lunes, 6 de diciembre de 2010

UBA: Clase Virtual 6/12/10 (Fecha entrega 13/12)

En vista de la escasa concurrencia de alumnos a las últimas clases, la semana pasada en acuerdo con los dos alumnos presentes resolvimos continuar la cursada en la modalidad virtual. De cualquier forma, si Uds. o alguno de Uds. consideran necesario consultas sobre los textos sobre clases sociales que quedan, o realizar consultas o dudas sobre los trabajos monográficos, podemos concertar fecha y lugar para reunirnos.
Por lo demás les adjunto un texto de ayuda para leer los textos de Bourdieu, Giddens, Olin Wright y Vilas.

Clases sociales y acción colectiva en la Teoría social posclásica
La necesidad analítica típica del pensar sociológico persiste en buscar entender el comportamiento colectivo desde el punto de vista de la estructura de las relaciones sociales, aunque dentro de lo que llamaríamos las teorías “posclásicas” van transitando por nuevos carriles. La vieja hipótesis de una determinación estructural de la acción ha sido dejada de lado con la influencia de los descubrimientos de la antropología acerca del peso de lo simbólico-ritual y del lenguaje en el comportamiento humano, con las indagaciones de la psicología profunda acerca de las motivaciones inconcientes, los hallazgos de la psicología de los procesos cognitivos y del aprendizaje (especialmente las teorías de la disonancia cognitiva y de las actitudes), y por las teorías de la elección racional y las teorías de los juegos estratégicos.

Los estudios posclásicos se apoyan en algunas indicaciones dejadas por Marx aquí y allá en su obra histórico-periodística y crítico del idealismo aleman. La premisa de Marx es que las clases se constituyen en la lucha, aunque este postulado se contradiga con diversos aspectos de su analítica del capitalismo, e incluso con el mismo Manifiesto Comunista.

Lejos de la vulgata marxista posterior, que lamentablemente suele llegar hasta nuestros días, Marx invocaba muy claramente el efecto disolvente que las presiones estructurales de la acumulación tienen sobre los individuos y los colectivos. El ciego poder impersonal de las fuerzas desatadas de la acumulación lejos de agrupar a los individuos, de dotarlos de una identidad, mancomunión en la acción, los separa y los enfrenta entre sí. Está muy lejos de considerar que estas fuerzas de por sí alcanzan para constituir clases e impulsar rebeliones. En sus trabajos histórico-periodísticos aparecen largamente desarrollados procesos de formación, lucha y alianzas de clases con una enorme riqueza de matices. Sin embargo, vamos a recurrir aquí a algunas citas de mayor contenido teórico, cronológicamente muy anteriores e incluidas de manera dispersa y poco sistemática a lo largo de la crítica de la filosofía alemana poshegeliana, pero que demuestran el temprano y fuerte interés teórico de Marx sobre el papel del concepto de lucha de clases en su analítica de las clases en la historia en general y en el capitalismo en particular.

“Los diferentes individuos solo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase, pues por lo demás ellos mismos se enfrentan unos con otros, hostilmente, en el plano de la competencia […] la clase se sustantiva frente a los individuos que la forman […] se ven absorbidos por ella […] Ya hemos indicado que la absorción de los individuos por la clase se desarrolla hasta convertirse al mismo tiempo en una absorción por diversas ideas, etc.” (Marx y Engels, La Ideología Alemana, Pueblos Unidos, Uruguay, 1971: p.60/61)

Es elocuente el hiato que separa “determinación estructural” y “lucha”. La primera es disolvente y opera a través de la competencia. Sólo la segunda permite la “sustancialización” de la clase. El colectivo clase puede advenir solamente del verse obligados a sostener una lucha común. En este caso el “verse” obligados no debe ser interpretado como una acentuación de la determinación por una exterioridad que sobrepasa su voluntad, sino por el apremio de otro colectivo que los afecta.

Es claro que las relaciones intraclase, en tanto puro efecto de las fuerzas anónimas de la acumulación no mediadas por la obligación asumida de luchar, son centrífugas y disolventes desde el punto de vista colectivo. La coerción estructural es refractaria a toda colectivización. Es el enfrentamiento contra otro colectivo, es decir las relaciones interclases, las que son claves para entender el proceso de constitución de clases que en el lenguaje de esta cita aparece como “sustancialización” de la clase frente a los individuos. En este punto, es muy clara la centralidad de la lucha de clases en la formación de clases y la afirmación fuerte que la consistencia de clase solo aparece cuando la vida individual se encuentra atravesada por un conflicto colectivo frente a otras clases.

Vale la pena entoncer remarcar el descuido teórico de aquellos que no encontraban en la tradición clásica del marxismo elementos para una teoría de la acción colectiva. La acción colectiva es justamente la llave de acceso a la comprensión de la constitución de las clases, y es en sí misma vector de la formación de clases en tanto sus efectos son cohesionar y unificar. En este punto los aportes de Thompson y los historiadores ingleses es muy importante. E. Meiskins Wood ha considerado a Thompson como fiel exponente del marxismo clásico que contrariamente a lo que sugieren sus críticos no subjetiviza sino que materializa el proceso distinguiendo entre constitución de clases por los modos de producción de la constitución como proceso de formación de clases en donde utiliza el concepto mediador de “experiencia” como “el modo clasista de experimentar la explotación/opresión”.
"La lucha de clases precede a la clase en la medida en que la formación de una conciencia de clase es azuzada por la lucha y apremia a una interpretación de la situación de clase" (Democracia contra Capitalismo, 80)

En este sentido la noción de “experiencia” permite concebir lo que en Marx permanecía como latente, la mediación entre la presión estructural y el “ver” la obligación de luchar. Este “ver” no es un fruto ciego de las mismas fuerzas impersonales, ni una epifanía natural en la que la realidad se da a los hombres “en sí”, sino una interpretación particular históricamente condicionada por acervos culturales y creencias.

Los aportes de los historiadores ingleses modifican el nexo conceptual disyuntivo que en Marx anudaban la esfera de las relaciones entre clases (lucha de clases como cohesionadora, unificadora) con el campo de las relaciones intraclases (producto de la presión estructural, descolectivizadora, competitiva). Estas dos relaciones, entre clases, y entre miembros de la clase entran en una conjunción problemática: las relaciones entre clases no tienen como único componente la presión estructural de coerción económica, sino que también aquí puede haber creencias o significados comunes, identidades compartidas, etc. lo que da pié a la consideración de las cuestiones de la hegemonía; y las relaciones entre los miembros de una clase tampoco pueden reducirse a la competencia disolvente en un mercado ya que operan fuertes creencias y experiencias compartidas.

Los estudios que he denominado “posclásicos” se caracterizan por dos rasgos: a) tienden a no separar estructura y acción. Como señala Crompton (1994: 213) para Bourdieu, Giddens, o Savage, la misma estructura ocupacional, lejos de ser un hecho dado y fijo - emanado de los procesos económicos o como resultados del mercado o la acumulación - se convierte en “fluida”, en tanto las mismas distribuciones de recursos y lugares son constante objeto de luchas, estrategias individuales y colectivas. La misma estructura ocupacional no podría conocerse realmente de manera separada e independiente de las luchas de clases; y b) tienden a hacer converger los criterios fundamentales de propiedad, conocimiento y poder, que entran en combinaciones y relaciones de superposición, sustitución, o equivalencias cambiantes.

Como luego Przeworsky (1988) afirmaría llevando aún más allá el razonamiento de Thompson: las clases no son luchas entre clases ya formadas en una estructura concebidas como preexistentes a las prácticas sociales, sino que son fundamentalmente luchas o prácticas sobre la constitución misma de las clases. Como muy bien dirá mucho después Crompton (1995: 248) para graficar la idea de un horizonte de prácticas: las clases como tales no actúan, solo lo hacen quienes las invocan, las organizan, las identifican y convocan.
Llevando a un extremo este razonamiento, S. Aronowitz (2005) aboga por la disolución de toda dimensión “espacial” de la clase y con ello rechaza toda forma de “cartografía” o de distribuciones de lugares y recursos que crean la ilusión de “emplazamientos atemporales” (trad. propia, op.cit. p.48/9). En la constitución de las clases el espacio sería una función del tiempo y no al revés: las estructuras son leídas como frutos de la lucha de clases, las clases son propiamente procesos y por tanto se consuma la promesa de las teorías posclásicas: las clases quedan subsumidas en la acción colectiva, las estrategias, reconversiones e intervenciones políticas. “Los movimientos sociales y sus actividades deben tomarse como modalidades de la lucha de clases y de la formación de clases poniendo nuevas cuestiones concernientes a la orientación institucional y cotidiana de la vida, implicando nuevos ordenamientos”. Siguiendo a Stuart Hall, afirma que “los movimientos sociales son la modalidad en la cual las políticas de clase son puestas en acto”.
El marxismo abierto (Holloway y ot., 2004), una vertiente del marxismo latinoamericano contemporáneo que pivotea sobre la crítica del fetichismo es la que lleva más lejos las promesas de los enfoques posclásicos: la misma categoría de clase debe ser vista como forma fetichizada de ocultar lo que es su contenido y “descubrir las luchas sociales que oculta”. En este registro fuertemente teñido de improntas filosóficas se entiende “clase como un polo del antagonismo social, como lucha, y no sociológicamente como grupo de personas…entender clase como un proceso auto-antagónico” (Holloway, 2004:12). Este enfoque reintroduce una cuestión clásica que el marxismo siempre ha mostrado destreza para tratar: la construcción social de la “objetividad” de las fuerzas que imponen relaciones y agrupamientos y clasificaciones a los sujetos, es decir, la “fetichización”. El proyecto de “desfechitizar” la misma noción de clase es excelente y responde también al enfoque de autoinclusión clasista en la explicación de la formación de clase. “La lucha de clases... atraviesa todo, incluyendo al concepto mismo de clase”. Asimismo la formulación del marxismo abierto rescata el lado activo de la noción de clase: “la noción de clase nos interpela como hacedores, como sujetos activos...señalan nuestra capacidad de cambiar el mundo...” (idem,15). Solo una perspectiva de clase, en tanto que relación social de antagonismo, obliga a interrogarnos en relación a la posición que tenemos frente a una totalidad, nos autocoloca como “hacedores” en el o contra el orden social anónimo e impersonal.

Quienes más han teorizado sobre el carácter “estratégico” de la constitución misma de las clases han sido los llamados “marxistas analíticos” (Roemer, Elster y Wright), quienes utilizando las herramientas del individualismo metodológico, la teoría de los juegos estratégicos y el modelo de la “rational choice” han acometido la empresa de dotar de “microfundamentos” a las hipótesis más clásicas de la tradición marxista. En estos planteos el problema de la “coerción estructural” sobre el individuo se sostiene abandonando los groseros planteos biologisistas, las teleologías hegelianas, e inclusive, también desechando los sustentados en la lógica totalitaria de la ley del valor, sin renunciar a tomar las relaciones de explotación como punto de partida y tomando al individuo con capacidad de elección como elemento explicativo fundamental de la acción colectiva. Dentro de las teorías del individualismo metodológico es conocida la formulación del teorema de Olson de predisposición a la inacción colectiva o “problema del free-rider” (también llamado “dilema del rebelde”): los individuos decidirán siempre no participar de la acción colectiva si los bienes por los que se lucha son públicos y no excluibles y serán igualmente distribuidos entre los que lucharon y los que no, ya que los costos de participar son muy altos en caso de perder, y redundantes en caso de ganar habida cuenta de que los beneficios serán igualmente recibidos. Los individuos si se comportan racionalmente siempre esperarán que sean otros los que corran con los costos de la lucha .
Para los marxistas analíticos, las clases son vistas como productos de relaciones de explotación que coercionan a conjuntos de individuos sometiéndolos a tipos específicos compartidos de “dilemas del rebelde” (De Francisco, 1995: 9). En efecto, las distribuciones desiguales de determinados bienes o recursos “obliga” de manera diferencial a juegos de solución del dilema del rebelde en los cuales los individuos siendo “racionales” reproducen relaciones asimétricas como explotadores y explotados. La pregunta que debe hacer todo análisis clasista es, desde este abordaje teórico, no cómo se comportan los agentes sociales, sino a qué tipos de juegos de coerciones están expuestos y qué estrategias tienen a su disposición para preservar sus intereses (Carabaña y ot., 1995:164). Otra forma es preguntar qué tipo de bien mal distribuido “obliga” a jugar juegos cuyos resultados son distribuciones asimétricas (Van Parijs, 1995: 192). No se trata ya de estudiar lo que los individuos o agentes “hacen” con los recursos distribuidos que le tocan en suerte, sino lo que están “obligados” a hacer estratégicamente dado el patrón de distribución.
Las estructuras de clases son sistemas de coerciones estratégicas donde las clases conservan la apariencia de poderes “anónimos”, no formalizados, donde las distribuciones de partida de recursos estratégicos ejercen constricciones decisivas sobre los agentes: la tiranía de reglas no escritas que “sesgan” el juego. Estos planteos reflotan uno de los aspectos más cuestionados de las formulaciones de los padres fundadores: la existencia de intereses “objetivos” de las clases. En efecto, el supuesto de un agente racional maximizador que juega estratégicamente en una relación de explotación permite “atribuir” intereses más allá de las preferencias subjetivas concretas de los actores. La noción de interés es central en esta teoría ya que sobre ella pivotea la estrategia e introduce la necesidad de la lucha y la acción colectiva clasista: un agente maximizador debe identificar los oponentes, y formarse una orientación o preferencias acerca de cómo organizar la sociedad en función de esos intereses . Las limitaciones de este planteo son muchas: el supuesto de racionalidad descontextualiza por completo el análisis; existe un supuesto de distribuciones posicionales fijas con criterios únicos que dan lugar a juegos coercitivos bien definidos que niega el carácter contrdictorio de las locaciones estructurales; y finalmente hay dificultades para explicar el cambio hacia estrategias dentro del juego a estrategias de cambio de juego. Estas teorías son más efectivas para entender comportamientos individuales en condiciones estables que comportamientos colectivos en condiciones críticas.
Bourdieu establece los parámetros de estudio de los espacios sociales y el comportamiento clasista sobre la base del estudio del volumen, la composición y la estrategias de uso de cuatro formas de capital: económico (diversas formas de propiedad), social (soportes sociales, amistades, contactos), cultural y educativo (conocimientos, gustos, títulos) y simbólico (poder de inculación o enunciación de significado). Pero de nuevo, Bourdieu rigidiza el análisis atándolo a situaciones estables y estrategias individuales además que la metáfora de estos poderes como "capital" tiene varios límites claros: la acumulabilidad de estos activos clasistas, su transferibilidad y reglas de valoración no son similares a la del capital económico.
Savage y ot. (1995) retomando a Bourdieu y sosteniendo el concepto de explotación, intenta analizar la formación de clases como “propiedades causales generadas por distintas formas de explotación”. La propiedad, el poder burocrático y la cultura son los factores causales fundamentales originados en distintas formas de relaciones de explotación (apropiación de excedente, “deleting the labour” , monopolización de credenciales o saberes) “que no generan siempre necesariamente colectivos enfrentados sino sólo definen poderes causales potenciales que se realizan efectivamente en “condiciones contingentes de emergencia” (trad. propia, op.cit, p. 6) entre las que hay que tomar en cuenta: el Estado, y las relaciones de género. De esta forma el análisis clasista estudia las propiedades de poder causal derivadas de las formas de explotación y las condiciones en que transcurren. Las facilidades y obstáculos para ganar, acumular, mover y transferir estos poderes constituyen el eje de una lectura clasista. De acuerdo a las conclusiones de sus estudios, la propiedad sigue siendo el “poder causal más robusto” en la formación de clase: el fruto de la explotación es fácilmente acumulado y movilizado y goza de la protección estatal y la legitimidad cultural, además que esas protecciones alcanzan a la transmisión hereditaria dando lugar a estabilidad y continuidad (op. cit., p.15 y ss.). La cultura también es acumulativa y hereditaria a través del “habitus” y los resguardos meritocráticos y credencialistas les brindan protecciones, aunque ofrecen menos facilidades a la movilidad, y están atados a contextos específicos para poder ser traducidos en recompensas materiales además de que puede ofrecer mucha resistencia a los cambios. El poder burocrático es el más débil de los poderes en la medida en que no puede ser acopiado individual o colectivamente y está atado a contextos organizacionales específicos de su ejercicio.
La importancia dominante de la propiedad ya no reposa en una justificación funcional -la importancia para la acumulación capitalista- sino en las características intrínsecas del poder causal para perpetuar las condiciones de explotación que la alimentan. Así el concepto de “poder causal” de clase se independiza del mercado y de criterios exógenos: los cambios en las circunstancias contingentes podrían cambiar las posibilidades de aplicación de las propiedades de los distintos poderes causales generando estrategias de reconversión de poderes o de desplazamiento de unos poderes a otros (ejemplos típicos en la caída de los socialismos reales donde el poder burocrático y de calificaciones se reconvierte en poder de la propiedad productiva). El criterio último del valor relativo de un poder causal es el de la capacidad de incidir o intervenir sobre el orden social, es decir su capacidad de intervención política en un contexto de pugna por definir las reglas de asignación de poderes. En este sentido, las teorías posclásicas, tienden a unir acción y estructuras: los objetos finales, las metas de las acciones sobre bases clasistas son siempre las estructuras mismas y las acciones y estrategias de los antagonistas. La movilización de poderes causales es en última instancia autorreferencial y esencialmente actividad reflexiva.
Un aspecto importante de esta autorreferencialidad es lo que Bourdieu llamaba el “capital simbólico”, es decir, la capacidad de generar, imponer, y distribuir significados que indican las jerarquías de valor de los distintos capitales y sus especies y subespecies. Es decir, los agentes en tanto pertenecientes a clases no solo luchan por los recursos o capitales sino que lo hacen por legitimar o imponer las reglas de valorización de los mismos. El papel de los intelectuales, científicos, formadores de opinión, “intermediarios culturales”, en este sentido cobra una importancia inusual. La lucha por el control de la distribución de significados se convierte también en un terreno estratégico para las prácticas de clase. De manera recíproca, los enfoques “constructivistas” o “cognitivistas” de los nuevos movimientos sociales han intentado suplir mediante la apelación a la acción colectiva disruptiva esta lucha simbólica: la pretensión de los movilizados es esencialmente cambiar las reglas de valorización establecidas y modificar así el punto de vista de otros sectores acerca de un tema.

TRABAJO PRACTICO

Dentro del movimiento que esté estudiando para la monografía señale los tipos de capital o poder causal clasista que están implicados en el proceso de movilización. ¿Cuáles son las estrategias de movilización colectiva de poderes causales clasistas en las luchas de estos movimientos?

Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

 2 Links para la bibliografía Unidad 5   https://drive.google.com/drive/folders/1fFl4eZkp5OLyNMZZslu7sR1PMLY8p66z?usp=sharing https://drive....