Texto de
apoyo Unidad 1 (2da. Parte)
La clase: un concepto escurridizo para un objeto
disoluto
Marcelo
Gómez y Daniel Contartese
No está demás comenzar por una digresión antropológica: la especie humana se
caracteriza por la “neotenia”, es decir por la inmadurez completa de respuestas
de subsistencias del neonato humano que lo hace completamente dependiente del
colectivo en el que nace. La forma en que el grupo organiza sus diferencias (de
generaciones, de sexo, de habilidades, fuerza, parentesco y salud en las
sociedades arcaicas) para perpetuar el grupo tratando de asegurar la vida de
los neonatos, introduce la cuestión de qué diferencias son significativas y
cómo se ordenan entre sí. En la mal llamada sociedades “primitivas” (hoy se
dice “ágrafas”), la perpetuación biológica queda atada a la organización de
estos sistemas de diferenciación interna: por ejemplo, el hombre joven procura
el alimento y defiende o ataca a otros hombres, las mujeres cuidan la cría y
almacenan y cocinan, los ancianos se encargan de cohesionar al grupo en torno a
creencias comunes, decidir sobre cuestiones importantes de organización para la
subsistencia colectiva, y trasmitir los saberes a las nuevas generaciones, etc.
En las sociedades urbanas con
estados mínimamente organizados premodernas los principios generales de
organización de diferencias jerárquicas conocidos históricamente son el esclavismo,
las castas, y los estamentos. En la sociedad urbana industrial moderna el
sistema conocido son las clases sociales. Son cuatro principios distintos de
organizar la diferenciación y las asimetrías sociales.
Los textos de esta unidad se
focalizan en la determinación de la naturaleza, especificidad y campo de
aplicación de la categoría clase como instrumento de análisis sociológico por
antonomasia. En cierto punto la suerte de la sociología estuvo y está (¿?)
atada a la suerte de la categoría “clase”.
En este sentido, a los textos de
esta Unidad 1 les subyacen cuestiones epistemólogicas y ontológicas: ¿qué
buscamos decir cuando hablamos de “clase”? y ¿qué es lo que efectivamente
decimos? ¿qué es lo que en definitiva llegamos a designar como clase?
Los textos de Giddens (1992:
247-286) y Crompton (1994: 17-41) ofrecen una aproximación al concepto y las
temáticas propias del campo de estudio de las clases.
Claramente se inscribe en el intento
de entender los procesos de diferenciación social en las sociedades modernas.
Es decir, se parte de la pregunta por las diferencias relevantes según generen
agrupamientos que son importantes para la vida social: las clases son
macrodiferenciaciones que albergan la esperanza de entender vastos fenómenos de
la vida en sociedad. La cuestión de cómo las distribuciones diferenciales
materiales y simbólicas determinan extensamente la suerte o el destino social e
individual es la que se encarna en cualquier analítica de clases.
Clase es un concepto moderno que
surge con el capitalismo industrial y esto supone su especificidad analítica e
histórica. Clase se diferencia de manera bien nítida del Esclavismo (regido por
la violencia), los sistemas de Castas (regidos por las creencias del karma
y el dharma) o de Estamentos (regidos por el derecho de costumbre y el
linaje de la sangre) en la medida en que las diferencias no se establecen por
principios o prescripciones exteriores (divinidades, tradiciones o creencias, imposición
forzosa, imposición legal, etc.) a la interacción social misma, y sus fronteras
lejos de ser cerradas y rígidas, son abiertas y cambiantes. La llamada
movilidad social (en sus formas vertical, horizontal, ascendente, descendente,
inter e intrageneracional) es inherente rasgo propio del principio de
diferenciación clasista.
La esclavitud determinada por la
fuerza, las castas por la religión, y los estamentos por la tradición, son
principios de diferenciación que pueden coexistir fácticamente o históricamente
con los clasistas, pero tienen que ser diferenciados analíticamente. Las
sociedades donde el principio clasista es el dominante consagran la igualdad de
los individuos ante la Ley y el poder político y la igualdad de tratamiento de
la Ley y el poder político ante los individuos, obviamente aunque esto tenga
mil trampas de hecho.
El siguiente cuadro puede contribuir
a entender la especificidad histórica del concepto de clase.
Sistema de
Diferenciación
Social
|
Fuente predominante de asimetría
|
Criterio de perpetuación
|
Forma del lazo social y justificación
|
Esclavitud
|
Propiedad
de personas como si fueran cosas
|
Fuerza /
Factico.
Separación,
cerrada.
Excepcionalidad
de manumisión por mérito o servicios.
|
Amos y
esclavos
Interioridad
asocial o natural de nexo de asimetría absoluta (esclavo=buey)
Racismo,
biologicismo, superioridad natural o no reconocimiento de humanidad
|
Castas
|
Religión /
Rito (cuerpo divino =cuerpo social)
|
Adscriptivo
hereditario fijo y cerrado. Separación estricta, cerrada sin excepciones.
Solo movilidad por metempsicosis (“kharma”-“dharma”)
|
Puros e
impuros, el contacto mínimo estrictamente ritualizado para
evitar la contaminación.La confusión o mezcla es pecado.
Exterioridad del nexo con reconocimiento de humanidad
|
Estamental
(“Estados”)
|
Costumbre/Ley
Voluntad
de Dios
|
Adscriptivo
(linaje, parentesco) hereditario variable. Cerrada con separación no estricta
y selectiva
|
Señores/Nobles
y Siervos/Vasallos
Asimetría
de jerarquía fija formalizada por ley consuetudinaria cuya violación es
crimen.
Exterioridad
relativa del nexo con reconocimiento y reciprocidad.
|
Clases
|
Propiedad
de cosas y
condiciones
de producción y reproducción de la vida material.
Principio
del “efecto distribucional”
|
Adquisitivo
(resultados de acciones e interacciones electivas)
Abierta,
movilidad y no imposición de separaciones. Igualdad y libre disposición de
propiedad.
|
Poseedores/desposeidos;
ricos/pobres; capitalistas/obreros, etc.
“Merito” o
“Explotación” como forma no natural de diferencia. Asimetrías producida
socialmente.Interioridad del lazo social, jerarquía móvil. Intercambio y
reciprocidades legalmente protegidas.
|
En los sistemas clasistas las
diferencias no pueden establecerse ex ante por ningún otro
orden previo a la interacción social misma. La clase es un concepto de
secularización y terrenalización de la diferenciación social: las diferencias,
asimetrías y jerarquías son las que producen les humanes mismes en sus
relaciones materiales y simbólicas. Las clases son “móviles” y contingentes y
no fijas. Las clases suponen un giro de la diferenciación jerárquica basada en
lo adscriptivo- heredado -fijo, a unas asimetrías dinámicas basadas en lo
adquirido- producido- móvil.
Entre los fenómenos que se incluyen
en el ancho campo de aplicación del concepto de clases tenemos: la
identificación de aquellos bienes materiales o simbólicos que operan las
diferenciaciones clasistas merced su control o la exclusión de los mismos
(estructura de clases), las formas sociales concretas en que se plasman las
clases en la vida social (formación de clases, estilos de vida compartidos,
organizaciones de clase), las manifestaciones de identidad, ideología o la
subjetividad con que se revisten las diferencias clasistas (conciencia de
clases), los enfrentamientos o conflictos entre las clases (lucha de clases,
política de clases), las interrelaciones de las diferencias clasistas con otros
sistemas de diferencias no clasistas (género, etnia, nacionalidad, religión,
edad, subcultura, etc.).
Problemas como qué tipo de bienes
son estratégicamente “diferenciantes” en una situación o momento dado, cómo se
constituyen históricamente colectivos clasistas, cómo se dan a sí mismos
creencias, identidades, cultura, cómo el papel de la mujer, el estado-nación,
las creencias religiosas, las relaciones intergeneracionales o las culturas
grupales se conectan con los procesos clasistas son macrotemas típicos del
análisis de clases.
El atravesamiento por el género
aparece en cuestiones como las mencionadas por Giddens: las dificultades para
definir empíricamente la clase objetiva sin tomar a la mujer cónyuge y el
fenómeno de “refuerzo de género” de la condición de clase. Las cuestiones de la
conciencia aparecen en temas típicos como las discrepancias entre condición de
clase objetiva y percepción subjetiva. Los solapamientos entre clase-
etnia/credo/subculturas, y sus tensiones son objeto de numerosos trabajos sobre
la etnificación de las relaciones de clase, las clases “nacionales”, e incluso
la reinterpretación clasista de las pertenencias religiosas.
Ahora bien, si el advenimiento de un
concepto como clase significa el abandono de explicaciones extrasociales rectoras
de las diferencias y jerarquías, aparece la cuestión de qué criterios son los
que operan en un sistema de diferencias sociales autogeneradas por las mismas
relaciones sociales.
El pensamiento social desde el siglo
XVIII ofrece dos grandes tradiciones contrapuestas por no decir fuertemente
antinómicas.
Por un lado la tradición
“libertaria”, del pensamiento crítico, revolucionario, marxista, socialista o
anarquista, que propone un principio “relacional” que rige la producción social
de las diferencias, según el cual una posición ventajosa supone
mantener en desventaja a otras, o el control de determinados bienes supone
necesariamente la privación para el resto. El modo de distribución social de
todo tipo de bienes está determinado por las distribuciones de partida de
determinados bienes “claves”, y la interacción social misma tiende a reproducir
ampliada dicha distribución asimétrica inicial. La especificidad de la relación
entre los grupos es causa y consecuencia de determinados efectos distributivos.
Esto significa que las clases tienden a polarizarse, compactarse, consolidarse
y enfrentarse. El pato de la boda de este planteo tiende a ser el de la
“movilidad” de clases. Las clases tienden a concebirse como grupos cerrados
antagónicos y por tanto el concepto de clase no termina de realizarse
cabalmente porque si los grupos no son abiertos no serían clases.
Pero a este punto de vista se le
opuso desde siempre el del “liberalismo” amable británico (Spencer) o más
enjundioso francés (Tocqueville): las diferencias sociales obedecen
a oportunidades, mérito, eficiencia, desigualdad de resultados por
diferencias de capacidad y esfuerzo, dando lugar a un sistema de
“estratificación” que expresa diferencias graduales legítimas por recompensas
diferenciales en un sistema de premios y castigos a las contribuciones
individuales al conjunto social. La fuerza del reconocimiento, el logro, el
prestigio, etc. son las que impulsan la lucha interindividual por el “estatus”
y la sociedad se ordena inestablemente por diferencias móviles. El pato de la
boda de este planteo que sustituye la clase por el estrato tiende a ser la
pérdida del carácter colectivo y de la efectividad histórico-causal del
concepto de clase.
Los estudios de estratificación se
inscriben en una teoría más descriptiva que explicativa y tienden a considerar
los “estratos” como artificios o agregados estadísticos útiles para una
descripción morfológica de la estructura social. Las clases vistas como
estratos son “objetivas” pero solo estadísticamente. Los estratos serían
bastante estériles desde el punto de vista de su papel en la vida social y en
la historia.
Es decir, algunos teóricos señalaran
que la desigualdad constituye un rasgo característico de toda sociedad compleja
y que estas tienen efectos necesarios y positivos. Este es el conocido argumento
neoliberal que distinguirá entre las igualdades legales o formales (la igualdad
ante la ley o la igualdad de oportunidades) de las igualdades de resultados. Y
apuntarán que la búsqueda de igualdad de resultados mediante políticas públicas
contradice el principio de igualdad legal o formal. Otro argumento utilizado
por los neoliberales es que las desigualdades materiales son beneficiosas y positivas en las sociedades modernas porque
de esa manera se propicia la innovación y el avance tecnológico. Es decir, el
capitalismo es eficiente porque es desigual y los intentos dirigidos hacia la
igualdad pueden tener como consecuencia su destrucción.
Estos argumentos neoliberales tienen
su paralelo en la teoría sociológica funcionalista que afirma que la desigualdad
es un “mecanismo inconsciente” por el cual las sociedades se aseguran que las
posiciones más importantes sean ocupadas por las personas más calificadas. En
la sociedad habría grupos diferentes, pero no por eso antagónicos, descriptos
como “estratos” socioeconómicos y no como “clases”. Dos argumentos son
explicados por los funcionalistas para explicar y justificar las desigualdades
materiales:
1. Las
recompensas desiguales proporcionan una estructura de incentivos que garantizan
que los individuos más talentosos se esforzaran e innovaran.
2. Legitimidad
de las recompensas diferenciales ya que esos innovadores son indispensables
para el funcionamiento de la sociedad.
El principio del estrato instaura
espacios predefinidos escalarmente: ingresos, empleo, educación, vivienda, etc.
La cúspide, es decir, los estratos superiores que reúnen los niveles más altos
en cada espacio, funciona como omega y motor motivacional del resto. Los
estratos se ordenan de arriba para abajo. Sólo viendo a quienes detentan la
mayoría de los bienes, se puede suponer cuáles son los bienes estratégicos más
valiosos. Las escalas siempre se piensan desde lo alto.
El siguiente
cuadro puede ayudar a entender el punto.
Principio de la clase/relacional
(Marx,
anarquismo, pensamiento radical)
|
Propiedad
de medios de producción de la vida material
|
Tipo de
lazo social
Nexo
interno: criterio
monótono, oposición, explotación, opresión, polarización, lucha, objetividad,
politización.
Tendencia
a la fijación dicotómica, fronteras cerradas y concentración/pauperización.
|
Principio del estatus/gradacional
(Tocqueville,
Weber en la lectura parsoniana)
|
Propiedad
de medios de reproducción de la vida social
|
Tipo de
lazo social
Nexo
externo: criterio
múltiple, pluralidad de diferencias, distancias, niveles de reconocimiento y
estima social, relaciones de competencia, emulación y comparación,
remuneración, gastos, educación, cultura, subjetividad, etc.
Tendencia
a la variabilidad y escalas gradacionales, fronteras abiertas y
despolarización distributiva con alta movilidad.
|
Los bienes
estratégicos se convierten para los que están debajo en bienes codiciados,
recompensas esperadas: existe un supuesto de universalidad aspiracional, las
escalas son válidas bajo el supuesto que los individuos que son estratificados
en ellas comparten la deseabilidad de las posiciones más altas. El principio
fundamental competitivo de la homogeneidad compartida universal de aspiraciones
(riqueza, prestigio y poder) nos mete de lleno en el funcionalismo. Las teorías
estratificadoras no pueden evitar este supuesto de homogeneidad de escalas de
valoración y de legitimación de las posesiones de las capas superiores. El
supuesto es que la distancia fundamental en las escalas está entre cada
individuo y los que están en la cúspide. Caben pocas dudas que este andamiaje
sociológico para entender las diferencias sociales convalidan los supuestos
ideológicos individualistas, meritocráticos, competitivos. No puede evitar
notarse la presencia de Tocqueville con su idea inspirada en lo que vio en
América del Norte de “sociedad desigualitaria sin clases” donde los individuos
librados a sí mismos, a sus propias capacidades, compiten unos con otros sin
ataduras de ningún tipo con el solo objeto de ascender en la búsqueda de
riqueza, poder o prestigio.
De acuerdo a
esto, el principio analítico de las diferenciaciones sociales por clases da
lugar a una visión de “clases-fuerte” y una visión de “estratos-debiles”, lo
nos lleva a la espinosa cuestión de qué tipo de entidad social son las clases.
Para ello es inmejorable la vieja contribución de G. Gurvitch (1971: 185-217)
que repasa todos los atributos conceptuales posibles de la categoría clase y su
especificidad diferencial respecto de otras categorías sociales.
1) Son “agrupamientos” de hecho, no de derecho. Emergen de la vida social y no
derivan de principios o poderes extrasociales. Al igual que género, edad o
etnia, “participamos” de ellos como quien habla en prosa sin pensarlo.
2) Tienen vasta escala y son perdurables por lo que son fuertemente
gravitantes en la vida social total.
3) No son “voluntarios” (un club) ni coercitivos “artificiales” (una
institución) sino que incluyen todo tipo de agrupamientos. Son macrocosmos de
agrupamientos donde las relaciones sociales no son inmediatas o directas sino
“a distancia” es decir, compartimos la condición de clase con muchos otros
completamente desconocidos con los que nos relacionamos a través de mediaciones
organizacionales y simbólicas muy espesas.
4) Son
necesariamente abiertos y no pueden forzar ni la entrada ni la salida más allá
de condicionamientos o presiones difusas. No obstante ofrecen una
“estructuración” inorgánica (no son un grupo formal organizado) pero intensa
(tienen infinitos dispositivos de propagación, articulación, socialización,
identidad, cultura, iniciativas políticas, etc.)
5) Son suprafuncionales, es decir, asumen la tarea de constituir el orden
social global a su imagen y semejanza. Esto significa que son “portadores” de
orden social frente a otros colectivos o clases. La existencia práctica de las
clases es justamente este intento perpetuo de controlar y regir el orden
social.
6) Son antagónicos o incompatibles: disputan obligadamente con otros en virtud
de su pretensión suprafuncional, incluso contra el estado o las Iglesias.
Resisten la influencia de la sociedad global y de otros grupos. Son “colectivos
divisionistas” en la medida que su mera existencia plantea la exclusión activa
y el intento de desplazar a otros o a someterlos a sus designios.
Aunque el
léxico usado por Gurvitch es arcaico, creo que contribuye a entender el
carácter esquivo y disoluto del concepto de clase. Por supuesto también
contribuye a refutar los planteos más nominalistas como el de Portes (2003)
para quien la clase es un recurso heurístico-explicativo de primer nivel pero a
la que no se le puede asignar una eficacia social o actuación histórica
concreta. Las clases serían solamente una forma sociológica de “llamar” determinados
fenómenos. No son grupos reales, no son sujetos de acciones, no son agentes
históricos, lo que no quita que no pueden obviarse para explicar todo tipo de
hechos o procesos sociales, políticos o culturales.
Por último
cabe incluir un adelanto de la problemática contemporánea sobre las
clases a saber, el progresivo proceso de reconfiguración de los enfoques
fundacionales de Marx y Weber (ver el texto de Gomez, 2014: 38-57) y
lo que traen de nuevo los teóricos “posclásicos” (ib ídem, 57-79).
La influencia
de los descubrimientos de la antropología acerca del peso de lo
simbólico-ritual y del lenguaje en el comportamiento humano (“violencia
simbólica” en Bourdieu, “eficacia de los simbólico” en Levy Strauss), con las
indagaciones de la psicología profunda acerca de las motivaciones
inconcientes, los hallazgos de la psicología de los procesos
cognitivos y del aprendizaje (especialmente las teorías de la disonancia
cognitiva y de las actitudes), y por las teorías de la elección racional y las
teorías de los juegos estratégicos, han llevado al abandono progresivo de los
esquemas explicativos toscos basados en efectos automáticos de factores
estructurales (leyes de la acumulación o del mercado). La combinación de estos
avances en las ciencias sociales y humanas con las heterodoxias de diversos
tipos y los cruces y préstamos entre las tradiciones marxianas y weberianas, la
reformulación de algunos elementos weberianos y las fuertes revisiones en el
universo del marxismo occidental, hicieron que los estudios que he denominado
“posclásicos”, desde los años 60 en adelante, abandonen en buena medida los
supuestos de la programática clásica y abran un nuevo panorama para la
comprensión de la sociedad de clases del capitalismo avanzado.
Ahora bien,
los mencionados desarrollos posclásicos intentan, más resuelta o más
tibiamente, romper con el canon heredado: desestiman cualquier orden presocial
como diferenciador y tratan de mantenerse en el plano relacional de las
prácticas diferenciadoras que pasan a constituir la dimensión central mientras
los agrupamientos o efectos distributivos sobre los individuos son contingentes
o secundarios.
El siguiente
cuadro ayuda a entender el mosaico de principios teóricos sobre la producción
social de diferencias.
Principio
diferenciador
|
Principios
exosociales – Esclavitud: se diferencia con criterio que separa lo no humano
o lo no social
|
Suprasocial
– Castas y estamentos: se diferencia con criterio mítico, religioso o
tradicional.
|
Presocial
|
Estratos
|
Distribuciones
múltiples no relacionales definidas presocialmente por la
cúspide. Determinación social posicional: las posiciones son
consecuencia de prácticas de los agentes en espacios uniformes por sus
resultados “ordinales” (NES, Capital cultural, radicalidad política, etc.)
Combinación de estático (espacios homogéneos de recompensas) y dinámico
(resultados de prácticas).
|
Clase
|
Clase
posicional estática (tradición fundacional weberiano-marxiana)
Distribuciones
monótonas relacionales privilegiantes presociales intramundanas (capital,
mercado) con plano de inteligibilidad propio como explicativas de posiciones
y prácticas. El orden se independiza de las acciones, lo importante ocurre a
espaldas de los sujetos (leyes de la acumulación o la utilidad marginal).
|
Intrasocial
|
Clase
relacional dinámica (desarrollos posfundacionales)
Relaciones
antagónicas y prácticas que distribuyen, bloquean, enclasan. Las prácticas
enclasan relacionalmente y las posiciones o locaciones están sujetas a la
lucha y el conflicto.
|
Los
estudios posclásicos han tendido a cultivar dos rasgos decisivos:
a)
No separan estructura y acción. Como señala Crompton (1994: 213) para los
nuevos enfoques sobre la estructura de clases, la misma estructura ocupacional,
lejos de ser un hecho dado y fijo -emanado de los procesos económicos o como
resultado del mercado o la acumulación- se convierte en “fluida”, en tanto las
mismas distribuciones de recursos y lugares son constante objeto de luchas,
estrategias individuales y colectivas. La misma estructura ocupacional no
podría conocerse realmente de manera separada e independiente de las luchas de
clases.
b)
Hacen converger los criterios fundamentales de propiedad, conocimiento y
poder, que entran en combinaciones y relaciones de superposición, sustitución o
equivalencias cambiantes dando lugar a procesos de conversión entre unos y
otros.
Los enfoques
posclásicos desarrollaron mayor sensibilidad a las interacciones y mediaciones
entre estructura y acción, y al reconocimiento de que las acciones tienen un
rango amplio de incidencia sobre las supuestas estructuras.
Aunque todos
los desarrollos de la teoría de las clases contemporáneas intenten romper con
los residuos no secularizados del paradigma de los padres fundadores y se noten
considerables avances, no han logrado enhebrar una conceptualización de clase
que definitivamente rompa con ese cordón umbilical. Lo fundamental de la
inspiración de estos tipos de teorización pasa por el intento de centrarse en
lo relacional del concepto y al mismo tiempo no dejarlo deslizar por la
pendiente de las lógicas extrasociales.
Postee como
comentario: si considera útil este texto y qué rescatan cómo lo que más les
interesó del texto, qué dudas o consultas les suscita este texto de apoyo y/o
lo que leyeron en la bibliografía citada.