e intercambio alternativos al mercado (economía social, popular, alternativa de base comunal) o bien el carácter residual, de hiperexplotación, de informalidad urbana, y la llamada “nueva cuestión social” en el capitalismo globalizado: acumulación flexible, posfordismo y terciarización temprana y ajuste neoliberal. Todo muy teñido por la problemática francesa de la exclusión (Castels, Rosanvallon): vulnerabilización, desasalarización, desafiliación, zonas de integración, de desafiliación sin densidad relacional y zonas de vulnerabilidad con o sin soportes laborales y sociales. La tesis del polo marginal en la Argentina que retoma los trabajos de Aníbal Quijano en los estudios del Observatorio de la Deuda Social Argentina que ve una consolidación de dos o mas generaciones sin oportunidades de movilidad a pesar de las políticas redistributivas del kirchnerismo.

El carácter protagonista activo del sector “marginal” en A. Latina contrasta con los análisis en Francia. Fuerte territorialización de la organización y capacidad de acción colectiva desde los años 80 incluso con reclamos por  tierra urbana e infraestructura. En los 90 vienen los piquetes y la autorganización de proyectos comunitarios. La extensión de las transferencias condicionadas y planes sociales con el 19% de la población latinoamericana, muestran una dependencia del Estado altísima. Así los análisis tienden a verlos como “Laboratorios o fábricas de economías alternativas y sociabilidad solidaria” o “pobreza estructural y subalternidad cautiva del Estado”.
Maneiro aborda el tema de la identidad y la experiencia de clase de los grupos de desocupados en barrios de clases populares en el marco de los años 90 de crisis social y neoliberalismo. La persistencia de la nominación “trabajadores” que los reinscribe en la memoria de clase y el peronismo, y sus posicionamientos en términos de ciudadanía y justicia que enarbola la “dignidad” como aptos para contribuir a la vida social. Sin embargo, también está activa la identidad de “Piqueteros” en la medida que se atribuyen ser capaces de desafío y de imprimir su protagonismo además de politizar su accionar en la arena pública.

La estructura de clases en los últimos años de posneoliberalismo.

Svampa describe la sociedad excluyente instaurada en los años 90 y la desregulación y financierización: la privatización de la vida cotidiana, la ostentosa vida pública de las elites que dejan su invisibilidad de lado, la reproducción de ámbitos de socialización escindidos, las urbanizaciones privadas y los colegios exclusivos para formar clases dirigentes, el estilo kitsch, el apoyo al peronismo menemista, la americanización de la cultura empresarial, la extranjerización, etc. También es un dato importante la polarización interna de clases medias entre ganadores y perdedores. La pérdida de homogeneidad de las clases medias es un dato muy importante a tener en cuenta que las debilita como actor cultural y político.  
Benza muestra las tendencias de la estructura social de la década ganada: expansión de posiciones intermedias de profesionales, técnicos y administrativos y sobre todo de trabajadores manuales calificados, a expensas en parte de las clases superiores y de las populares no calificadas o marginales. La caída de planes sociales merced a la expansión del empleo formal, el acercamiento de segmentos más altos de clases populares a clases medias, y la mejora en los ingresos y consumo, así como en la módica mejora en los indicadores de equidad o de distancia interclases, son los rasgos que deja la década posneoliberal. Se reduce la movilidad espuria (es decir ascenso ocupacional sin correlato de mejoras en ingresos y condiciones de vida) que había caracterizado la década de los noventa con ascenso ocupacional pero deterioro de nivel de consumo e ingresos para segmentos populares y de clases medias. No obstante, otro rasgo de la década posneoliberal es que se amplía las distancias dentro de las clases populares: mejoran más los trabajadores formales calificados que el resto de las clases populares. El papel del poder reivindicativo sindical y de la negociación paritaria salarial es clave en este punto.

La cuestión indígena-indiana a la luz del análisis de clases.

Las revueltas indígena campesinas en las primeras 3 decadas del S. XX que asolaron Mexico, Chile, Colombia y centroamerica sumados a la influencia del marxismo indigenista social de Mariátegui en Perú  y de Tristán Marof en Bolivia (ambos estimulados por el interés de Marx por la comuna rural rusa), posicionaron la cuestión del Indio como central en el pensamiento social latinoamericano. El primer reflejo fue desplazar el problema hacia la cuestión de la tierra y el gamonalismo o el latifundio y también a la cuestión de la necesidad de los estados independientes de operar una modernización en un marco de integración e identidad nacional. El peruano Manuel G. Prada señala tempranamente la opresión no de raza sino de expropiación y explotación. Mariategui apunta al socialismo desde un vanguardismo indígena que toma de base la comunidad agraria indígena para darle una dimensión mítica al proyecto socialista. La “asombrosa persistencia comunista” de estas comunidades  y su capacidad de resistencia al capitalismo es motivo de atracción teórica ya que provee una solución al problema de la clase obrera reducida y el atraso productivo con coexistencia feudal y comunitaria. La “Campesinización” como solución de integración nacional y modernización al mismo tiempo se ve nítida en la experiencia de la reforma agraria en Perú de  V. Alvarado y el relativo fracaso de su intento de cooperativas bajo dirección estatal. La instauración del “dia del campesino” muestra el intento de recrear una identidad agraria-andina campesina que se ve como una revalorización frente a la devaluada identidad indígena ancestral. En Argentina se observa lo nacional popular  del peronismo y sus ambigüedades: integración socioeconómica y ciudadana pero rechazo a la identidad y las marcas culturales disonantes de la modernidad. Históricamente en la argentina lo mestizo se contrapone  a lo europeo y lo indígena queda como exterioridad total o “periferia de periferia”. La Evita indígena del escultor Vitullo ocultada en París es el ejemplo de las ambivalencias del peronismo.

El extraordinario sociólogo marxista boliviano Zavaleta Mercado plantea con sencillez y maestría la necesaria articulación entre la lucha de clases y la cuestión nacional. La nación, la lucha por la nación, está atravesada por la cuestión de las clases “nacionales” enfrentadas a las clases oligárquicas extranjerizantes. El campesinado, el proletariado minero y las capas medias e intelectuales tienen sus propias contradicciones pero no pueden defender sus intereses sin enfrentar al imperio encarnado en mineros y latifundistas y tomando a su cargo la tarea de unificar un estado nación moderno. El papel central del proletariado minero,  las fragmentaciones de campesinos y las confusiones y oscilaciones de las capas medias en este proceso son  una forma de describir la dinámica de las “clases nacionales”.

Diaz Polanco descarta que el problema nacional pudiera ser interpretado como un asunto transitorio y, en tal sentido, secundario para el análisis de clases. Describe tres posiciones teóricas erradas al respecto: “sustitucionista” de la etnia por la clase basada en la falta de significado hitórico y económico de la raza ante procesos como la expansión del capitalismo; “purista” de etnicidad separada de la cuestión material de las clases; “evolucionista” de paso de la etnia y la servidumbre a la clase y el proletariado urbano y rural.
Propone en cambio diferenciar “etnicidad” (dimensión universal a todos los grupos humanos) de los grupos étnicos: la etnicidad es un nivel del análisis de constitución histórica de clase insoslayable aquí y en Europa o EEUU. Aclara que las identidades étnicas mismas también están sometidas a la dinámica de las luchas clasistas y la evolución histórica, ya que no son primordiales o sustancias inmutables.

Quizás la gran contribución de este autor es que la base de la pretensión de crear un estado nacional propio es la comunidad de la etnicidad que contiene las contradicciones clasistas. La nación puede articularse a partir de la etnicidad, la lengua y la cultura compartida. Es la base de unificación para la autodeterminación en una nación que contiene los antagonismos de clase en pos de un espacio común de expansión de los intereses particulares de las mismas. La “regionalización” supone que las etnias en su movimiento crean su propio espacio de acción desbordando fronteras prestablecidas.
Quijano y la colonialidad del poder  es un texto clásico. El régimen del control de trabajo en nuestra A. Latina está racializado en la colonia. El indio se lo ve como indigno de salario y por ello se le concede la responsabilidad de su propia reproducción lo que le permite cierta persistencia comunitaria y autonomía. No hubo feudalismo sino explotación sin paga en la encomienda y a través de los impuestos.

Las burguesías dependientes.

Svampa retoma los debates sobre el capitalismo colonial y la dependencia, el desarrollo asociado, la burguesía nacional o las burguesías locales. El análisis de los estudios latinoamericanos muestran que capitalismo no era sinónimo de modernización: la servidumbre y la esclavitud no tenían nada de feudales y todo de capitalistas: la acumulación en torno a la producción de  exportables baratos y en torno a los mercados internos que se le asociaban necesariamente, no liberaba la fuerza de trabajo sino al contrario. Así se generalizan los diagnósticos de un raquitismo de capitalismo moderno como realidad inacabada y perpetua promesa. Se observan la ausencia de unidad orgánica de clases dominantes: siempre termina en la imposición del sector de enclave bajo control imperial. “Capitulacionismo” burgués y “lumpenburguesía”  solo capaz de un “lumpendesarrollo” se multiplican en los textos. El desarrollo “asociado” junto con la necesidad de control del aparato estatal y los diversos “estilos de desarrollo” muestran que sin embargo la burguesía local está lejos de ser un mero apéndice de los intereses multinacionales.

TRABAJO PRÁCTICO

1) De acuerdo a su tema de trabajo seleccione al menos una cuestión de corte extraclasista (género, etnicidad, edad) e intente enriquecer el análisis.

2) Intente introducir la cuestión de la heterogeneidad y la fragmentación de las clases populares o medias en su tema.   

Texto de Apoyo Unidad y TP Unidad 4 (colgar antes del 8/8)

Link a los textos obligatorios: https://drive.google.com/drive/folders/1iPljj6t2q1VtQPOKIMmTKeb6A3h6Za0N?usp=sharing

Texto de Apoyo Unidad 4- Debates y problemas del análisis clasista de la acción colectiva

Uno de los aspectos más frecuentados en el análisis sociológico es el de las dimensiones clasistas de la política y la movilización colectiva. Para la sociología clásica del siglo XX, política y poder eran fenómenos clasistas por excelencia. Partidos políticos y sindicatos tenían sus propias bases sociales socioeconómicamente identificables que expresaban intereses, ideas y prácticas homogéneas.  Fenómenos posteriores como el llamado “desclasamiento del voto y de las preferencias ciudadanas” y la pérdida de identidades basadas en el trabajo y la producción plasmadas en partidos políticos y sindicatos fueron limando el carácter clasista de la política y la lucha por el poder en sentido amplio. 

Como vimos al estudiar a los posestructuralistas o a Laclau, la política se convierte en un fenómeno discursivo que no necesariamente responde a un patrón de posicionamiento de intereses materiales y condiciones materiales de vida. Otros teóricos inspirados en el marxismo han innovado en variantes conceptuales para retener la centralidad del abordaje clasista. Es el caso de E. Olin Wright en el texto “Clase y política” (1995: 239-259) en donde se plantea la incidencia de clase en tres niveles del análisis político: situacionales, institucionales y sistémicos.

La clase y la lucha de clases moldean la política pero a través de diversos niveles de ejercicio de los poderes clasistas. En el nivel más inmediato o “situacional” el detentar el control o disposición de ciertos bienes estratégicos permite ejercer directamente un mando sobre otros. La burguesía puede coercionar, presionar o simplemente “comprar” o “persuadir” funcionarios, legisladores, etc.

En un nivel más mediato y complejo, el poder que se ejerce es “institucional”: no es tanto el mando y lo que se quiere imponer como el control de lo que son opciones válidas o legítimas. Es el poder de controlar la agenda de decisiones y de descartar opciones alternativas. 

Finalmente hay un poder de base o largo plazo que se denomina “sistémico”, y alude a un sesgo que tiene la forma de organización y distribución de recursos de poder que permite ahorrar esfuerzo en controlar agendas y dar órdenes. Sería el poder incorporado a las reglas; es el poder de fijar  la naturaleza del juego  de manera favorable.

Los capitalistas tienen enormes recursos financieros y contactos, influencia directa en funcionarios, medios, etc. y una desproporcionada capacidad de conducción política. Pero en este punto sus intervenciones son siempre ajenas al interés del conjunto de la burguesía y se suelen contrarrestar recíprocamente. Los funcionarios y elencos políticos disponen de amplios recursos y de la miopía y apatía de la burguesía fragmentada.

La dimensión institucional del estado capitalista muestra el poder “negativo” de las clases dominantes: garantizar lo que no debe suceder. El estado no puede interferir con la acumulación privada sin afectar sus fuentes de financiamiento. El voto individual con representatividad  por territorio  (y no por función) licua el poder de las clases subalternas impidiendo focalizarse en aspectos estratégicos, lo que permite que dichos aspectos sean excluidos de la agenda pública.  

El efecto de poder sistémico reposa en la dependencia de intereses del resto de las clases de la acumulación de capital. En la medida que los intereses del conjunto se articulan a la acumulación, mayor es el sesgo hacia reglas que favorezcan dicha acumulación.

El breve texto de Harvey sobre el significado del poder clasista en el neoliberalismo muestra algunas de estas cuestiones en la historia más reciente del capitalismo. Hay cambios en la composición de las clases dominantes, la financiarización y el control de los mecanismos monetarios, cambiarios y bursátiles se convierten en estratégicos y subordinan al tradicional gobierno de los medios de producción y la inversión productiva. Las mismas empresas productivas se financierizan y extraen su ganancia no tanto de la explotación del trabajo como de las oportunidades de valorización rentística y especulativa, que requieren también fuerte intervención y control sobre la regulación estatal de mercados y sectores de actividad. 

Asimismo se cambia la relación entre accionistas y managers o altos ejecutivos y las estrategias de acumulación por medios financieros configura una nueva gran burguesía con fuerte inclinación a la intervención política. Los fenómenos de concentración personal de la riqueza y la diversificación financiera de la misma hacer que las viejas distinciones entre fracciones productivas, comerciales y bancarias se vayan haciendo anacrónicas. Los nuevos magnates aúnan estrategias financieras, monopolización de servicios (especialmente de comunicación) o bienes de alta tecnología y fuerte influencia estatal…¡¡¡sobre múltiples estados!!!

El capitalismo financiero global está fuertemente politizado: el control de los procesos decisionales es también un recurso estratégico de la acumulación, ya que define oportunidades de rentas, de transferencia de costos, de acaparamiento de bienes naturales, etc. Cualquiera puede darse cuenta que las políticas de “valorización financiera” dependen de decisiones monetarias y cambiarias estatales y no de “tendencias” de los mercados.

Otro de los núcleos en debate de la teoría contemporánea de las clases es la relación con los procesos y fenómenos de movilización social. A partir de fines de los ’60 el surgimiento de nuevos actores del conflicto social en el capitalismo avanzado (feminismo, pacifismo, ecologismo, contracultura juvenil) derivó en una progresiva pérdida de valor explicativa para la lucha de clases. Teóricos como A. Touraine van a caracterizar a las sociedades de un lado al otro de la cortina de hierro como sociedades posindustriales en donde no se trata tanto de controlar el proceso de producción material y la explotación de la fuerza laboral, como de gobernar las dimensiones subjetivas de la existencia humana. Los bienes estratégicos son aquellos que permiten el control de la apropiación del “sentido histórico”, de la historicidad y por tanto son los principales moldeadores de los “estilos de vida”, de las “sensibilidades” culturales, y de las “necesidades” humanas. Así el control de los deseos, el conocimiento, la información y las aspiraciones de individuos y colectivos pasa a ser el objeto fundamental de la lucha social. Para este tipo de luchas Touraine considera que la categoría de “movimiento social” es la más adecuada porque opera a nivel de la historicidad y no a nivel de la distribución material como es la de clase social. En el capitalismo avanzado la disputa no está entre proletarios y burgueses sino entre una tecnocracia corporativa público privada y los movimientos sociales que disputan el sentido de vivir en sociedad.

Ha habido todo tipo de lecturas sobre el tema: aquellos que ven clase y movimiento social como conceptos incompatibles (ver el texto de Galafassi, por caso); aquellos que intentan una complementariedad (ver el texto de Gomez). Algunos que tienden a reducir los movimientos sociales contemporáneos a explicaciones dentro del clivaje Capital/Trabajo (“la explotación de la mujer”, “del negro”, “la renta medioambiental”, etc.) otros que sostienen criterios multimodales y ven la racialización o el patriarcado como fuerzas que dominan el capitalismo.

En el texto de Gomez (2014) se pueden ver los sesgos clasistas en los fenómenos de organización, acción e identificación colectiva. Cada grupo social tiene su propia forma de organizar y plantear la lucha y esa forma no puede separarse fácilmente de las condiciones materiales de vida. 

En el texto de Di Marco sobre el pueblo feminista también se observa que las luchas contra la exclusión social protagonizadas por las mujeres piqueteras y el acoplamiento de demandas como la legalización del aborto a las de inclusión económica en los primeros años de este siglo, significaron un cambio y un impulso decisivos en la conformación del movimiento feminista. Clase y género no pueden separarse fácilmente en los procesos de movilización colectiva.

Trabajo Práctico Unidad 4

11) Piense en su tema de trabajo e identifique empíricamente los posibles nexos entre clase y movilización. ¿Cuáles serían los aspectos clasistas o no clasistas de la movilización en estos casos?.
22)  Piense en su tema de trabajo y busque las dimensiones políticas que lo atraviesan: intente identificar los componentes situacionales, institucionales y sistémicos de los poderes clasistas involucrados en su tema.


Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

 2 Links para la bibliografía Unidad 5   https://drive.google.com/drive/folders/1fFl4eZkp5OLyNMZZslu7sR1PMLY8p66z?usp=sharing https://drive....