martes, 25 de junio de 2019

Texto de Apoyo y TP Unidad 5 (colgar antes del 15/7)


Texto Apoyo  Unidad 5

En esta unidad se hace un repaso de los principales núcleos de estudios sobre diversos espacios sociales de clase con énfasis en el contexto latinoamericano y argentino.
La problemática del género en la estructura de clases.
El texto de G. Gomez Rojas, retoma  el tema de la unidad de análisis y la determinación de clase pero a la luz del papel de la mujer. El criterio de tomar el hogar o la determinación directa por la ocupación del jefe de hogar desconoce los cambios en la estructura de clases ocasionados por la participación económica de la mujer. La autopecepción de clase de mujeres y varones controlando por empleo del cónyugue y por factores adicionales al empleo: consumo, ingresos totales, horas trabajadas, muestra mayor autonomía de la mujer en su percepción de clase que la esperada por Goldthorpe en su metodología clásica de atribución automática al jefe de hogar. Además la posición de la mujer también incide en la autopercepción del hombre. El peso de las condiciones materiales en la identidad de clase está tamizado por el género.
Las problemáticas contemporáneas de la clase obrera
Kabat y  Egan discuten el valor de conceptos como masa marginal, exclusión, informalidad urbana, economía informal, precariado, historia global del trabajo, nueva esclavitud, etc. Insisten con la unicidad de la clase obrera de acuerdo a los criterios del marxismo para analizar la explotación de la fuerza de trabajo y sus diferenciaciones internas. El análisis de clases sigue pivotando sobre las contradicciones de Capital y Trabajo frente a las nociones laclausianas de pueblo y movimiento y frente a la inclinación a captar la heterogeneidad a través de  nociones como “sectores populares” o “marginalidad”, “exclusión”, “precariado”, etc.
Con más flexibilidad Veronica Maceira aborda de manera amplia la literatura sobre los procesos de diferenciación interna de la clase obrera: marginalidad, exclusión, precarización, informalidad, aristocratización, segmentación del mercado de trabajo, infraclases, desocupación permanente, sobrecalificación, etc. muestran el complejo panorama de la “subalternidad” o del ancho mundo de la opresión y la explotación con lógicas disimiles a las de los asalariados en términos de aspiraciones o demandas. Los sectores populares vulnerables demandan simultáneamente “por debajo y por arriba” de los trabajadores “integrados”: van de los alimentos o la subsistencia y la infraestructura urbana elemental a la politización inmediata de las demandas y la interpelación al estado y los poderes públicos.
Es particularmente importante el análisis empírico que ofrece de  las formas de conciencia: las diferencias entre ocupados y desocupados en términos de percepción del antagonismo social y las inclinaciones solidarias entre unos y otros, las diferencias generacionales, las preferencias por la acción colectiva, la percepción individual o social de la imputación causal de la situación de desventaja o injusticia, etc. También son muy interesantes la exploración de las identidades peronistas y sus transformaciones, el “peronismo de los humildes”, el peronismo “de derechos”, el debilitamiento de la identidad del peronismo sindical entre los jóvenes ocupados de familias peronistas. 
La investigación de P. Varela sobre el conflicto fabril de FATE en zona Norte, y la discusión sobre una nueva generación de activismo sindical, su relación con el territorio y la formación de nuevas formas de conciencia condensadas en la noción de “dignidad” obrera en un contexto como el del gobierno posneoliberal del kirchnerismo. La figura del militante sindical de planta que lucha “por los propios derechos”, y la idea de ciudadanía fabril, la relación del locus de la fábrica con la política y el territorio son puntos muy importantes a tener en cuenta en cualquier análisis actualizado de la “condición obrera”.
La marginalidad y la exclusión.
Svampa señala la persistencia de la problemática de la marginalidad como central en los debates latinoamericanos: funge como el corazón de la subalternidad urbano popular, y la cara más visible de la modernización perversa y trunca. Se enfatiza bien la dualidad en el tratamiento del tema: el carácter de nuevas formas de reciprocidad y solidaridad comunal con posibilidades de generar ingresos e intercambio alternativos al mercado (economía social, popular, alternativa de base comunal) o bien el carácter residual, de hiperexplotación, de informalidad urbana, y la llamada “nueva cuestión social” en el capitalismo globalizado: acumulación flexible, posfordismo y terciarización temprana y ajuste neoliberal. Todo muy teñido por la problemática francesa de la exclusión (Castels, Rosanvallon): vulnerabilización, desasalarización, desafiliación, zonas de integración, de desafiliación sin densidad relacional y zonas de vulnerabilidad con o sin soportes laborales y sociales. La tesis del polo marginal en la Argentina que retoma los trabajos de Aníbal Quijano en los estudios del Observatorio de la Deuda Social Argentina que ve una consolidación de dos o mas generaciones sin oportunidades de movilidad a pesar de las políticas redistributivas del kirchnerismo.
El carácter protagonista activo del sector “marginal” en A. Latina contrasta con los análisis en Francia. Fuerte territorialización de la organización y capacidad de acción colectiva desde los años 80 incluso con reclamos por  tierra urbana e infraestructura. En los 90 vienen los piquetes y la autorganización de proyectos comunitarios. La extensión de las transferencias condicionadas y planes sociales con el 19% de la población latinoamericana, muestran una dependencia del Estado altísima. Así los análisis tienden a verlos como “Laboratorios o fábricas de economías alternativas y sociabilidad solidaria” o “pobreza estructural y subalternidad cautiva del Estado”.
Maneiro aborda el tema de la identidad y la experiencia de clase de los grupos de desocupados en barrios de clases populares en el marco de los años 90 de crisis social y neoliberalismo. La persistencia de la nominación “trabajadores” que los reinscribe en la memoria de clase y el peronismo, y sus posicionamientos en términos de ciudadanía y justicia que enarbola la “dignidad” como aptos para contribuir a la vida social. Sin embargo, también está activa la identidad de “Piqueteros” en la medida que se atribuyen ser capaces de desafío y de imprimir su protagonismo además de politizar su accionar en la arena pública.
La estructura de clases en los últimos años de posneoliberalismo.
Svampa describe la sociedad excluyente instaurada en los años 90 y la desregulación y financierización: la privatización de la vida cotidiana, la ostentosa vida pública de las elites que dejan su invisibilidad de lado, la reproducción de ámbitos de socialización escindidos, las urbanizaciones privadas y los colegios exclusivos para formar clases dirigentes, el estilo kitsch, el apoyo al peronismo menemista, la americanización de la cultura empresarial, la extranjerización, etc. También es un dato importante la polarización interna de clases medias entre ganadores y perdedores. La pérdida de homogeneidad de las clases medias es un dato muy importante a tener en cuenta que las debilita como actor cultural y político.  
Benza muestra las tendencias de la estructura social de la década ganada: expansión de posiciones intermedias de profesionales, técnicos y administrativos y sobre todo de trabajadores manuales calificados, a expensas en parte de las clases superiores y de las populares no calificadas o marginales. La caída de planes sociales merced a la expansión del empleo formal, el acercamiento de segmentos más altos de clases populares a clases medias, y la mejora en los ingresos y consumo, así como en la módica mejora en los indicadores de equidad o de distancia interclases, son los rasgos que deja la década posneoliberal. Se reduce la movilidad espuria (es decir ascenso ocupacional sin correlato de mejoras en ingresos y condiciones de vida) que había caracterizado la década de los noventa con ascenso ocupacional pero deterioro de nivel de consumo e ingresos para segmentos populares y de clases medias. No obstante, otro rasgo de la década posneoliberal es que se amplía las distancias dentro de las clases populares: mejoran más los trabajadores formales calificados que el resto de las clases populares. El papel del poder reivindicativo sindical y de la negociación paritaria salarial es clave en este punto.
La cuestión indígena-indiana a la luz del análisis de clases.
Las revueltas indígena campesinas en las primeras 3 decadas del S. XX que asolaron Mexico, Chile, Colombia y centroamerica sumados a la influencia del marxismo indigenista social de Mariátegui en Perú  y de Tristán Marof en Bolivia (ambos estimulados por el interés de Marx por la comuna rural rusa), posicionaron la cuestión del Indio como central en el pensamiento social latinoamericano. El primer reflejo fue desplazar el problema hacia la cuestión de la tierra y el gamonalismo o el latifundio y también a la cuestión de la necesidad de los estados independientes de operar una modernización en un marco de integración e identidad nacional. El peruano Manuel G. Prada señala tempranamente la opresión no de raza sino de expropiación y explotación. Mariategui apunta al socialismo desde un vanguardismo indígena que toma de base la comunidad agraria indígena para darle una dimensión mítica al proyecto socialista. La “asombrosa persistencia comunista” de estas comunidades  y su capacidad de resistencia al capitalismo es motivo de atracción teórica ya que provee una solución al problema de la clase obrera reducida y el atraso productivo con coexistencia feudal y comunitaria. La “Campesinización” como solución de integración nacional y modernización al mismo tiempo se ve nítida en la experiencia de la reforma agraria en Perú de  V. Alvarado y el relativo fracaso de su intento de cooperativas bajo dirección estatal. La instauración del “dia del campesino” muestra el intento de recrear una identidad agraria-andina campesina que se ve como una revalorización frente a la devaluada identidad indígena ancestral. En Argentina se observa lo nacional popular  del peronismo y sus ambigüedades: integración socioeconómica y ciudadana pero rechazo a la identidad y las marcas culturales disonantes de la modernidad. Históricamente en la argentina lo mestizo se contrapone  a lo europeo y lo indígena queda como exterioridad total o “periferia de periferia”. La Evita indígena del escultor Vitullo ocultada en París es el ejemplo de las ambivalencias del peronismo.
El extraordinario sociólogo marxista boliviano Zavaleta Mercado plantea con sencillez y maestría la necesaria articulación entre la lucha de clases y la cuestión nacional. La nación, la lucha por la nación, está atravesada por la cuestión de las clases “nacionales” enfrentadas a las clases oligárquicas extranjerizantes. El campesinado, el proletariado minero y las capas medias e intelectuales tienen sus propias contradicciones pero no pueden defender sus intereses sin enfrentar al imperio encarnado en mineros y latifundistas y tomando a su cargo la tarea de unificar un estado nación moderno. El papel central del proletariado minero,  las fragmentaciones de campesinos y las confusiones y oscilaciones de las capas medias en este proceso son  una forma de describir la dinámica de las “clases nacionales”.
Diaz Polanco descarta que el problema nacional pudiera ser interpretado como un asunto transitorio y, en tal sentido, secundario para el análisis de clases. Describe tres posiciones teóricas erradas al respecto: “sustitucionista” de la etnia por la clase basada en la falta de significado hitórico y económico de la raza ante procesos como la expansión del capitalismo; “purista” de etnicidad separada de la cuestión material de las clases; “evolucionista” de paso de la etnia y la servidumbre a la clase y el proletariado urbano y rural.
Propone en cambio diferenciar “etnicidad” (dimensión universal a todos los grupos humanos) de los grupos étnicos: la etnicidad es un nivel del análisis de constitución histórica de clase insoslayable aquí y en Europa o EEUU. Aclara que las identidades étnicas mismas también están sometidas a la dinámica de las luchas clasistas y la evolución histórica, ya que no son primordiales o sustancias inmutables.
Quizás la gran contribución de este autor es que la base de la pretensión de crear un estado nacional propio es la comunidad de la etnicidad que contiene las contradicciones clasistas. La nación puede articularse a partir de la etnicidad, la lengua y la cultura compartida. Es la base de unificación para la autodeterminación en una nación que contiene los antagonismos de clase en pos de un espacio común de expansión de los intereses particulares de las mismas. La “regionalización” supone que las etnias en su movimiento crean su propio espacio de acción desbordando fronteras prestablecidas.
Quijano y la colonialidad del poder  es un texto clásico. El régimen del control de trabajo en nuestra A. Latina está racializado en la colonia. El indio se lo ve como indigno de salario y por ello se le concede la responsabilidad de su propia reproducción lo que le permite cierta persistencia comunitaria y autonomía. No hubo feudalismo sino explotación sin paga en la encomienda y a través de los impuestos.
Las burguesías dependientes.
Svampa retoma los debates sobre el capitalismo colonial y la dependencia, el desarrollo asociado, la burguesía nacional o las burguesías locales. El análisis de los estudios latinoamericanos muestran que capitalismo no era sinónimo de modernización: la servidumbre y la esclavitud no tenían nada de feudales y todo de capitalistas: la acumulación en torno a la producción de  exportables baratos y en torno a los mercados internos que se le asociaban necesariamente, no liberaba la fuerza de trabajo sino al contrario. Así se generalizan los diagnósticos de un raquitismo de capitalismo moderno como realidad inacabada y perpetua promesa. Se observan la ausencia de unidad orgánica de clases dominantes: siempre termina en la imposición del sector de enclave bajo control imperial. “Capitulacionismo” burgués y “lumpenburguesía”  solo capaz de un “lumpendesarrollo” se multiplican en los textos. El desarrollo “asociado” junto con la necesidad de control del aparato estatal y los diversos “estilos de desarrollo” muestran que sin embargo la burguesía local está lejos de ser un mero apéndice de los intereses multinacionales.

TRABAJO PRÁCTICO

1)De acuerdo a su tema de trabajo seleccione al menos una cuestión de corte extraclasista (género, etnicidad, edad) e intente enriquecer el análisis.

2)Intente introducir la cuestión de la heterogeneidad y la fragmentación de las clases populares o medias en su tema.   

miércoles, 12 de junio de 2019

Texto de apoyo y TP Unidad 4 (colgar antes del 21/6)


Texto de Apoyo Unidad 4- Debates y problemas del análisis clasista de la acción colectiva

Uno de los aspectos más frecuentados en el análisis sociológico es el de las dimensiones clasistas de la política y la movilización colectiva. Para la sociología clásica del siglo XX, política y poder eran fenómenos clasistas por excelencia. Partidos políticos y sindicatos tenían sus propias bases sociales socioeconómicamente identificables que expresaban intereses, ideas y prácticas homogéneas.  Fenómenos posteriores como el llamado “desclasamiento del voto y de las preferencias ciudadanas” y la pérdida de identidades basadas en el trabajo y la producción plasmadas en partidos políticos y sindicatos fueron limando el carácter clasista de la política y la lucha por el poder en sentido amplio. Como vimos al estudiar a los posestructuralistas o a Laclau, la política se convierte en un fenómeno discursivo que no necesariamente responde a un patrón de posicionamiento de intereses materiales y condiciones materiales de vida. Otros teóricos inspirados en el marxismo han innovado en variantes conceptuales para retener la centralidad del abordaje clasista. Es el caso de E. Olin Wright en el texto “Clase y política” (1995: 239-259) en donde se plantea la incidencia de clase en tres niveles del análisis político: situacionales, institucionales y sistémicos.
La clase y la lucha de clases moldean la política pero a través de diversos niveles de ejercicio de los poderes clasistas. En el nivel más inmediato o “situacional” el detentar el control o disposición de ciertos bienes estratégicos permite ejercer directamente un mando sobre otros. La burguesía puede coercionar, presionar o simplemente “comprar” o “persuadir” funcionarios, legisladores, etc.
En un nivel más mediato y complejo, el poder que se ejerce es “institucional”: no es tanto el mando y lo que se quiere imponer como el control de lo que son opciones válidas o legítimas. Es el poder de controlar la agenda de decisiones y de descartar opciones alternativas. Finalmente hay un poder de base o largo plazo que se denomina “sistémico”, y alude a un sesgo que tiene la forma de organización y distribución de recursos de poder que permite ahorrar esfuerzo en controlar agendas y dar órdenes. Sería el poder incorporado a las reglas; es el poder de fijar  la naturaleza del juego  de manera favorable.
Los capitalistas tienen enormes recursos financieros y contactos, influencia directa en funcionarios, medios, etc. y una desproporcionada capacidad de conducción política. Pero en este punto sus intervenciones son siempre ajenas al interés del conjunto de la burguesía y se suelen contrarrestar recíprocamente. Los funcionarios y elencos políticos disponen de amplios recursos y de la miopía y apatía de la burguesía fragmentada.
La dimensión institucional del estado capitalista muestra el poder “negativo” de las clases dominantes: garantizar lo que no debe suceder. El estado no puede interferir con la acumulación privada sin afectar sus fuentes de financiamiento. El voto individual con representatividad  por territorio  (y no por función) licua el poder de las clases subalternas impidiendo focalizarse en aspectos estratégicos, lo que permite que dichos aspectos sean excluidos de la agenda pública.  
El efecto de poder sistémico reposa en la dependencia de intereses del resto de las clases de la acumulación de capital. En la medida que los intereses del conjunto se articulan a la acumulación, mayor es el sesgo hacia reglas que favorezcan dicha acumulación.
El breve texto de Harvey sobre el significado del poder clasista en el neoliberalismo muestra algunas de estas cuestiones en la historia más reciente del capitalismo. Hay cambios en la composición de las clases dominantes, la financiarización y el control de los mecanismos monetarios, cambiarios y bursátiles se convierten en estratégicos y subordinan al tradicional gobierno de los medios de producción y la inversión productiva. Las mismas empresas productivas se financierizan y extraen su ganancia no tanto de la explotación del trabajo como de las oportunidades de valorización rentística y especulativa, que requieren también fuerte intervención y control sobre la regulación estatal de mercados y sectores de actividad. Asimismo se cambia la relación entre accionistas y managers o altos ejecutivos y las estrategias de acumulación por medios financieros configura una nueva gran burguesía con fuerte inclinación a la intervención política. Los fenómenos de concentración personal de la riqueza y la diversificación financiera de la misma hacer que las viejas distinciones entre fracciones productivas, comerciales y bancarias se vayan haciendo anacrónicas. Los nuevos magnates aúnan estrategias financieras, monopolización de servicios (especialmente de comunicación) o bienes de alta tecnología y fuerte influencia estatal…¡¡¡sobre múltiples estados!!!
El capitalismo financiero global está fuertemente politizado: el control de los procesos decisionales es también un recurso estratégico de la acumulación, ya que define oportunidades de rentas, de transferencia de costos, de acaparamiento de bienes naturales, etc. Cualquiera puede darse cuenta que las políticas de “valorización financiera” dependen de decisiones monetarias y cambiarias estatales y no de “tendencias” de los mercados.

Otro de los núcleos en debate de la teoría contemporánea de las clases es la relación con los procesos y fenómenos de movilización social. A partir de fines de los ’60 el surgimiento de nuevos actores del conflicto social en el capitalismo avanzado (feminismo, pacifismo, ecologismo, contracultura juvenil) derivó en una progresiva pérdida de valor explicativa para la lucha de clases. Teóricos como A. Touraine van a caracterizar a las sociedades de un lado al otro de la cortina de hierro como sociedades posindustriales en donde no se trata tanto de controlar el proceso de producción material y la explotación de la fuerza laboral, como de gobernar las dimensiones subjetivas de la existencia humana. Los bienes estratégicos son aquellos que permiten el control de la apropiación del “sentido histórico”, de la historicidad y por tanto son los principales moldeadores de los “estilos de vida”, de las “sensibilidades” culturales, y de las “necesidades” humanas. Así el control de los deseos, el conocimiento, la información y las aspiraciones de individuos y colectivos pasa a ser el objeto fundamental de la lucha social. Para este tipo de luchas Touraine considera que la categoría de “movimiento social” es la más adecuada porque opera a nivel de la historicidad y no a nivel de la distribución material como es la de clase social. En el capitalismo avanzado la disputa no está entre proletarios y burgueses sino entre una tecnocracia corporativa público privada y los movimientos sociales que disputan el sentido de vivir en sociedad.
Ha habido todo tipo de lecturas sobre el tema: aquellos que ven clase y movimiento social como conceptos incompatibles (ver el texto de Galafassi, por caso); aquellos que intentan una complementariedad (ver el texto de Gomez). Algunos que tienden a reducir los movimientos sociales contemporáneos a explicaciones dentro del clivaje Capital/Trabajo (“la explotación de la mujer”, “del negro”, “la renta medioambiental”, etc.) otros que sostienen criterios multimodales y ven la racialización o el patriarcado como fuerzas que dominan el capitalismo.
En el texto de Gomez (2014) se pueden ver los sesgos clasistas en los fenómenos de organización, acción e identificación colectiva. Cada grupo social tiene su propia forma de organizar y plantear la lucha y esa forma no puede separarse fácilmente de las condiciones materiales de vida. En el texto de Di Marco sobre el pueblo feminista también se observa que las luchas contra la exclusión social protagonizadas por las mujeres piqueteras y el acoplamiento de demandas como la legalización del aborto a las de inclusión económica en los primeros años de este siglo, significaron un cambio y un impulso decisivos en la conformación del movimiento feminista. Clase y género no pueden separarse fácilmente en los procesos de movilización colectiva.

Trabajo Práctico Unidad 4

1)    Piense en su tema de trabajo e identifique empíricamente los posibles nexos entre clase y movilización. ¿Cuáles serían los aspectos clasistas o no clasistas de la movilización en estos casos?.
2)    Piense en su tema de trabajo y busque las dimensiones políticas que lo atraviesan: intente identificar los componentes situacionales, institucionales y sistémicos de los poderes clasistas involucrados en su tema.


lunes, 20 de mayo de 2019

Texto de apoyo: Holloway, Laclau, Zizek, Meiskins Wood.


Texto de Apoyo: Neomarxistas, posmarxistas y otros…

John Holloway es uno de los fundadores de la corriente que se conoce como Marxismo Abierto, ésta no es una escuela científica o filosófica  en los términos académicos tradicionales.  Se opone al marxismo soviético, que convirtió al marxismo en una teoría de Estado, como también al marxismo estructuralista (apologético de la realidad existente). Para esta corriente lo importante no es lo científico, sino la crítica. La crítica ad hominen, es decir dar una base humana al contenido de la crítica. Y para eso es necesario “dudar de todo”, hasta del propio Marx, ya que también era humano. Por ello se abocan a leer nuevamente sus textos y, a dudar de ellos. Y la duda tiene un contenido explosivo. Solamente los que dudan de la apariencia del mundo pueden llegar a conocer realmente el mundo[1].
Para JH el capital es una relación social y, por lo tanto, también la clase lo es.  Por ello es tan importante indagar la distinción entre fetichismo y fetichización, ya que esa diferencia permite tener una visión del mundo en términos de dominación o en términos de lucha.  Si el fetichismo es un hecho establecido con el nacimiento del capitalismo y continuarán existiendo hasta que éste sea destruido, las categorías del marxismo son entendidas como categorías cerradas, categorías que establecen el funcionamiento de un modo de dominación. En cambio, si el fetichismo es visto como un proceso de fetichización, es decir, que las relaciones sociales están y no están fetichizadas, su producción y reproducción es un proceso antagónico en el cual la fetichización de dichas relaciones, se opone siempre a tendencias fetichizantes. En este caso, la dominación capitalista es la lucha por fetichizar, por lo tanto fetichización y lucha no pueden ser separadas.
Esto es central para el concepto de clase, ya que la mayoría de las miradas sobre la clase se basan en el presupuesto de que las formas fetichizadas están preconstituidas. La relación entre capital y trabajo se toma como si fuera una relación de subordinación. Por ello, la lucha de clases implica, definir primero a la clase trabajadora y luego ver si lucha y cómo lo hace. En este enfoque la clase obrera, es definida de esta manera por estar subordinada al capital y una vez definida puede ser identificada como un grupo particular de personas, factible de ser tomada como objeto de estudio.
Para JH de aquí surgen una serie de problemas: hay una cuestión de pertenencia ¿pertenecemos los docentes a la clase trabajadora? ¿pertenecen a ella los movimientos sociales? ¿las feministas, son parte de la clase trabajadora?. El segundo problema, es la propia definición de las luchas, ya que de la clasificación de los grupos que integren la clase se derivará la caracterización de sus luchas: la definición de clase especificará el antagonismo que el que define percibe o acepta como válido. Al definir la clase trabajadora, se la constituye en un “ellos”.
En cambio, si se asume que la fetichización es un proceso, cambia nuestra visión de la clase. Desde este punto de vista, el capitalismo es la generación siempre renovada de la clase, la siempre renovada clasificación de las personas[2]. La existencia de las clases y su constitución no pueden estar separadas: decir que existen clases es decir que se encuentran en proceso de estar siendo constituidas.
La constitución de clase debe ser vista como la separación del sujeto del objeto. El capitalismo es la diaria repetición de la separación violenta del objeto respecto del sujeto, el diario arrebato del objeto de su creación, pero también de su acto de creación y de su creatividad, de su subjetividad, de su humanidad. Este arrebato, esta separación no es una característica específica del momento de la acumulación originaria, es el corazón mismo del capitalismo. Por lo tanto, la lucha de clases es la lucha por clasificar y contra ser clasificado, al mismo tiempo que, inseparablemente, la lucha entre clases constituidas. Es un incesante y diario antagonismo entre alienación y desalienación, entre definición y antidefinición, entre fetichización y desfetichización. No se lucha como clase trabajadora, se lucha en contra de ser clase trabajadora, en contra de ser clasificados. No habría nada positivo en ser miembros de esta clase, en ser ordenados, separados de nuestro producto y de nuestro proceso de producción, de ser separados de nuestra humanidad.
Cómo funciona el trabajo en la clasificación. El trabajo puede ser entendido como trabajo alienado (labour) o, de manera más amplia, como actividad voluntaria y creativa (work). El trabajo (alienado) es la producción de capital y la producción de capital es la producción de clases, la clasificación. La producción de capital es, además, producción de plusvalía, explotación. Si no hubiera explotación, no habría producción de clases. La explotación no es solo la explotación del trabajo, también es la transformación de la creatividad humana en trabajo,  la simultánea de-subjetivación del sujeto, la deshumanización de la humanidad. Lo central entonces, no es el trabajo (alienado), es la creatividad, la cual existe incluso dentro y más allá del trabajo alienado. Comenzar desde el trabajo (como en los estudios sobre el trabajo o el debate sobre el trabajo) es encerrarse en un mundo fetichizado, donde cualquier proyección de un mundo alternativo aparece como pura fantasía.
JH señala que el capitalismo requiere una subordinación cada vez más completa de la humanidad, una clasificación cada vez más profunda de la existencia, es decir, si la explotación y la deshumanización que ésta implica no se intensifican constantemente, ha crisis. La crisis entonces es el resultado de la resistencia general al impulso del capital hacia una subordinación cada vez más profunda de la humanidad. Por ello, lo que existe como resistencia a este avance del capitalismo, no es nuestra existencia como clase trabajadora, sino nuestra lucha en contra de ser clase trabajadora.

Laclau tiene una mirada totalmente diferente. En primer lugar, para su enfoque teórico es central la noción de discurso, ya que todo sistema de significación sigue un modo discursivo. Para ello se debe tener en cuenta que entender un término significa entender la diferencia con otros términos. Es decir, la significación siempre va a estar ligada a la noción de diferencia.  Asimismo, hace falta definir los límites, porque si no en un sistema demasiado grande, cada término no va a significar nada.  La posibilidad de un sistema de significación depende de sus límites. Pero para definir un límite necesito saber qué es lo que está más allá del límite. Lo único diferente fuera del sistema es aquello que está excluido del mismo sistema.
Toda identidad es algo diferente pero también equivalencial. Son equivalentes en cuanto a su rechazo común a la identidad excluida. Por ejemplo, en el actual gobierno neoliberal, hay varios grupos diferentes que se encuentran excluidos de él: los trabajadores informales, los científicos, los docentes universitarios, los pequeños productores, los mapuches, los trabajadores, etc. Todos son diferentes, pero son equivalentes en cuanto a su hostilidad común con el gobierno macrista. Desde el punto de vista de cada uno, son diferentes, pero desde el punto de vista del régimen son equivalentes.
Si uno de estos elementos, sin dejar de ser un elemento en particular, asume la representación de la totalidad, es una relación hegemónica.  Todas las demandas deben encontrar un denominador común, pasando a ser la demanda de algo más amplio, es decir, pasa a ser la demanda hegemónica.  Esa demanda se transforma en el significante vacío. Un elemento tiene que deshacerse de las características específicas para representar la totalidad. El pueblo, según Laclau, se constituye cuando hay una cadena de equivalencias en las demandas. “El pueblo” no constituiría una expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales; es decir, el pueblo es una forma de constituir la unidad del grupo.
Existen dos tipo de oposiciones, la oposición real: A distinto a B (ej.: el choque de dos autos, cada una de los elementos tiene una entidad propia y diferente), la oposición lógica: A - no A (Ej.: esto es un lápiz, esto no es un lápiz). Laclau rechaza que las estructuras estén definidas por la oposición lógica. Entre el capital y trabajo existe antagonismo, pero hay que buscarlo en las construcciones discursivas. Las reacciones ante las adversidades pueden ser diferentes no dependen de las estructuras. Las clases existen, pero son sólo un discurso más, que no necesariamente es antagonista. El mero monopolio del discurso no genera de por sí el triunfo del antagonismo. El discurso no es autosuficiente. Todo discurso tiene un límite. Además hay hechos que ocurren que los discursos no logran verbalizar.
Laclau tiende a poner al discurso en el lugar que los marxistas ortodoxos le daban a la estructura. Pero los discursos que son verdaderamente importante son aquellos que cambian el discurso.
Para finalizar de definir el populismo se deben tomar en cuenta tres aspectos:
1.       Por “populismo” no es un tipo de movimiento sino una lógica política. La lógica social es entendida como un sistema de enunciaciones, de reglas donde algunos objetos son representables y otros son excluidos. Las lógicas políticas están relacionadas con la institución de lo social y éstas surgen de las demandas sociales y, por lo tanto, son inherentes a cualquier proceso de cambio social. Este cambio se produce mediante la articulación de la equivalencia y la diferencia y el momento equivalencial presupone un sujeto político global que reúne un conjunto de demandas sociales. Y esto a su vez implica la conformación de nuevas fronteras internas y la identificación de un “otro” institucionalizado.
2.       Si la construcción del pueblo es una construcción radical, la heterogeneidad de las demandas va a seguir existiendo. El momento de la unidad se dará en el nivel nominal y no en el conceptual y por ello los límites de las demandas que va a abarcar y las que va a excluir se van a desdibujar y van a dar lugar a un cuestionamiento permanente. Por ello, un discurso populista siempre va a ser impreciso y fluctuante. También hay que tener en cuenta la cuestión del afecto, éste significa una discontinuidad radical entre un objeto y otro.
3.       Sólo cuando una demanda particular no está satisfecha es que puede establecerse la solidaridad con otras demandas insatisfechas, es decir sin la presencia activa de lo particular no podría haber cadena equivalencial.
En su crítica a Laclau, Zizek lleva adelante una significativa defensa de un retorno a la politización  de la economía, contra los teóricos que descartan su prioridad política proponiendo que no hay otra más importante o fundamental. Esto no supone una defensa del determinismo económico, ni una defensa dogmatica de la lucha de clases. De esta manera critica las posiciones teóricas de quienes se olvidan o dejan de lado la lucha anticapitalista y se contentan con una lucha reformista por ampliar derechos, radicalizar la democracia y corregir un poco la distribución del ingreso.
Por ello realiza una crítica al culturalismo. Todas las reivindicaciones que son, según Z culturales (feminismo, ecologismo, etc.) en última instancia lo que han hecho es naturalizar y consolidar el capital. Y esto es no ir a la raíz de los problemas de nuestra época.
Con respecto a la discusión con Laclau, habría que señalar que se oponen dos posiciones. Una que señala que es necesario partir de las diferentes luchas sociales, de la pluralidad de las luchas sociales, que sería el caso de Laclau. Es decir, las grietas del sistema se diseminan y generan un malestar difuso. En cambio Zizek que, más allá de esa pluralidad de descontentos, más allá de estos movimientos plurales y diversos, hay una fuerza prioritaria que sería la de la clase obrera. Se podría resumir de la siguiente forma: primacía, prioridad o privilegio de la clase trabajadora versus diferentes movimientos sociales y luchas dispersas y fragmentadas. La tesis de Zizek es que justamente por no dar el paso al concepto de clase, esas luchas terminan siendo inoperantes, funcionales al sistema. La lucha del ecologista que quiere tener manzanas ecológicas termina siendo funcional y estructural del sistema. La lucha feminista que reivindica una identidad femenina y que aísla ese movimiento en relación con otras luchas también se termina convirtiendo en una defensa progre de un feminismo elitista que deja de conectar con otras luchas. Y así sucesivamente.
Otra diferencia central entre ambos autores es entre la posición que parte de la pluralidad o que trata de construir la totalidad, la cartografía de totalidad, desde las diferentes luchas sociales y el planteamiento que ya de entrada se ubica dentro de una cartografía de la totalidad. La forma de entender la totalidad en un marco u otro. Para ello es importante recordar el concepto de hegemonía gramsciano, que implica la articulación de un bloque histórico entorno una clase dirigente y no la simple adición no diferenciada de la categoría de descontentos. La necesaria formulación de un proyecto político capaz de solucionar una crisis histórica de la nación y del conjunto de las relaciones sociales. La distinción La discrepancia entre Zizek y Laclau se debe al lugar protagónico o no de la clase. Si esas luchas sociales o esa articulación de las luchas sociales tienen que sintetizarse bajo el paraguas de la clase o si más bien hay que luchar y hay que hacer política desde la articulación de diferentes malestares o descontentos. Como vimos para Laclau la categoría de clase no es imprescindible, sino la multiplicación de las identidades representadas por los nuevos movimientos sociales e escribiéndolos en una cadena enumerativa, el proletariado pasaría a convertirse en un simple eslabón de la cadena y por lo tanto, perdería su papel protagónico. Señala que la aparición de los movimientos sociales han quebrado de manera irreversible el privilegio de la clase trabajadora para liderar el proceso. Zizek no entiende que haya que dar ese paso hegemónico, porque considera que tal paso le hace el caldo gordo al capitalismo. Piensa que abrir el espacio hegemónico, al estilo de Mouffe y Laclau, es erróneo porque ésta apertura nunca logra convertirse en una lucha realmente anticapitalista, y por tanto legitima y actúa como distracción a la espera de una política que se ocupe de lo realmente importante: la lucha de clases. Por esto dice Zizek: no acepto que los distintos elementos que se producen en la lucha por la hegemonía sean en principio equivalentes. Es decir, no acepto que la lucha GTBI, la lucha feminista sea comparable a la lucha de la clase trabajadora. Si se soluciona la lucha de la clase obrera se terminarán arreglando las luchas restantes. Siempre habrá un elemento, o una parte de la cadena, que la sobredetermine. Ésta contaminación del universal por el particular es más fuerte que la lucha por la hegemonía. Zizek señala que todos estos nuevos movimientos sociales y culturales, y todas sus reivindicaciones, al ser reivindicaciones de estilos de vida ya enmarcados por el sentido común del capitalismo, no ayudan a salir de él.  No se puede promover ninguna articulación de malestares que pueda generar un cambio social, porque toda esa articulación, en tanto que cultural, no hace otra cosa que reforzar el sistema. Tal situación se produce porque el sentido común, el sentido ideológico, ya está determinado por el capitalismo.
Por su parte, Meiksins Wood realiza una crítica a lo que llama “nuevo socialismo verdadero” (NSV) representado por autores como Laclau y Mouffe,  Hindess y Hirst y Stedman Jones que señalan que es la estructura discursiva del lenguaje político la que concibe y define el interés en primera instancia. Ellos afirman que los intereses materiales no existen de manera independiente, sino que se construyen a partir de la ideología y de la política, esto supone que los intereses materiales como tales no existen y tampoco existiría el concepto de clases. Pero MW señala que aún cuando no exista ningún tipo de ideología, programa o lenguaje político identificado con los intereses de los trabajadores, esto no cambia la naturaleza explotadora de la relación, ni tampoco cambia que sea mejor no ser explotado que serlo. Por ello, si los intereses materiales existen, queda el problema de cómo puede traducirse en términos políticos.
Según los pensadores del NSV históricamente ha habido una escasa conexión entre las condiciones materiales y las fuerzas políticas y si han existido ha sido de manera coyuntural. También dan a entender que no es necesaria la existencia de una conexión entre las condiciones materiales y las fuerzas políticas. Y además no parece haber objetivos políticos que exijan la movilización de fuerzas políticas basadas en clases sociales. Es decir, dado que las clases no tienen intereses y no son actores políticos, es posible elaborar una estrategia socialista sin hacer referencia a los intereses y a la lucha de clases. Si analizamos las luchas históricas de la clase obrera ¿hace falta aclarar que los trabajadores tienen un interés por no ser explotados? o ¿qué tal interés entra en conflicto con los intereses de los que lo explotan? La ausencia de discursos de clase explícitos no es la prueba de una ausencia de realidades clasistas y de los efectos que esto tiene en la formación de sus condiciones de vida.
Para MW la propuesta de no correspondencia entre la política y las condiciones económicas no logra desafiar el principio de que el camino para llegar al socialismo es la autoemancipación de la clase obrera por medio de la lucha de clases.


[1]  Bonnet, Holloway y Tischler (comp.) (2005): Marxismo Abierto: Una visión europea y latinoamericana. Tomo I, Ediciones Herramienta, Buenos Aires.
[2] “El proceso capitalista de producción, considerado en su interdependencia o como proceso de reproducción, pues, no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el capitalista, por otro el asalariado”. Marx, K.  El Capital, Vol.I Siglo XXI editores, México.

viernes, 10 de mayo de 2019

TEXTO DE APOYO UNIDAD 3

La impugnación posclasista o las muertes de la clase

En esta Unidad vamos a repasar los principales argumentos en contra de la vigencia o validez de la categoría clase social.

En el texto mío se hace un repaso abreviado de 3 causas de muerte:
                 a) Epistemológica, en tanto que los conceptos colectivos son maneras de hablar que no aluden a entidades reales, lo que reduce el lenguaje de clase a agregados estadísticos útiles pero que excluye la posibilidad de asignarle acciones o identidades.

                 b) Ideológica, en la crítica de raíza anarquista la clase aparece como la prisión conceptual del proceso de transformación social en solidaridad con los conceptos de Partido y Estado. Sería un concepto de pretensión totalitaria y mesiánica.

                 c) Sociohistórica: un cúmulo grande de procesos históricos desde fines del siglo XIX que van desmintiendo los pronósticos y las explicaciones en términos de clases: aparición de las clases medias, despolarización de la estructura social, proliferación del sector gerencial y técnico-profesional, alteración de la propiedad privada al convertirse en flujos accionarios por los cuales hasta los mismos trabajadores tienen acceso a la propiedad de los medios de producción.

La literatura habla de 4 grandes tendencias al desclasamiento en el capitalismo avanzado contemporáneo:

                 - el desclasamiento del voto y de las preferencias políticas e ideológicas ciudadanas;
                 - el cambio en la estructura económica a favor de los servicios y la información en vez de la industria y el trabajo manual (posindustrialismo);
                  - el cambio en la organización del trabajo con mayor implicación de los trabajadores y reducción de la carga manual y aumento de la mental (posfordismo); y
                 - el progresivo incremento del valor cultural e identitario del consumo y la educación como fuentes de identidad individual y colectiva lo que deja a la clase como débil estructurador de la conciencia (posmodernismo).

Crompton señala las dificultades de la sociología académica para alcanzar conceptos precisos y diferenciar clase de estructura ocupacional. El empleo se flexibiliza, las personas rotan permanentemente y tienen pluriempleo, las ocupaciones se redefinen por la aceleración tecnológica, avanzan los servicios a expensas del trabajo manual, etc. Además la estructura ocupacional lábil no explica por sí porqué la ocupación de lugares sigue patrones de género, raza, nacionalidad, edad, etc.
Aparecen fenómenos como el trabajo no manual degradado y rutinario descualificado y la “movilidad aparente o espuria” (mejor ocupación, pero iguales o peores condiciones de paga, protecciones y carga laboral).

El papel de la mujer es también un problema teórico y metodológico: su incremento espectacular en la composición de la fuerza de trabajo obliga a redefinir al hogar como unidad de análisis de clase, la pertenencia de clase no está tan nítidamente en la cabeza de familia, sino que es una construcción más compleja. Aparecen nociones borrosas como “clase conyugal” y problemas para asignar clases en hogares con doble inserción ocupacional contradictoria.

Por otra parte dentro mismo del marxismo aparecen corrientes posmarxistas/posestructuralistas que renuncian a la “objetividad” de los intereses y pasan a considerar que las identidades e intereses se constituyen en el “discurso”. El concepto de clase queda carente de fundamento “estructural” y avanzan nociones como pueblo y movimientos sociales que enarbolan nuevas formaciones discursivas en torno a demandas “no clasistas” ambientales, identitarias, de género, estilos de vida, etc. Lo mismo hacen los movimientos conservadores de nueva derecha: familia, valores religiosos, tradiciones nacionales, etc.

La estructura social se llena de posiciones ejercidas por empleados asalariados que cumplen funciones de control y dirección del resto de la fuerza de trabajo, son explotados al tiempo que auxilian a la explotación.  La llamada “clase de servicios” es leída como conservadora por algunos y como impulsora del capitalismo “desorganizado” por otros.

Se hace patente un déficit en la teoría de la acción de clase: la secuencia ESTTRUCTURA-FORMACION SOCIODEMOGRAFICA – CONCIENCIA – ACCION O LUCHA, está viciada por la evidente influencia de factores como el consumo, los estilos de vida, el estatus, los procesos de segregación urbana de bases étnicas, las creencias culturales y religiosas, las distintas tradiciones o experiencias organizativas y de lucha colectiva, etc.

Se perfila una estructura de clases mucho más compleja que la dicotómica o la gradacional simple: una elite de poder concentrado que acapara los bienes estratégicos, una clase media profesional experta que gestiona y administra, una clase media rutinaria y descualificada crecientemente feminizada, una clase obrera heterogeneizada  que mezcla trabajo manual y no manual, precarizada y geográficamente dispersa, y una “infraclase” dependiente de asistencia pública y privada de derechos y bienestar mínimos.

Los textos de Furbank y de Pakulski son importantes porque exponen posiciones radicales de rechazo a la utilidad de la categoría clase como instrumento de análisis científico riguroso. Furbank opta por un enfoque cultural de los usos sociales del nombre clases como medio de diferenciación social en la cotidianidad de la vida histórica y le resta toda posibilidad a su conversión en categoría sociológica que pueda develar la “objetividad” de las relaciones sociales. La clase es una manera de hablar intencionada que produce el placer de la diferenciación de los otros.

Pakulski parte del análisis de la complejidad multifactorial de los procesos de diferenciación social del capitalismo contemporáneo y de la extrema inestabilidad dinámica de los mismos para concluir que una categoría estática como clase no puede ayudarnos. 

En mi libro y en la ponencia sobre las miserias del marxismo y el weberismo van a encontrar un argumento de inconsistencia lógica interna del concepto de clase tal como aparece en el paradigma fundacional. Por un lado, la ambiguedad de origen que no logra romper claramente con el concepto de estamento. Marx todavía es tributario de atribuirle a la clase un caracter cerrado de estamento.
Por otro lado, la sociología académica toma 3 axiomas del concepto de clase que se contradicen entre sí: el caracter formalmente abierto de las clases, los mecanismos de coerción impersonal que asignan posiciones a los agentes, y el papel explicativo central del cambio social e histórico.
1) Golpea los ojos la evidente incongruencia de "grupo formalmente abierto pero fácticamente cerrado".
2) Si las clases son colectivos producidos por efectos distributivos "forzados objetivamente", no podrían constituir colectivos efectivamente abiertos y si se mantiene que son colectivos abiertos, no tendría sentido explicarlos por distribuciones forzadas por criterios objetivos.
3) Si las clases son colectivos potencialmente privilegiados para explicar el cambio, entonces en algún punto inciden sobre las fuerzas objetivas como determinantes y así estas fuerzas dejan de ser "objetivamente” determinantes, ya que estarían expuestas a lo determinado. Si las clases son elementos históricos activos, no pueden ser objeto de explicaciones basadas en objetividades
y si son explicadas por fuerzas objetivas no pueden ser elementos históricos activos. 
4) La gran aporía del concepto "autofundamentado". Las diferencias "clasistas" son fundamentales para la explicación del cambio y el orden social. Si la vida social depende de ellas estamos ante un brutal pleonasmo, ya que lo que explica está incluido en lo explicado. La denotación de cambio u orden social en sentido estricto tiene por parte principal justamente la estructura de clases: ¿qué otra cosa distinta o más importante designa orden social que las diferencias que atraviesan la vida colectiva? 
Un mero examen de consistencia lógica entre los axiomas de las sugestivas y contradictorias herencias weberiano-marxianas, arroja que son nítidamente redundantes, paralógicas, autoexplicativas. 


TRABAJO PRACTICO (colgar antes del 7/6)

Elija algunos de los argumentos contra el análisis de clases e intente refutarlo o relativizarlos.

Elijan individualmente en parejas un texto de Zizek, Laclau, Butler, Holloway o Meiskins Wood para hacer un breve resumen, colgarlo en el blog, y exponer brevemente en clase el 17/5.

Elija un texto de Castells, Jelin,  Lash y Urry o Mason, para hacer un resumen colgarlo en el blog y exponerlo brevemente en clase el 24/5.

martes, 16 de abril de 2019

Texto de apoyo y Trabajo Práctico Unidad 2. (colgar antes del 10/5)


Texto de apoyo Unidad 2
Los pantanos teóricos en que nos metieron Marx y Weber y los intentos posclásicos de salir (2da parte)

Ossowski (1969), un marxista polaco, es quien ha leído con mayor detenimiento el potencial explosivo de contradicciones sobre las clases que anida en la obra marxiana. Define al marxismo como una “exorbitante síntesis” omniabarcativa de múltiples disciplinas (sociología, economía, filosofía, historia, política); que mezcla una ética normativa de fines revolucionarios con explicaciones legaliformes positivistas de leyes de desarrollo histórico; que  combina tradiciones multiculturales europeas: economía inglesa, filosofía alemana, y socialismo francés.
Así, la dicotomía básica (burguesía / proletariado) del Marx dramaturgo-revolucionario de algunas obras se acompaña del delicado análisis de clases intermedias del Marx historiador o cronista social de su época.
Sin embargo, hay un criterio tricotómico sistémico en el punto de partida de Marx que sostiene  3 y solo 3 tipos de relaciones de la fuerza de trabajo con los medios de producción, que proviene del cruce del criterio de 1) posesión/desposesión de los medios de producción, con el de 2) si trabajan o no trabajan, con el de 3) si son explotados, explotan o ni uno ni otro.
 Si cruzamos el criterio 1 y el 3 tenemos el siguiente cuadro.

POSEEDORES MEDIOS PRODUCCION.

                      DESPOSEÍDOS
EXPLOTAN FUERZA DE TRABAJO


BURGUESÍA
NO EXPLOTAN FUERZA DE TRABAJO


INTERMEDIAS
VENDEN FUERZA DE TRABAJO Y SON EXPLOTADOS


OBREROS
NO VENDEN Y NI SON EXPLOTADOS



LUMPEN

Si cruzamos el criterio 2 y 3 tenemos el siguiente cuadro.

NO TRABAJAN Y EXPLOTAN



CAPITALISTAS
TRABAJAN Y EXPLOTAN


PEQUEÑA BURGUESIA CAPITALISTA
TRABAJAN Y NO EXPLOTAN


PEQUEÑA BURGUESÍA INDEPENDIENTE
TRABAJAN Y SON EXPLOTADOS



PROLETARIADO
NO TRABAJAN NI EXPLOTAN



DESCLASADOS

En Ossowski se observa que la combinación de criterios dicotómicos sistémicos tiene líneas de fuga no dicotómicas.
También hay fuertes contradicciones no resueltas en las elaboraciones sobre la lucha de clases: como lucha emancipatoria sempiterna de opresores minoritarios y masas oprimidas, o como lucha entre minorías competitivas por el poder. Engels en el prólogo a “Las luchas de clases en Francia” llega a reconocer por la evidencia histórica que las masas se involucran detrás de minorías, o sea que los oprimidos no son los que se enfrentan de manera directa por su liberación sino al servicio de clases minoritarias. Incluso para algunos marxistas las luchas de las masas oprimidas pueden obstaculizar la lucha progresiva de una minoría adelantada contra una atrasada.  Del mismo modo, la lucha de clases no es necesariamente reducida a luchas entre explotadores y explotados, sino que puede ampliarse a luchas entre intereses contrapuestos en sentido lato. Si la programática revolucionaria va hacia lo primero, los estudios históricos van hacia lo segundo.

Sobre este núcleo incandescente de cuestiones irresueltas el marxismo “occidental” ha derivado en diversas vertientes al combinarse con tradiciones intelectuales o influencia de disciplinas científicas: el estructuralismo, el historicismo y el individualismo metodológico han generado distintos modos de análisis marxista de la cuestión de las clases, de los cuales solo vamos a ver algunas de sus expresiones más reconocidas.
El griego Poulantzas discípulo de Althusser ha sido sin dudas el más brillante teórico de las clases dentro de la corriente estructuralista de los años 60 y 70. Abandona sin mucho ruido la definición leninista clásica centrada en el modo de producción, y dice que las clases no se constituyen en el campo de las relaciones estructurales, sino en el campo de las relaciones sociales, es decir, el campo de los efectos conjuntos de estructuras economico-político e ideológico. El concepto de clase social entonces no se corresponde con estructuras sino con prácticas, específicamente, prácticas de lucha en las que son decisivos dos conceptos específicos: intereses y poder.
Sin embargo, el papel de las estructuras sigue siendo una clave de análisis insoslayable a través de lo que él denomina la doble articulación del concepto de clases con las estructuras: las estructuras delimitan la capacidad de las prácticas de transformar las mismas estructuras. Las prácticas antagónicas donde se dirime poder e interés pueden agrupar a los agentes en clases y sus luchas cambiar la historia, pero solo hasta el punto en que las mismas estructuras (relaciones de producción y fuerzas productivas) las limitan.
Según este planteo las clases se constituyen en la lucha de clases integrando los niveles económico- político- ideológico, limitadas por las relaciones estructurales en cuánto agentes con eficacia histórica.   

El marxismo analítico del que ya hemos visto a E. Olin Wright, un autor importante recientemente fallecido y visitante en más de una oportunidad de nuestra facultad, ha introducido en el marxismo los principios del empirismo lógico, el individualismo metodológico y la teoría de juegos estratégicos. Las clases se definen por el tipo de estrategias que están obligadas a realizar al tener (o no tener) acceso a algún bien estratégico: los medios de producción, la tierra, los medios de crédito, los conocimientos y la tecnología, etc. Comprar y vender fuerza de trabajo, hipotecar o prestar bienes propios, o comprar y vender saberes o técnicas son los comportamientos que nos constituyen como clase. Son los intercambios no exentos de lucha y antagonismo los que definen las clases. En este contexto realizan su aporte para entender desde el marxismo el fenómeno de la despolarización de la estructura de clases y la emergencia de las llamadas clases medias, con sus “posiciones paradójicas”.

El artículo de Przeworski muestra que la imagen de la sociedad de clases del marxismo originario se basa en la homogeneidad de la masa amorfa de clases bajas a mitad del Siglo XIX  en que las posiciones respecto de los medios de producción coincidían con una segmentación nítida y catastrófica de la población entre ricos y pobres. La condición de propiedad definía per se la situación en la vida social.
Sin embargo, hacia fines de siglo XIX se puede observar una incipiente clase media (trabajadores no manuales, con pequeña propiedad, educación, etc.) que consume lo que no produce y la lucha de clases organiza el excedente con amplios grados de libertad respecto del proceso de acumulación capitalista. La determinación política ideológica de las clases medias a través de las luchas incide sobre los procesos de acumulación / distribución. Hay efectos continuos de las luchas por organizar la sociedad y no son sujetos continuos que emanan de realidades estructurales sino que se reconfiguran dinámicamente. Las clases en lucha son efecto de luchas de clases. Las luchas mejoran salarios y distribución de la propiedad inmueble, la educación y las pensiones, con ello se reconfigura la estructura de clases.  Las clases mismas se definen en torno a las luchas: lucha sobre clases en vez de lucha entre clases. ¿Las clases medias son parte o no de la clase trabajadora?, ¿son una tercer clase enfrentada con la burguesía y el proletariado?, ¿o son simples fieles servidores de la burguesía?, son cuestiones en torno a las que hay una lucha de clases.

Thompson es el principal historiador marxista británico conocido por revolucionar la historia obrera y popular, partiendo de la radical disociación entre la cultura y la política de los de arriba y los de abajo. Aboga por un reconstruir la visión histórica desde abajo. Entiende que la Clase “es definida por los hombres al vivir su propia historia” como única definición. Por tanto es una categoría histórica, aunque parte de supuestos de estructuras, determinantes objetivos, relaciones de producción. Es también una categoría heurística que permite organizar la base empirica de investigación histórica, sobre todo cuando “Clase” no es una categoría presente en la época ni usada por ningún agente histórico concreto.
Thompson reivindica a Marx en tanto respeta este carácter  histórico de clase,  pero no a Lenin que plantea una proyección geométrica de las relaciones de producción como única forma de constitución de clase. Rechaza el estructuralismo que prescinde de la historia en la formación de clase. Clase en su uso heurístico es inseparable de lucha de clases. Se ha prestado mucha atención a clase y menos a lucha, que es previo y mucho más universal. “No hay gentes que miran en derredor, encuentran al enemigo y comienzan a luchar. Se encuentran en sociedades estructuradas en modos determinados principal pero no únicamente por modos de producción; experimentan la explotación; identifican intereses antagónicos;  comienzan a luchar y en el transcurso se descubren como clases”. La conciencia es el último paso no el primero. La clase no está instantáneamente presente porque lo profese un modelo teórico. Es un gigantesco error creer que existen clases independientemente de sus relaciones y luchas, “no luchan porque existen sino existen porque luchan”. Las Clases acaecen al vivir los hombres y mujeres sus relaciones de producción y experimentarlas modelando la experiencia culturalmente. Clase se define a sí misma en su acontecer. No hay modelo universal de formación de clases.

Finalmente, no hay forma de evitar el abordaje de los autores más arraigados en el estudio de las clases sociales en los últimos 40 años que tienden a una convergencia entre los enfoques weberianos y neoweberianos, y los diversos enfoques provenientes del marxismo. Encabezados por Bourdieu, intentan desarrollar una sociología constructivista de las clases en la que se ensamblan de manera ecléctica y secuenciada a la manera de capas superpuestas las diversas dimensiones “enclasantes”. La teoría del campo en Bourdieu y la teoría de los factores mediatos e inmediatos de estructuración de clases de Giddens son ejemplos acabados. Los tipos de capital (económico, social y cultural), la articulación de la propiedad económica con las relaciones técnicas de producción y la autoridad, la tecnología, y los estilos de vida y consumo, proveen criterios amplios omniabarcadores lo suficientemente flexibles como para analizar material empírico diverso. Sin embargo, en mi texto (Gomez, 2014) se puede ver que el eclecticismo en realidad termina multiplicando los problemas irresueltos en los puntos de partida primitivos de Marx y Weber que se hacen converger.

Trabajo Práctico Unidad 2.

Una de las cuestiones más debatidas en los últimos 25 años es el papel volátil  de las clases medias frente al neoliberalismo en nuestro país. Fenómenos como el apoyo electoral a las políticas menemistas y la posterior rebelión contra el gobierno de De la Rúa, el apoyo y el enfrentamiento a los gobiernos kirchneristas, y el apoyo y progresivo descontento frente al actual gobierno de Macri, muestran un errático posicionamiento político de clase. Fenómenos como las asambleas barriales, los ahorristas estafados, y los cacerolazos de claro contenido clasemediero desafía los esquemas analíticos vistos en esta unidad. 

Conteste al menos dos de alguna de estas:

1)  ¿Cómo entenderían la volatilidad de la clase media frente a los gobiernos neoliberales los enfoques neoweberianos (elija uno, Parsons, Dahrendorf, Parkin)?
  2)  ¿ Cómo entenderían la volatilidad de la clase media frente a los gobiernos neoliberales los enfoques neomarxistas (elija uno, estructuralista, historicista, marxismo analítico, constructivismos)
3   3)    ¿Cómo analizar de acuerdo a Dahrendorf el tema de los CEOs y la gran burguesía en nuestro país?. Proponga ejemplos.
4   4)    ¿Cómo analizar las políticas de exclusión social neoliberales en términos de “cierre social” y “usurpación” de Parkin?. Proponga ejemplos.
5   5)    ¿Cuáles de los enfoques marxistas o neomarxistas vistos considera más adecuados para interpretar los procesos de lucha de clases en la Argentina actual? Proponga ejemplos.


viernes, 12 de abril de 2019

Texto de apoyo Unidad 2 (parte 1)


Texto de apoyo Unidad 2

Los pantanos teóricos en que nos metieron Marx y Weber y los intentos posclásicos de salir

El punto de partida que la sociología académica desarrolló en el siglo XX fue el de la formalización, estilización o explosiva combinación de los textos dejados por Marx y Weber. Sin embargo, cualquiera puede constatar que, por un lado, Marx no terminó el último capítulo de El Capital, Engels evitó o no fue capaz de escribirlo con lo que finalmente el marxismo “base” sobre las clases es el de Kautsky (con las críticas de Lenin) y, por otro lado, que los textos editados por la esposa de Weber eran papeles borradores que en algunos tópicos se contradicen sobre el tema de las clases al punto que se publicaron en partes distintas de Economía y Sociedad.
Los clásicos no abordaron de manera amplia y sistemática la especificidad de la problemática teórica de las clases y dejaron todo tipo de inconsistencias y omisiones. Las posteriores corrientes marxianas, por un lado, y funcionalistas americana, por otro, intentaron modelizar esta endeblez vía el expediente de ocultar o negar todas sus inconsistencias, en vez de explotarlas o desarrollarlas.
La sociología posclásica abordó 3 campos de debates sobre las clases: 1) El tipo de determinación fundamental o de relaciones sociales privilegiantes de las diferencias de clase (acumulación-trabajo-capital en Marx, mercado-distribución-poder de disposición en Weber); 2) Los factores aglutinantes de la formación de las clases para reconocerlos como agentes sociales diferenciados de otros; 3) La posible eficacia histórica, es decir, su papel en el cambio social.
Veamos las derivas del posweberismo: por un lado, el funcionalismo estructural que retomó la teoría de la acción weberiana y la combinó con la tradición utilitarista – pragmatista anglosajona y con los descubrimientos de teoría de sistemas biológicos y de la sociología de las organizaciones. Por otro lado, los que recuperaron y enfatizaron la teoría del poder weberiana y lo combinaron con ciertos aspectos del marxismo y la teoría de las elites.
Lo primero que hay que resaltar es que para Weber lo que define las clases es la economía: la situación de clase como probabilidades típicas de acceso a bienes que determina oportunidades vitales e intereses semejantes. El siguiente cuadro muestra las distintas variantes estratificadoras presentadas por Weber. Obsérvese que se basa en una amplicación del criterio marxista: ya no solo los medios de producción sino también otros tipos de medios que den oportunidades de apropiación de ingresos, rentas, etc.
Además hace jugar ciertos criterios de formación de clases: las clases “sociales” específicas tienen sus propias formas de cohesión, vida interna y de acción clasista. Con ello podría decirse que no todas las clases económicas llegan a ser clases sociales.

TIPOS DE DETERMINACION DE SITUACION DE CLASE
FUENTE DE PODER DE DISPOSICION
CATEGORIAS DE CLASES  POSITIVAS O NEGATIVAMENTE AVENTAJADAS
CARÁCTER DE LA RELACION DE CLASE



PROPIETARIAS
Monopolios de compra-venta de bienes o servi-cios, patrimonio o capital. Activos reales o financieros.
Privilegios estamentales por títulos educativos
RENTISTAS, PRESTAMISTAS, ACREEDORES
CLASES MEDIAS EDUCADAS
SERVIDUMBRE, DESCLASADOS, DEUDORES, POBRES
FORMA NO DINAMICA DE LUCHA (Esclavistas,  campesinos, artesanos)
Diversidad interna, solo es homogenea la de los desclasados/despo-seidos. Solo desclasados y terratenientes; acreedores y deudores o patriciado y plebe urbana y campesina.
Luchan por acceso a la propiedad.





LUCRATIVAS
Monopolios de bienes lucrativos y aseguramiento de oportunidades
EMPRESARIOS
BANQUEROS
PROFESIONALES LIBERALES
TRABAJADORES CON CUALIDADES MONOPOLICAS
CLASES MEDIAS DE CAMPESINOS Y ARTESANOS, FUNCIONARIOS
TRABAJADORES DE CUALQUIER CALIFICACION NO MONOPOLICA
Conducta homogénea:
-intereses inmediatos enemigos (proletarios contra empresarios y no contra accionistas, campesinos contra estado y no contra terratenientes)
- Masificación de situación típica.
-posibilidad técnica de fácil reunión
-dirección clara de intelectuales externos.



SOCIALES
Altas oportunidades de Interacción personal regular y perduración intergeneracional
PROLETARIADO
PEQUEÑA BURGUESIA
INTELLIGENTSIA Y EXPERTOS
PROPIETARIOS Y PRIVILEGIADOS POR EDUCACION
Fragmentaciones internas por calificación. Ideal de ascenso a Intelligentsia mas que a PB independiente.


Los tipos de bienes (renta o lucro) determinan diversos tipos de cortes de clases. El esquema weberiano limitaba mucho la cuestión de la formación de clases (los estilos de vida homogéneos eran materia del análisis de estamentos) y la cuestión de la eficacia histórica o de poder (en realidad son las asociaciones de dominación y especialmente los partidos políticos los que se encargan de esto, no las clases).
La sociología americana retomó el esquema weberiano pero le adosó la teoría sistémica de los roles y la idea de tendencia hacia el equilibrio basado en las recompensas a la integración y adaptación del sistema.
Parsons ve en las situaciones de clase unas diferenciaciones que reflejan el premio – incentivo que sistémicamente se tiene que dar a aquellos que más contribuyen a la integración y la expansión del sistema. Es el principio de primacía de la integración del sistema: la estratificación se ve íntimamente ligada a la integración. Lo que en Weber podía ser monopolio y coerción en Parsons es un imperativo sistémico por el cual las recompensas o retribuciones a los distintos roles sociales tienen que respetar la contribución que hace cada uno de ellos a la perpetuación y crecimiento del sistema en su conjunto y de los valores normativos que inspiran a los integrantes del sistema.
La estratificación es una función de evaluación sistémica de la actuación de los actores y de la importancia de los roles que desempeñan. Las recompensas materiales (recursos) o simbólicas (prestigio, reputación) tienden a jerarquizar a quienes más aportan a la integración funcional global. La teoría sostiene un principio de correspondencia entre roles y recursos de forma tal que incentive la eficacia social de acuerdo a los fines normativos, obligando  a evaluar la contribución diferencial de las unidades y actores.
Es evidente que este planteo responde defectuosamente a las tres cuestiones heredadas de los clásicos: son los fines valorativos en última instancia lo que justifica las diferencias y no hay bienes o instancias privilegiadas de diferenciación; la formación de clases se reduce a “grupos de estatus” que comparten un tipo específico de recompensa material y simbólica; y no se les asigna papel alguno en el cambio social ni en la acción histórica o política. En todo caso configuran el contexto o paisaje social sobre el que actúan políticos, elites o gobernantes.
La reducción funcional posweberiana no fue el único derrotero de los seguidores de los pasos de Weber.
Dahrendorf es uno de los más grandes teóricos sobre la sociedad clasista industrial y rescata la cuestión del poder como central, además de incorporar varios tópicos típicamente marxistas al análisis. Es un avanzado al situar la teoría de la formación de clase dentro de la teoría del conflicto y el cambio y no al revés. No hay clases sin lucha de clases afirma resuelto en consonancia con el marxismo más combativo.  
Pero contrariamente al marxismo la estructura de clases no proviene de la lógica de la acumulación y la relación capital – trabajo sino, siguiendo la tradición weberiana, de las relaciones de poder efectivas.   Lo importante no es el derecho de propiedad sino el poder de disposición efectiva y el uso de los bienes para diferenciar y excluir. Lejos de la teoría de la integración, Dahrendorf se inscribe en la teoría del conflicto y la dominación.  El demarcador clasista no es ni el mercado ni el capital, sino la distribución diferencial de poder (y exclusión o participación en el poder legítimo) en una asociación de dominación. Es el compartir estas posiciones de manejo de poder sobre bienes lo que da lugar a la aparición de “cuasi grupos” con “intereses latentes”. Son las funciones asignadas en el sistema de poder las
que en su interjuego y ajuste terminan moldeando la conciencia y formalizando los intereses manifiestos (psicológicos y materiales) de las clases.
Las CLASES son entonces resultados de una posición estructural-funcional en una asociación de dominación (típicamente la gran empresa capitalista de posguerra) más las experiencias comunes y la acción organizada para defenderse y atacar las posiciones de otros grupos.
La formación de clases tiene tres dimensiones o factores: TECNICOS (facilidad de agrupamiento, de reunión, acceso a recursos, a ideas comunes); POLITICOS (reconocimiento institucional, legalidad); y SOCIALES (contacto regular, reclutamiento, experiencias comunes).
La GRAN EMPRESA con planificación, profesionalización y nuevas relaciones jurídicas que separan propiedad de control y empresa de capital (managers, accionistas) son proclives a la INSTITUCIONALIZACION DEL CONFLICTO (encapsulamiento) y con ello a los procesos de formación de clases.
El neoweberianismo de F. Parkin es curioso porque prescinde por completo de los textos de Weber sobre las clases y recrea la teoría a partir de otro concepto weberiano pero sacado de sus estudios de historia económica: el concepto de acaparamiento de oportunidades y de cierre social. Es el dispositivo de cierre social como poder colectivo de exclusión colectiva el que se convierte en ariete de su concepción de las clases. Cierre social supone un poder de maximizar recompensas limitando a otros el acceso a las mismas, invocando atributos como motivos de exclusión. Es la monopolización por prácticas excluyentes usando atributos grupales que definen a otros como “los extraños” o “ajenos”.
El interés de este punto de partida se potencia porque los rechazados o sea quienes intentan acceder a esos recursos u oportunidades, resisten el cierre con lo que Parkin llama intentos de “usurpación”. El interjuego de cierre y usurpación es la dinámica específicamente clasista y forma las clases en torno al control sobre recursos “valiosos” = tierra, armas, conocimientos esotéricos, etc. La monopolización de recursos claves deben reproducir y perpetuar esta capacidad de excluir a otros, y las acciones de usurpación que se le oponen siempre son portadoras de nuevos criterios distributivos de “justicia”.
Parkin contra Parsons y Dahrendorf reafirma el apotegma marxista: las clases se forman en la lucha y también que el cierre social más importante tiende a ser el de la propiedad privada de los medios productivos basada en el derecho hereditario. Se opone con ello a la devaluación de la importancia de la propiedad a favor de la división del trabajo y los roles ocupacionales, típicas de la teoría de la estratificación del funcionalismo, y se opone a la exacerbación del poder de mando y decisión que enarbola Dahrendorf.  Se opone en definitiva a la desvalorización funcionalista o weberiana de la propiedad.
En cambio muestra otro tipo de cierre social del capitalismo avanzado: los tìtulos educativos como control de entrada y cierre social sobre posiciones claves.
Finalmente Parkin ofrece análisis de cómo aquellos que intentan usurpar o romper los cierres sociales pueden a su vez ejercer el cierre social sobre otros: los obreros blancos comunistas en Sudáfrica eran racistas, lo mismo los sindicatos irlandeses contra los católicos, etc. A estos fenómenos lo llama el cierre social dual.

Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

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