martes, 8 de septiembre de 2020

Devolución Trabajos Finales y notas-

Lucía y Federico. Fue un gusto y un aprendizaje haberlos tenido en este curso. Considero superlativos las contribuciones que hicieron en los TPs y también en el Trabajo final. A los efectos de la evaluación lo único que puedo decir es que alcanzaron sobradamente los objetivos pedagógicos trazados ya que han demostrado casi de entrada una muy buena capacidad de asimilar los textos, las lecturas, los conceptos para poder aplicarlos o utilizarlos en temas específicos o relacionarlos con otros conceptos o temas. 

Específicamente a cada una de las monografías.

En el caso de Lucía
Hay un trabajo muy preciso de rescate de conceptos para leer el caso Famatina. Desde lo más general como la necesidad de un análisis clasista de la acción colectiva hasta aspectos particulares como el tema de las "clases nacionales" y las "clases con conexión internacional" o la cuestión del género. 
Solo para debatir y pensar más: respecto de "lo popular" y el "género" o el papel de la mujer en el movimiento habría que hilar más fino antes de aceptar que el conflicto con la minera de alguna manera articula opresiones, subordinaciones y explotaciones, lo mismo que habría que conocer más antes de considerar el protagonismo femenino como expresión de múltiples opresiones. Habría que considerar la hipótesis alternativa de que sea un movimiento de "único asunto" y por tanto no genera cadenas equivalenciales ni de identidades más allá de la defensa de la tierra y el modo de vida pueblerino. Lo mismo para el caso de la mujer: podría tranquilamente pensarse la hipótesis de que las mujeres principales animadoras del movimiento no comparten otras banderas de la emancipación femenina. 
NOTA: 10 diez

Federico

Es excelente el uso de los descriptores de Gurvitch para detectar fenómenos de clase y también hay enriquecedoras referencias a otros autores. Solo para discutir o debatir o pensar con más detenimiento. El trabajo parte de la reivindicación teórica del concepto de relaciones de producciòn como el canto que une las caras de neoliberalismo y globalización. Sin embargo, hay puntos oscuros en esto: la mayoría de las empresas globales son empresas cuyos propietarios son fondos de inversiòn cuya mayoría de cuotapartistas muchas veces son los mismos trabajadores con sus aportes previsionales o incluso instituciones si fines de lucro como Universidades que tienen cuantiosos fondos institucionales o Estados nacionales como Suecia que tiene el fondo de inversión más grande del mundo. El concepto de propiedad, su fluidificación, tiene que ser tomado en consideración para pensar estas cosas. Por ejemplo: a dónde van a protestar los trabajadores de las empresas de plataformas? si muchas no tienen siquiera una sede o la que tienen es puramente a los efectos legales. Presupongo incluso que en un conflicto los trabajadores les cuesta encontrar una contraparte a la que hacer los reclamos que terminan siendo reclamos a la autoridad pública para que regule. Otras empresas no tienen por función primaria de generación de excedentes tomarlos de la explotación de la fuerza de trabajo, sino de hacer una diferencia financiera con la cotización accionaria o, al manejar una considerable cantidad de dinero diario, inversiones financieras. Es decir, son fenómenos de ganancias en tanto activos bursátiles sometidos a expectativas y especulación más que un negocio que extrae excedente de los trabajadores.  
NOTA: 10 diez

Por el momento no es posible pasar las notas, se está previendo que a fines de mes estaría listo el sistema para que podamos cargarlas. 

lunes, 10 de agosto de 2020

Material de apoyo. Los jacobinos negros de C L R. James.

 “Los jacobinos negros”

C. L. R. James

Fuera cual fuese el origen de un hombre, sus antecedentes o su carácter, su piel blanca lo convertía aquí en una persona distinguida” (James:2003:46)

C. L. R. James, en “Los Jacobinos negros”, analiza el proceso que posibilitó la independencia de Haití entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Escribe sobre este proceso revolucionario desde una perspectiva marxista. Su postura no se reduce a un análisis economicista, integra posturas sobre la identidad que pueden ser relacionales y no esencialistas y con perspectiva histórica, análisis que permite vislumbrar procesos sociales racialmente estructurados en los que están presentes las clases sociales.

Haití se independiza formalmente de Francia el 1 de enero de 1804, siendo el primer país de América Latina en hacerlo. La particularidad del proceso haitiano radica en que Haití fue el único país latinoamericano que como consecuencia de una una exitosa revolución de esclavos negros, luego se constitui en una nación. La referencia que no podía faltar, en Los jacobinos negros remite a la participación de una de las figuras más importantes: Toussaint L´Ouverture – antiguo esclavo y posteriormente líder de la revolución. Los ex esclavos organizados por los franceses -con oficiales y jefes africanos, entre los que destacaba Lóuverture, derrotan primero a las fuerzas británicas en guerra con los franceses. Cuando Napoléon decide encauzar el orden en la colonia, fracasa finalmente con las milicias haitianas. Cabe destacar la utilización de los ex esclavos de las formas organizativas dispensadas por los franceses, acervo militar que posibilitó el triunfo de los esclavos de Santo Domingo que terminaron derrotando a las milicias francesas.

James toma como referencia un momento importante de la formación capitalista, a saber, La Revolución Francesa de 1789, que importó a la colonia los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, bandera que fue levantada en la isla para abolir la esclavitud.

James, en su detallado análisis de la sociedad haitiana, analiza tanto la estratificación social y las clases en conflicto, que incluíaesclavos: mulatos y negros (que van tejiendo alianzas según sus propios intereses), plantadores, colonos, la aristocracia francesa, monjes, curas, comerciantes, la burguesía marítima (grandes blancos), los pequeños blancos: notarios, abogados, artesanos y tenderos. El antagonismo negro/blanco era un signo distintivo de diferenciación entre europeos y africanos y esta diferenciación quebraba los lazos entre negros y mulatos: “Las ventajas de ser blanco eran tan evidentes que el prejuicio racial contra los negros permeaba la mentalidad de los mulatos. [...] Los esclavos negros y los mulatos se odiaban entre sí... [...] Los negros libres, en términos comparativos, eran escasos, y tan despreciada era la piel negra que hasta un esclavo mulato se sentía superior a un negro libre” (James 2003: 55).

Aunque destaca la figura de Toussaint L´Ouverture, la explicación de James no se centra en el rol de los individuos en los procesos históricos. Los hombres afirma, actúan según les es propicia la historia “Las grandes personalidades hacen la historia, pero solo la historia que les es dado hacer. Su libertad de acción está limitada por las necesidades de su entorno” (James:2003:18). En este sentido, Toussaint L’Ouverture no fue quien hizo la revolución, sino que fue la revolución la que lo hizo a él (2003:18). En este sentido, estas tensiones raciales, según James, hacen que la preponderancia de la “clase”, pierda peso ante el hecho de la pertenecer o no a tal raza u especie. Pero, el análisis de James consiste en una combinación entre las tensiones de raza junto a explicaciones económicas. La amalgama entre “clase” e “identidad racial” posibilitó la emergencia de un sujeto político. Los esclavos y mulatos se aproximaban a un “proletariado moderno”, en este sentido, destaca su carácter de “clase” “Los esclavos trabajaban en la agricultura y su objetivo, como el de los campesinos revolucionarios en todas las latitudes, era el exterminio de sus opresores. […] los aproximaba a un proletariado moderno más que a cualquier otro grupo de trabajadores de la época” (James:91).

Bibliografía: C.R.L James ([1938] 2003) Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Haití. Fondo de Cultura Económica, Turner, Madrid.

Consigna:

En base a los textos del Taller leídos hasta el momento establezca en no más de dos carillas de extensión matices, similitudes y diferencias entre el concepto de clase que utiliza C. L. R. James y al menos dos de los autores trabajados. Link para acceder al texto de James https://drive.google.com/file/d/1-6EPAKKJ0H5HWtYuouW_bmxJOIotntUz/view?usp=sharing

viernes, 31 de julio de 2020

Material de apoyo. Díaz Polanco: Etnia, clase y cuestión nacional.

Material de apoyo Unidad V-Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Díaz Polanco: Etnia, clase y cuestión nacional.

 

Una de las cuestiones centrales para el análisis de las sociedades latinoamericanas es la relación entre etnia y clase. Justamente en México es uno de los países latinoamericanos donde esta cuestión se hace más evidente. México es el país latinoamericano con mayor población, según datos del Banco Mundial para 2019 alcanzaban a 27,5 millones de personas representando al 20% de la población total del país. Asimismo este país ha pasado por un proceso revolucionario con una fuerte participación popular en 1910.

El Estado nacional mexicano tras la revolución de 1910 fue adquiriendo una matriz indigenista, lo que llevó a incorporar a los pueblos indios como parte de su historia, primeros habitantes y fundadores de la nación. Pero a pesar de esta valoración y de haber participado en la revolución, los pueblos originarios quedaron marginados de las estructuras gubernamentales. Se tenía una visión sobre ellos como sujetos de asistencia pública hasta que superaran su “estado de atraso”. De esta manera, se los anulaba como sujetos capaces de emprender su propio camino. Aunque este no fue el único trato recibido, ya que el tipo de democracia establecida por el partido político mexicano más duradero en el poder, el Partido Revolucionario Institucional, implicó un continuo proceso de integración y exclusión de todos los disidentes del régimen en general. Por ello, la integración de las distintas etnias se produjo bajo la particularidad de los cacicazgos, continuando el modelo colonial de integración-resitencia.

Por ello, Díaz Polanco señala que históricamente se pensaba que como consecuencia de desarrollo, de las unificaciones nacionales, las diferencias étnicas y nacionales tenderían gradualmente a desaparecer produciéndose una mayor homogeneización. Desde el punto de vista conservador se señalaba que los pueblos que mostraban rasgos diferentes y particulares se encontraban en fases atrasadas y que estas diferencias iban a ir desapareciendo gracias al progreso. En cambio, desde el marxismo se pensaba que las particularidades de las minorías nacionales regionales o étnicas serían absorbidas por los grandes conjuntos nacionales que se constituían en Estados, haciéndolas también desaparecer. De la misma manera los propios contrastes nacionales tendían a desaparecer con el desarrollo del capitalismo y que la toma del poder por el proletariado enfatizaría esta situación aún más.

Pero, la historia ha demostrado la falencia de estas teorías, muchos de estos pueblos considerados prácticamente como ruinas han mostrado una vitalidad imprevista, incluso de carácter revolucionario. Esto puede verse tanto en la rebelión zapatista que ha conformado una organización política autónoma del Estado de México, en una región de tamaño similar a Bélgica. Como en las rebeliones de principios de siglo XXI en Bolivia (primera y segunda guerra del agua, guerra del gas) que de alguna manera fue el antecedente para que por primera vez en la historia latinoamericana un indígena llegara a presidente.

Claramente la cuestión étnica es fundamental, aunque nos encontramos von cuatro enfoques fundamentales:

1.       Aquel que no reconoce lo étnico como un fenómeno relevante desde el punto de vista social o político. Propone el análisis y la acción basados exclusivamente desde la perspectiva de las clases sociales. El resultado es una sustitución de la etnia por la clase.

2.       Es una inversión del anterior. Se sostiene que el fenómeno étnico no solo es irreductible a la problemática clasista, sino que además el análisis de clase es irrelevante para el entendimiento del primero. Tal punto de vista se sustenta en la tesis que el fenómeno étnico es independiente de la estructura de clases de la sociedad. Es decir, lo étnico es una esfera específica y particular de la sociedad que no es impactada por la dinámica estructural, además de que lo étnico es anterior a la aparición de las clases.

3.       Se postula que se tratan de fenómenos distintos, pero que si se atraviesan procesos adecuados unos tienen que transformarse en el otro: lo étnico debe evolucionar hacia lo clasista; y lo clasista prefigura aquello en lo que debería convertirse lo étnico. Este enfoque corresponde a la visión burguesa que observa al fenómeno étnico como una fase en el curso del desarrollo capitalista que será finalmente superada. En una versión más elaborada de la misma tesitura a este proceso se le llamará “integración”, pasando estos grupos de esta manera a formar parte de la “nación”. Lo básico de la integración radicará en que los indígenas se convertirán en proletarios, es decir, venderán su fuerza de trabajo por un salario.

4.       Se comienza postulando que etnia y clase “no son del mismo orden”, por tratarse de uno se debe esperar, como plantea el indigenismo que de la condición étnica se pasará directamente a la clase, pues sencillamente lo étnico no es una etapa provisoria. Se desea enfatizar de esta manera las especificidades de lo étnico, apoyándose en una postura antirreduccionista. Pero esta postura al mantener los dos órdenes separados termina por desvincular el fenómeno étnico de la estructura socioeconómica en la que se inserta y se hace independiente de la conformación clasista de la sociedad. Otra vez nos volvemos a encontrar con la bipolaridad  sin solución para la problemática básica, la cuestión de su relación histórico-cultural.

Por esto es necesario definir la especificidad del fenómeno étnico. Y en este sentido lo étnico no es más que las muy variables formas en que se articulan y estructuran concretamente los elementos de orden sociocultural. Por ello, de acuerdo a esta definición no se debe atribuir la cualidad étnica exclusivamente a ciertos grupos o conjuntos sociales. Todo grupo social constituido posee su etnicidad propia. O dicho de otra manera, la etnicidad debe ser considerada como una dimensión de las clases, o como un nivel de las mismas. Toda clase o grupo social posee una dimensión étnica propia.

Los distintos componentes o dimensiones que configuran la naturaleza de las clases sociales permiten desarrollar formas de identidad y solidaridad en diferentes escalas. Estas formas de identidad social son muy variables, pueden desarrollarse a partir de componentes étnicos. En el momento que esto sucede y sus condiciones de ocurrencia dependen de factores históricos concretos estamos justamente ante una etnia o un grupo étnico. Este se caracteriza por ser un grupo social que ha desarrollado una fuerte solidaridad o identidad social a partir de los componentes étnicos. En base a esa identidad puede definirse como tal y además establecer la diferencia o el contraste respecto a otros grupos.

La étnica es el grupo social que ha desarrollado formas de identidad enfatizando los componentes étnicos. Por ello, lo étnico no es un elemento extraño al clasista y los grupos étnicos no pierden por ser tales su carácter y raíz de clase.

Señala Díaz Polanco que es justamente porque la etnicidad no es realmente ajena a las clases y porque los grupos étnicos no dejan de vincularse en la estructura de la sociedad que el adecuado conocimiento histórico del fenómeno étnico en las sociedades complejas debe adoptar como punto de partida analítico la composición clasista de la formación concreta de que se trate.

Si comprendemos a la etnicidad como una dimensión de las clases, es posible determinar que podría haber diferentes formas étnicas particulares dentro de una misma clase social. Y estas dimensiones étnicas pueden ser útiles para la caracterización de ciertos subconjuntos clasistas. Este parece ser el caso de los grupos indígenas en América Latina, que conforman grupos étnicos particulares, aunque sean parte de la clase social que podríamos denominar campesinado.

También es posible que la misma configuración étnica sirva de cúpula a varias clases sociales articuladas, una estructura clasista en una formación social concreta. Estaríamos en presencia entonces de una nacionalidad, por lo tanto, la etnicidad puede ser el sustento tanto de las etnias como de las nacionalidades; pero es importante distinguirlas, pues se trata de entidades distintas. La nacionalidad constituye una formación clasista que desarrolla una identidad propia sobre la base de componentes étnicos y que tiende a definir un proyecto de autodeterminación, precisamente porque se encuentra integrada en un espacio estatal que no acepta como propio, su tendencia en cuanto movimiento nacional es crear un Estado-Nación distinto. Por ello aparece una entidad oprimida lo que fortalece la solidaridad nacional y favorece a los movimientos orientados a realizar el proyecto de autodeterminación. Se puede tomar como ejemplo de esto el Movimiento Katarista en Bolivia que lideraba Felipe Quispe, éste movimiento recuperaba las luchas de Tupac Katari y Zárate Willka, pero no como constitucionalistas, ni reformadores del Estado colonial, sino como luchadores que planteaban que la única manera de conseguir la liberación indígena es reconstituyendo la sociedad de antes de la colonia. Esta posición diagnosticaba la existencia de dos bolivias: una criolla-mestiza, que es precisamente la nación dominante, la que expresa la cultura legítima de las elites; otra indígena mayoritaria, despojada de poder, despojada de los recursos y sometida a la exclusión. Esta posición se conoce como “autodeterminista”, porque plantea el derecho a la plena autodeterminación de las naciones indígenas.

Para finalizar con Díaz Polanco, es importante recordar los prejuicios de los que debemos desembarazarnos a la hora de analizar las luchas de los grupos étnicos:

·         Exigir a los grupos oprimidos que adopten el proyecto proletario como requisito previo para recibir el apoyo revolucionario, terminan por alejarlo de éste.

·         La viabilidad de los movimientos dependerá del grado de la misma lucha que realicen los pueblos.

·         Las cuestiones étnicas y nacionales no pueden ser aplazadas hasta la consecución del socialismo. Debe realizarse de inmediato con el apoyo del movimiento revolucionario.


miércoles, 29 de julio de 2020

Texto de Apoyo y TP Unidad 5 (colgar antes del 15/8)

2 Links para la bibliografía Unidad 5
 https://drive.google.com/drive/folders/1fFl4eZkp5OLyNMZZslu7sR1PMLY8p66z?usp=sharing

https://drive.google.com/drive/folders/1sBIpThIAltM5lhpdjjOVKTt_4LpQPGFQ?usp=sharing

En esta unidad la bibliografía es libre, pueden seleccionar lo que quieran. 

Texto Apoyo  Unidad 5

En esta unidad se hace un repaso de los principales núcleos de estudios sobre diversos espacios sociales de clase con énfasis en el contexto latinoamericano y argentino.

La problemática del género en la estructura de clases.

El texto de G. Gomez Rojas, retoma  el tema de la unidad de análisis y la determinación de clase pero a la luz del papel de la mujer. El criterio de tomar el hogar o la determinación directa por la ocupación del jefe de hogar desconoce los cambios en la estructura de clases ocasionados por la participación económica de la mujer. La autopecepción de clase de mujeres y varones controlando por empleo del cónyugue y por factores adicionales al empleo: consumo, ingresos totales, horas trabajadas, muestra mayor autonomía de la mujer en su percepción de clase que la esperada por Goldthorpe en su metodología clásica de atribución automática al jefe de hogar. Además la posición de la mujer también incide en la autopercepción del hombre. El peso de las condiciones materiales en la identidad de clase está tamizado por el género.

Las problemáticas contemporáneas de la clase obrera

Kabat y  Egan discuten el valor de conceptos como masa marginal, exclusión, informalidad urbana, economía informal, precariado, historia global del trabajo, nueva esclavitud, etc. Insisten con la unicidad de la clase obrera de acuerdo a los criterios del marxismo para analizar la explotación de la fuerza de trabajo y sus diferenciaciones internas. El análisis de clases sigue pivotando sobre las contradicciones de Capital y Trabajo frente a las nociones laclausianas de pueblo y movimiento y frente a la inclinación a captar la heterogeneidad a través de  nociones como “sectores populares” o “marginalidad”, “exclusión”, “precariado”, etc.
Con más flexibilidad Veronica Maceira aborda de manera amplia la literatura sobre los procesos de diferenciación interna de la clase obrera: marginalidad, exclusión, precarización, informalidad, aristocratización, segmentación del mercado de trabajo, infraclases, desocupación permanente, sobrecalificación, etc. muestran el complejo panorama de la “subalternidad” o del ancho mundo de la opresión y la explotación con lógicas disimiles a las de los asalariados en términos de aspiraciones o demandas. Los sectores populares vulnerables demandan simultáneamente “por debajo y por arriba” de los trabajadores “integrados”: van de los alimentos o la subsistencia y la infraestructura urbana elemental a la politización inmediata de las demandas y la interpelación al estado y los poderes públicos.
Es particularmente importante el análisis empírico que ofrece de  las formas de conciencia: las diferencias entre ocupados y desocupados en términos de percepción del antagonismo social y las inclinaciones solidarias entre unos y otros, las diferencias generacionales, las preferencias por la acción colectiva, la percepción individual o social de la imputación causal de la situación de desventaja o injusticia, etc. También son muy interesantes la exploración de las identidades peronistas y sus transformaciones, el “peronismo de los humildes”, el peronismo “de derechos”, el debilitamiento de la identidad del peronismo sindical entre los jóvenes ocupados de familias peronistas. 
La investigación de P. Varela sobre el conflicto fabril de FATE en zona Norte, y la discusión sobre una nueva generación de activismo sindical, su relación con el territorio y la formación de nuevas formas de conciencia condensadas en la noción de “dignidad” obrera en un contexto como el del gobierno posneoliberal del kirchnerismo. La figura del militante sindical de planta que lucha “por los propios derechos”, y la idea de ciudadanía fabril, la relación del locus de la fábrica con la política y el territorio son puntos muy importantes a tener en cuenta en cualquier análisis actualizado de la “condición obrera”.

La marginalidad y la exclusión.

Svampa señala la persistencia de la problemática de la marginalidad como central en los debates latinoamericanos: funge como el corazón de la subalternidad urbano popular, y la cara más visible de la modernización perversa y trunca. Se enfatiza bien la dualidad en el tratamiento del tema: el carácter de nuevas formas de reciprocidad y solidaridad comunal con posibilidades de generar ingresos e intercambio alternativos al mercado (economía social, popular, alternativa de base comunal) o bien el carácter residual, de hiperexplotación, de informalidad urbana, y la llamada “nueva cuestión social” en el capitalismo globalizado: acumulación flexible, posfordismo y terciarización temprana y ajuste neoliberal. Todo muy teñido por la problemática francesa de la exclusión (Castels, Rosanvallon): vulnerabilización, desasalarización, desafiliación, zonas de integración, de desafiliación sin densidad relacional y zonas de vulnerabilidad con o sin soportes laborales y sociales. La tesis del polo marginal en la Argentina que retoma los trabajos de Aníbal Quijano en los estudios del Observatorio de la Deuda Social Argentina que ve una consolidación de dos o mas generaciones sin oportunidades de movilidad a pesar de las políticas redistributivas del kirchnerismo.

El carácter protagonista activo del sector “marginal” en A. Latina contrasta con los análisis en Francia. Fuerte territorialización de la organización y capacidad de acción colectiva desde los años 80 incluso con reclamos por  tierra urbana e infraestructura. En los 90 vienen los piquetes y la autorganización de proyectos comunitarios. La extensión de las transferencias condicionadas y planes sociales con el 19% de la población latinoamericana, muestran una dependencia del Estado altísima. Así los análisis tienden a verlos como “Laboratorios o fábricas de economías alternativas y sociabilidad solidaria” o “pobreza estructural y subalternidad cautiva del Estado”.
Maneiro aborda el tema de la identidad y la experiencia de clase de los grupos de desocupados en barrios de clases populares en el marco de los años 90 de crisis social y neoliberalismo. La persistencia de la nominación “trabajadores” que los reinscribe en la memoria de clase y el peronismo, y sus posicionamientos en términos de ciudadanía y justicia que enarbola la “dignidad” como aptos para contribuir a la vida social. Sin embargo, también está activa la identidad de “Piqueteros” en la medida que se atribuyen ser capaces de desafío y de imprimir su protagonismo además de politizar su accionar en la arena pública.

La estructura de clases en los últimos años de posneoliberalismo.

Svampa describe la sociedad excluyente instaurada en los años 90 y la desregulación y financierización: la privatización de la vida cotidiana, la ostentosa vida pública de las elites que dejan su invisibilidad de lado, la reproducción de ámbitos de socialización escindidos, las urbanizaciones privadas y los colegios exclusivos para formar clases dirigentes, el estilo kitsch, el apoyo al peronismo menemista, la americanización de la cultura empresarial, la extranjerización, etc. También es un dato importante la polarización interna de clases medias entre ganadores y perdedores. La pérdida de homogeneidad de las clases medias es un dato muy importante a tener en cuenta que las debilita como actor cultural y político.  
Benza muestra las tendencias de la estructura social de la década ganada: expansión de posiciones intermedias de profesionales, técnicos y administrativos y sobre todo de trabajadores manuales calificados, a expensas en parte de las clases superiores y de las populares no calificadas o marginales. La caída de planes sociales merced a la expansión del empleo formal, el acercamiento de segmentos más altos de clases populares a clases medias, y la mejora en los ingresos y consumo, así como en la módica mejora en los indicadores de equidad o de distancia interclases, son los rasgos que deja la década posneoliberal. Se reduce la movilidad espuria (es decir ascenso ocupacional sin correlato de mejoras en ingresos y condiciones de vida) que había caracterizado la década de los noventa con ascenso ocupacional pero deterioro de nivel de consumo e ingresos para segmentos populares y de clases medias. No obstante, otro rasgo de la década posneoliberal es que se amplía las distancias dentro de las clases populares: mejoran más los trabajadores formales calificados que el resto de las clases populares. El papel del poder reivindicativo sindical y de la negociación paritaria salarial es clave en este punto.

La cuestión indígena-indiana a la luz del análisis de clases.

Las revueltas indígena campesinas en las primeras 3 decadas del S. XX que asolaron Mexico, Chile, Colombia y centroamerica sumados a la influencia del marxismo indigenista social de Mariátegui en Perú  y de Tristán Marof en Bolivia (ambos estimulados por el interés de Marx por la comuna rural rusa), posicionaron la cuestión del Indio como central en el pensamiento social latinoamericano. El primer reflejo fue desplazar el problema hacia la cuestión de la tierra y el gamonalismo o el latifundio y también a la cuestión de la necesidad de los estados independientes de operar una modernización en un marco de integración e identidad nacional. El peruano Manuel G. Prada señala tempranamente la opresión no de raza sino de expropiación y explotación. Mariategui apunta al socialismo desde un vanguardismo indígena que toma de base la comunidad agraria indígena para darle una dimensión mítica al proyecto socialista. La “asombrosa persistencia comunista” de estas comunidades  y su capacidad de resistencia al capitalismo es motivo de atracción teórica ya que provee una solución al problema de la clase obrera reducida y el atraso productivo con coexistencia feudal y comunitaria. La “Campesinización” como solución de integración nacional y modernización al mismo tiempo se ve nítida en la experiencia de la reforma agraria en Perú de  V. Alvarado y el relativo fracaso de su intento de cooperativas bajo dirección estatal. La instauración del “dia del campesino” muestra el intento de recrear una identidad agraria-andina campesina que se ve como una revalorización frente a la devaluada identidad indígena ancestral. En Argentina se observa lo nacional popular  del peronismo y sus ambigüedades: integración socioeconómica y ciudadana pero rechazo a la identidad y las marcas culturales disonantes de la modernidad. Históricamente en la argentina lo mestizo se contrapone  a lo europeo y lo indígena queda como exterioridad total o “periferia de periferia”. La Evita indígena del escultor Vitullo ocultada en París es el ejemplo de las ambivalencias del peronismo.

El extraordinario sociólogo marxista boliviano Zavaleta Mercado plantea con sencillez y maestría la necesaria articulación entre la lucha de clases y la cuestión nacional. La nación, la lucha por la nación, está atravesada por la cuestión de las clases “nacionales” enfrentadas a las clases oligárquicas extranjerizantes. El campesinado, el proletariado minero y las capas medias e intelectuales tienen sus propias contradicciones pero no pueden defender sus intereses sin enfrentar al imperio encarnado en mineros y latifundistas y tomando a su cargo la tarea de unificar un estado nación moderno. El papel central del proletariado minero,  las fragmentaciones de campesinos y las confusiones y oscilaciones de las capas medias en este proceso son  una forma de describir la dinámica de las “clases nacionales”.

Diaz Polanco descarta que el problema nacional pudiera ser interpretado como un asunto transitorio y, en tal sentido, secundario para el análisis de clases. Describe tres posiciones teóricas erradas al respecto: “sustitucionista” de la etnia por la clase basada en la falta de significado hitórico y económico de la raza ante procesos como la expansión del capitalismo; “purista” de etnicidad separada de la cuestión material de las clases; “evolucionista” de paso de la etnia y la servidumbre a la clase y el proletariado urbano y rural.
Propone en cambio diferenciar “etnicidad” (dimensión universal a todos los grupos humanos) de los grupos étnicos: la etnicidad es un nivel del análisis de constitución histórica de clase insoslayable aquí y en Europa o EEUU. Aclara que las identidades étnicas mismas también están sometidas a la dinámica de las luchas clasistas y la evolución histórica, ya que no son primordiales o sustancias inmutables.

Quizás la gran contribución de este autor es que la base de la pretensión de crear un estado nacional propio es la comunidad de la etnicidad que contiene las contradicciones clasistas. La nación puede articularse a partir de la etnicidad, la lengua y la cultura compartida. Es la base de unificación para la autodeterminación en una nación que contiene los antagonismos de clase en pos de un espacio común de expansión de los intereses particulares de las mismas. La “regionalización” supone que las etnias en su movimiento crean su propio espacio de acción desbordando fronteras prestablecidas.
Quijano y la colonialidad del poder  es un texto clásico. El régimen del control de trabajo en nuestra A. Latina está racializado en la colonia. El indio se lo ve como indigno de salario y por ello se le concede la responsabilidad de su propia reproducción lo que le permite cierta persistencia comunitaria y autonomía. No hubo feudalismo sino explotación sin paga en la encomienda y a través de los impuestos.

Las burguesías dependientes.

Svampa retoma los debates sobre el capitalismo colonial y la dependencia, el desarrollo asociado, la burguesía nacional o las burguesías locales. El análisis de los estudios latinoamericanos muestran que capitalismo no era sinónimo de modernización: la servidumbre y la esclavitud no tenían nada de feudales y todo de capitalistas: la acumulación en torno a la producción de  exportables baratos y en torno a los mercados internos que se le asociaban necesariamente, no liberaba la fuerza de trabajo sino al contrario. Así se generalizan los diagnósticos de un raquitismo de capitalismo moderno como realidad inacabada y perpetua promesa. Se observan la ausencia de unidad orgánica de clases dominantes: siempre termina en la imposición del sector de enclave bajo control imperial. “Capitulacionismo” burgués y “lumpenburguesía”  solo capaz de un “lumpendesarrollo” se multiplican en los textos. El desarrollo “asociado” junto con la necesidad de control del aparato estatal y los diversos “estilos de desarrollo” muestran que sin embargo la burguesía local está lejos de ser un mero apéndice de los intereses multinacionales.

TRABAJO PRÁCTICO

1) De acuerdo a su tema de trabajo seleccione al menos una cuestión de corte extraclasista (género, etnicidad, edad) e intente enriquecer el análisis.

2) Intente introducir la cuestión de la heterogeneidad y la fragmentación de las clases populares o medias en su tema.   

Texto de Apoyo Unidad y TP Unidad 4 (colgar antes del 8/8)

Link a los textos obligatorios: https://drive.google.com/drive/folders/1iPljj6t2q1VtQPOKIMmTKeb6A3h6Za0N?usp=sharing

Texto de Apoyo Unidad 4- Debates y problemas del análisis clasista de la acción colectiva

Uno de los aspectos más frecuentados en el análisis sociológico es el de las dimensiones clasistas de la política y la movilización colectiva. Para la sociología clásica del siglo XX, política y poder eran fenómenos clasistas por excelencia. Partidos políticos y sindicatos tenían sus propias bases sociales socioeconómicamente identificables que expresaban intereses, ideas y prácticas homogéneas.  Fenómenos posteriores como el llamado “desclasamiento del voto y de las preferencias ciudadanas” y la pérdida de identidades basadas en el trabajo y la producción plasmadas en partidos políticos y sindicatos fueron limando el carácter clasista de la política y la lucha por el poder en sentido amplio. 

Como vimos al estudiar a los posestructuralistas o a Laclau, la política se convierte en un fenómeno discursivo que no necesariamente responde a un patrón de posicionamiento de intereses materiales y condiciones materiales de vida. Otros teóricos inspirados en el marxismo han innovado en variantes conceptuales para retener la centralidad del abordaje clasista. Es el caso de E. Olin Wright en el texto “Clase y política” (1995: 239-259) en donde se plantea la incidencia de clase en tres niveles del análisis político: situacionales, institucionales y sistémicos.

La clase y la lucha de clases moldean la política pero a través de diversos niveles de ejercicio de los poderes clasistas. En el nivel más inmediato o “situacional” el detentar el control o disposición de ciertos bienes estratégicos permite ejercer directamente un mando sobre otros. La burguesía puede coercionar, presionar o simplemente “comprar” o “persuadir” funcionarios, legisladores, etc.

En un nivel más mediato y complejo, el poder que se ejerce es “institucional”: no es tanto el mando y lo que se quiere imponer como el control de lo que son opciones válidas o legítimas. Es el poder de controlar la agenda de decisiones y de descartar opciones alternativas. 

Finalmente hay un poder de base o largo plazo que se denomina “sistémico”, y alude a un sesgo que tiene la forma de organización y distribución de recursos de poder que permite ahorrar esfuerzo en controlar agendas y dar órdenes. Sería el poder incorporado a las reglas; es el poder de fijar  la naturaleza del juego  de manera favorable.

Los capitalistas tienen enormes recursos financieros y contactos, influencia directa en funcionarios, medios, etc. y una desproporcionada capacidad de conducción política. Pero en este punto sus intervenciones son siempre ajenas al interés del conjunto de la burguesía y se suelen contrarrestar recíprocamente. Los funcionarios y elencos políticos disponen de amplios recursos y de la miopía y apatía de la burguesía fragmentada.

La dimensión institucional del estado capitalista muestra el poder “negativo” de las clases dominantes: garantizar lo que no debe suceder. El estado no puede interferir con la acumulación privada sin afectar sus fuentes de financiamiento. El voto individual con representatividad  por territorio  (y no por función) licua el poder de las clases subalternas impidiendo focalizarse en aspectos estratégicos, lo que permite que dichos aspectos sean excluidos de la agenda pública.  

El efecto de poder sistémico reposa en la dependencia de intereses del resto de las clases de la acumulación de capital. En la medida que los intereses del conjunto se articulan a la acumulación, mayor es el sesgo hacia reglas que favorezcan dicha acumulación.

El breve texto de Harvey sobre el significado del poder clasista en el neoliberalismo muestra algunas de estas cuestiones en la historia más reciente del capitalismo. Hay cambios en la composición de las clases dominantes, la financiarización y el control de los mecanismos monetarios, cambiarios y bursátiles se convierten en estratégicos y subordinan al tradicional gobierno de los medios de producción y la inversión productiva. Las mismas empresas productivas se financierizan y extraen su ganancia no tanto de la explotación del trabajo como de las oportunidades de valorización rentística y especulativa, que requieren también fuerte intervención y control sobre la regulación estatal de mercados y sectores de actividad. 

Asimismo se cambia la relación entre accionistas y managers o altos ejecutivos y las estrategias de acumulación por medios financieros configura una nueva gran burguesía con fuerte inclinación a la intervención política. Los fenómenos de concentración personal de la riqueza y la diversificación financiera de la misma hacer que las viejas distinciones entre fracciones productivas, comerciales y bancarias se vayan haciendo anacrónicas. Los nuevos magnates aúnan estrategias financieras, monopolización de servicios (especialmente de comunicación) o bienes de alta tecnología y fuerte influencia estatal…¡¡¡sobre múltiples estados!!!

El capitalismo financiero global está fuertemente politizado: el control de los procesos decisionales es también un recurso estratégico de la acumulación, ya que define oportunidades de rentas, de transferencia de costos, de acaparamiento de bienes naturales, etc. Cualquiera puede darse cuenta que las políticas de “valorización financiera” dependen de decisiones monetarias y cambiarias estatales y no de “tendencias” de los mercados.

Otro de los núcleos en debate de la teoría contemporánea de las clases es la relación con los procesos y fenómenos de movilización social. A partir de fines de los ’60 el surgimiento de nuevos actores del conflicto social en el capitalismo avanzado (feminismo, pacifismo, ecologismo, contracultura juvenil) derivó en una progresiva pérdida de valor explicativa para la lucha de clases. Teóricos como A. Touraine van a caracterizar a las sociedades de un lado al otro de la cortina de hierro como sociedades posindustriales en donde no se trata tanto de controlar el proceso de producción material y la explotación de la fuerza laboral, como de gobernar las dimensiones subjetivas de la existencia humana. Los bienes estratégicos son aquellos que permiten el control de la apropiación del “sentido histórico”, de la historicidad y por tanto son los principales moldeadores de los “estilos de vida”, de las “sensibilidades” culturales, y de las “necesidades” humanas. Así el control de los deseos, el conocimiento, la información y las aspiraciones de individuos y colectivos pasa a ser el objeto fundamental de la lucha social. Para este tipo de luchas Touraine considera que la categoría de “movimiento social” es la más adecuada porque opera a nivel de la historicidad y no a nivel de la distribución material como es la de clase social. En el capitalismo avanzado la disputa no está entre proletarios y burgueses sino entre una tecnocracia corporativa público privada y los movimientos sociales que disputan el sentido de vivir en sociedad.

Ha habido todo tipo de lecturas sobre el tema: aquellos que ven clase y movimiento social como conceptos incompatibles (ver el texto de Galafassi, por caso); aquellos que intentan una complementariedad (ver el texto de Gomez). Algunos que tienden a reducir los movimientos sociales contemporáneos a explicaciones dentro del clivaje Capital/Trabajo (“la explotación de la mujer”, “del negro”, “la renta medioambiental”, etc.) otros que sostienen criterios multimodales y ven la racialización o el patriarcado como fuerzas que dominan el capitalismo.

En el texto de Gomez (2014) se pueden ver los sesgos clasistas en los fenómenos de organización, acción e identificación colectiva. Cada grupo social tiene su propia forma de organizar y plantear la lucha y esa forma no puede separarse fácilmente de las condiciones materiales de vida. 

En el texto de Di Marco sobre el pueblo feminista también se observa que las luchas contra la exclusión social protagonizadas por las mujeres piqueteras y el acoplamiento de demandas como la legalización del aborto a las de inclusión económica en los primeros años de este siglo, significaron un cambio y un impulso decisivos en la conformación del movimiento feminista. Clase y género no pueden separarse fácilmente en los procesos de movilización colectiva.

Trabajo Práctico Unidad 4

11) Piense en su tema de trabajo e identifique empíricamente los posibles nexos entre clase y movilización. ¿Cuáles serían los aspectos clasistas o no clasistas de la movilización en estos casos?.
22)  Piense en su tema de trabajo y busque las dimensiones políticas que lo atraviesan: intente identificar los componentes situacionales, institucionales y sistémicos de los poderes clasistas involucrados en su tema.


martes, 23 de junio de 2020

Ejemplo de trabajo en el Voicethread sobre el texto de Ossowsky

https://voicethread.com/share/14665153/

Lucía comenzó un "hilo de voz" con el texto de Ossowsky, uno de mis preferidos, y yo acabo de agregar cosas al texto. Sirve no solamente para que Uds. agreguen sus cosas al texto sino para que incorporen los textos del TP 3 y podamos trabajarlos así. 

TRABAJO PRACTICO UNIDAD 3 (COLGAR ANTES DEL 7/7)


TRABAJO PRACTICO UNIDAD 3 (COLGAR ANTES DEL 7/7)

En esta unidad 3 problematizamos el concepto de clases desde tres ángulos: las contradicciones lógicas internas del concepto en la sociología estándar (inconsistencia entre abierto y cerrado, determinado como objetivo pero determinante, etc); los fenómenos históricos de largo plazo (posfordismo, posmodernismo, despolarización social, etc.) que contradicen los análisis clasistas; los fenómenos contemporáneos de nuevas formas de diferenciación social dura (etnicidades, género, nacionalismos, populismos, etc.) que se presentan como alternativos sustitutos al análisis clasista.

De acuerdo a esto y a las lecturas realizadas proponga respuestas:

1)¿Es posible salvar el concepto de clase social de las contradicciones internas que arrastra (entre el carácter formalmente abierto pero fácticamente cerrado, objetivamente determinado pero determinante del cambio social, etc.)?. Alternativa más fácil: elija el texto de Gomez “Miserias del concepto de clase…” y a través del Voicethread haga sus comentarios, críticas, refutaciones, objeciones, ejemplos y propuestas en la forma que quiera (otros textos, links, ejemplos, sus propios comentarios en audio, lo que quiera).  

2)¿Es posible un análisis articulado de las determinaciones clasistas con las de género, etnia, nación, pueblo, etc.? ¿debería haber primacía para la categoría clase?. Alternativa más fácil: elija alguno de los textos de Zizek o Laclau o Holloway y a través del Voicethread haga sus comentarios, críticas, refutaciones, objeciones, ejemplos y propuestas en la forma que quiera (otros textos, links, ejemplos, sus propios comentarios en audio, lo que quiera).

3) La divisoria fundamental que introdujo entre los negros el éxito parcial de la abolición de la esclavitud en la Argentina ha transformado el panorama cultural. Aparentemente los negros podrían asimilarse en términos de igualdad a la sociedad, procesando una nueva identidad: “la afroargentinidad”. ¿Estos nuevos hombres y mujeres libres,   pudieron construir otro segmento distintivo en la estructura de clases? ¿Cree que la abolición de la esclavitud gestó una “infraclase negra” en la sociedad argentina? ¿Por qué?     


Texto de apoyo: S. Lash y M. Castells. Infraclase, guetificación etnica y sociedad red


Texto de apoyo: S. Lash y M. Castells. Infraclase, guetificación etnica y sociedad red.

Por Lic. Vanesa Da Silva

Scott Lash. Espacios ingobernables: La infraclase y los guetos inmovilizados

Scott Lash analiza como se desarrolla la cultura con los cambios en los sistemas productivos tras la informatización. Las nuevas formas de comunicación apoyadas en formas virtuales y sostenidas por las tecnologías de redes, tienden a borrar las fronteras de lo público y lo privado. Los cambios en lo comunicacional, en términos de pensar una nueva manera la organización de la información, genera la posibilidad de pensar otras formas de lucha colectiva, donde lo simbólico no ocupa el último lugar.  En este sentido, reflexionar sobre el activismo virtual, a la hora de visualizar demandas sociales, nos lleva a pensar sobre los nuevos espacios que ocupa tanto la información como los medios de comunicación. La desigualdad social, pareciera entenderse mejor en términos de exclusión más que de explotación. Reflexionar sobre las tecnologías de información y su incidencia para el cambio social, implica además pensar en las condiciones de acceso a las mismas.

La nueva organización del trabajo logra un desplazamiento de la vieja clase obrera, concentrada en actividades manuales por la nueva dinámica de la fuerza de trabajo, esta clase obrera es removida de sus espacios a causa de los altos niveles de información y conocimiento. Se genera así una nueva división del trabajo.

Los trabajadores afroamericanos, habían logrado en la generación anterior junto a un Estado benefactor y un modo de producción centrado básicamente en la fábrica de línea de montaje, cierto ascenso social. En este sentido surge lo que Lash  denomina  la "infraclase": nuevos trabajadores desprovistos de un capital cultural necesario para integrarse a las nuevas modalidades de la producción y que ya no cuentan con los antiguos centros fabriles.  

Los “guetos inmovilizados” de la infraclase son fruto de la desindustrialización y del despliegue de la sociedad informacional.

Las infraclases hacen referencia a nuevas formas de desigualdad social. Pertenecer a ellas significa quedar fuera de las oportunidades que definen el éxito de acceder una ciudadanía plena. Las mismas se sitúan en la periferia del sistema económico, agotadas sus oportunidades de poder, de ingresos y nivel de vida. Despojadas de mecanismos de influencia social y con dificultades organizativas, las infraclases no pueden ser definidas como clase social en sentido estricto.


Manuel Castells: La desvinculación étnica: raza, clase e identidad en la sociedad red

Castells trabaja con conceptos imbricados en experiencias históricas. En su corpus, que constituye un recorrido por la identidad de los afroamericanos, el concepto “etnicidad”, por un lado, opera como esquema de diferenciación, es el sustento de   luchas sociales, pero también fundamento de la irracionalidad de la limpieza étnica en muchas sociedades.  Por otro lado, la raza que sigue siendo parte de una controversia política, junto a la etnia, son el eje del dinamismo en la sociedad norteamericana.  

A saber: en tanto la raza sigue señalando conductas opresivas y discriminatorias, la etnicidad pierde su singularidad para fundirse con esquemas más amplios de sentido como la religión, la nación y el género. La polarización en la comunidad afroamericana está marcada por los defensores de los derechos civiles de los años 60´s, que de la mano de programas de beneficencia posibilitaron el surgimiento de una clase media afroamericana educada. A pesar de este ascenso social, la década del 90 da cuenta de la formación de una “infraclase negra” que vive bajo la línea de pobreza en peores condiciones que en los años 60´s. 

Esta infraclase surgió tras el efecto de “una economía de la información desequilibrada, de la segregación espacial y de una política pública errada”. La sociedad de la información demanda conocimientos, educación y va desechando los trabajos manuales, generando la exclusión de los negros del mercado laboral. La clase media negra se desplaza del centro de las ciudades dejando a disposición nuevos pobres urbanos. La elite política negra recibe los votos de los pobres urbanos, en tanto otorgue programas sociales; la función de esta elite es mediar entre el mundo empresarial, la clase política y los pobres de los guetos. Por otro lado, el porcentaje de delitos de los afroamericanos es mucho mayor que el de los hombres blancos. Esta carrera del delito de los afroamericanos deja al descubierto otra realidad: la mujer como sostén económico, ama de casa y madre de familia, ante un padre ausente que habita las cárceles. Esta división en la estructura de clases genera una profunda transformación sobre la identidad afroamericana; los negros estadounidenses son tanto africanos como americanos, en el sentido de compartir fundamentalmente la huella de la esclavitud. 

Para superar esta tensión de una sociedad que enarbolaba los ideales de libertad y que se fundó en base a una economía esclavista, debió negar en principio “la humanidad de los negros”, porque a los no humanos se les podía negar la libertad, en una sociedad que predica “que todos los hombres nacen iguales”. El fundamento de la identidad de la cultura negra nació de esta tensión: “la de la invisibilización y su falta de nombre”, de este modo tuvo que superar su autodestrucción, y lo hizo con éxito.

La etnicidad pierde sentido a la hora de generar cambios en la sociedad red, porque sus lazos se desvanecen cuando se apartan de su contexto histórico, no edifica la reconstrucción de sentido “en un mundo de flujos y redes, de recombinación de imágenes y de reasignación de significado.”  Las etnicidades se reprocesan, según una nueva lógica de informalización/globalización de las culturas.

Texto de apoyo: las clases en neomarxismos y posmarxismos


Texto de Apoyo: Neomarxistas, posmarxistas y otros…

Daniel Contartese

John Holloway es uno de los fundadores de la corriente que se conoce como Marxismo Abierto, ésta no es una escuela científica o filosófica en los términos académicos tradicionales. Se opone al marxismo soviético, que convirtió al marxismo en una teoría de Estado, como también al marxismo estructuralista (apologético de la realidad existente). Para esta corriente lo importante no es lo científico, sino la crítica. La crítica ad hominen, es decir dar una base humana al contenido de la crítica. Y para eso es necesario “dudar de todo”, hasta del propio Marx, ya que también era humano, Por ello se abocan a leer nuevamente sus textos y, a dudar de ellos. Y la duda tiene un contenido explosivo. Solamente los que dudan de la apariencia del mundo pueden llegar a conocer realmente el mundo[1].

Para JH el capital es una relación social y, por lo tanto, también la clase lo es. Por ello es tan importante indagar la distinción entre fetichismo y fetichización, ya que esa diferencia permite tener una visión del mundo en términos de dominación o en términos de lucha. Si el fetichismo es un hecho establecido con el nacimiento del capitalismo y continuará existiendo hasta que éste sea destruido, las categorías del marxismo deben ser entendidas como categorías cerradas, categorías que establecen el funcionamiento de un modo de dominación. En cambio, si el fetichismo es visto como un proceso de fetichización, es decir, que las relaciones sociales están y no están fetichizadas, su producción y reproducción es un proceso antagónico en el cual la fetichización de dichas relaciones, se opone siempre a tendencias fetichizantes. En este caso, la dominación capitalista es la lucha por fetichizar, por lo tanto fetichización y lucha no pueden ser separadas.

Esto es central para el concepto de clase, ya que la mayoría de las miradas sobre la clase se basan en el presupuesto de que las formas fetichizadas están preconstituidas. La relación entre capital y trabajo se toma como si fuera una relación de subordinación. Por ello, la lucha de clases implica, definir primero a la clase trabajadora y luego ver si lucha y cómo lo hace. En este enfoque la clase obrera, es definida de esta manera por estar subordinada al capital y una vez definida puede ser identificada como un grupo particular de personas, factible de ser tomada como objeto de estudio.
Para JH de aquí surgen una serie de problemas: hay una cuestión de pertenencia ¿pertenecemos los docentes a la clase trabajadora? ¿pertenecen a ella los movimientos sociales? ¿las feministas, son parte de la clase trabajadora?. El segundo problema, es la propia definición de las luchas, ya que de la clasificación de los grupos que integren la clase se derivará la caracterización de sus luchas: la definición de clase especificará el antagonismo que el que define percibe o acepta como válido. Al definir la clase trabajadora, se la constituye en un “ellos”.

En cambio, si se asume que la fetichización es un proceso, cambia nuestra visión de la clase. Desde este punto de vista, el capitalismo es la generación siempre renovada de la clase, la siempre renovada clasificación de las personas[2]. La existencia de las clases y su constitución no pueden estar separadas: decir que existen clases es decir que se encuentran en proceso de estar siendo constituidas.

La constitución de clase debe ser vista como la separación del sujeto del objeto. El capitalismo es la diaria repetición de la separación violenta del objeto respecto del sujeto, el diario arrebato del objeto de su creación, pero también de su acto de creación y de su creatividad, de su subjetividad, de su humanidad. Este arrebato, esta separación no es una característica específica del momento de la acumulación originaria, es el corazón mismo del capitalismo. Por lo tanto, la lucha de clases es la lucha por clasificar y contra ser clasificado, al mismo tiempo que, inseparablemente, la lucha entre clases constituidas. Es un incesante y diario antagonismo entre alienación y desalienación, entre definición y antidefinición, entre fetichización y desfetichización. No se lucha como clase trabajadora, se lucha en contra de ser clase trabajadora, en contra de ser clasificados. No habría nada positivo en ser miembros de esta clase, en ser ordenados, separados de nuestro producto y de nuestro proceso de producción, de ser separados de nuestra humanidad.

Cómo funciona el trabajo en la clasificación. El trabajo puede ser entendido como trabajo alienado (labour) o, de manera más amplia, como actividad voluntaria y creativa (work). El trabajo (alienado) es la producción de capital y la producción de capital es la producción de clases, la clasificación. La producción de capital es, además, producción de plusvalía, explotación. Si no hubiera explotación, no habría producción de clases. La explotación no es solo la explotación del trabajo, también es la transformación de la creatividad humana en trabajo, la simultánea de-subjetivación del sujeto, la deshumanización de la humanidad. Lo central entonces, no es el trabajo (alienado), es la creatividad, la cual existe incluso dentro y más allá del trabajo alienado. Comenzar desde el trabajo abstracto (como en los estudios sobre el trabajo o el debate sobre el trabajo) es encerrarse en un mundo fetichizado, donde cualquier proyección de un mundo alternativo aparece como pura fantasía.

JH señala que el capitalismo requiere una subordinación cada vez más completa de la humanidad, una clasificación cada vez más profunda de la existencia, es decir, si la explotación y la deshumanización que ésta implica no se intensifican constantemente, hay crisis. La crisis entonces es el resultado de la resistencia general al impulso del capital hacia una subordinación cada vez más profunda de la humanidad. Por ello, lo que existe como resistencia a este avance del capitalismo, no es nuestra existencia como clase trabajadora, sino nuestra lucha en contra de ser clase trabajadora.
Laclau tiene una mirada totalmente diferente. En primer lugar, para su enfoque teórico es central la noción de discurso, ya que todo sistema de significación sigue un modo discursivo. Para ello se debe tener en cuenta que entender un término significa entender la diferencia con otros términos. Es decir, la significación siempre va a estar ligada a la noción de diferencia. Asimismo, hace falta definir los límites, porque si no en un sistema demasiado grande, cada término no va a significar nada. La posibilidad de un sistema de significación depende de sus límites. Pero para definir un límite necesito saber qué es lo que está más allá del límite. Lo único diferente fuera del sistema es aquello que está excluido del mismo sistema.

Toda identidad es algo diferente pero también equivalencial. Son equivalentes en cuanto a su rechazo común a la identidad excluida. Por ejemplo, en el actual gobierno neoliberal, hay varios grupos diferentes que se encuentran excluidos de él: los trabajadores informales, los científicos, los docentes universitarios, los pequeños productores, los mapuches, los trabajadores, etc. Todos son diferentes, pero son equivalentes en cuanto a su hostilidad común con el gobierno macrista. Desde el punto de vista de cada uno, son diferentes, pero desde el punto de vista del régimen son equivalentes.

Si uno de estos elementos, sin dejar de ser un elemento en particular, asume la representación de la totalidad, es una relación hegemónica. Todas las demandas deben encontrar un denominador común, pasando a ser la demanda de algo más amplio, es decir, pasa a ser la demanda hegemónica. Esa demanda se transforma en el significante vacío. Un elemento tiene que deshacerse de las características específicas para representar la totalidad. El pueblo, según Laclau, se constituye cuando hay una cadena de equivalencias en las demandas. “El pueblo” no constituiría una expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales; es decir, el pueblo es una forma de constituir la unidad del grupo.

Existen dos tipo de oposiciones, la oposición real: A distinto a B (ej.: el choque de dos autos, cada una de los elementos tiene una entidad propia y diferente), la oposición lógica: A - no A (Ej.: esto es un lápiz, esto no es un lápiz). Laclau rechaza que las estructuras estén definidas por la oposición lógica. Entre el capital y trabajo existe antagonismo, pero hay que buscarlo en las construcciones discursivas. Las reacciones ante las adversidades pueden ser diferentes no dependen de las estructuras. Las clases existen, pero son sólo un discurso más, que no necesariamente es antagonista. El mero monopolio del discurso no genera de por sí el triunfo del antagonismo. El discurso no es autosuficiente. Todo discurso tiene un límite. Además hay hechos que ocurren que los discursos no logran verbalizar.

Laclau tiende a poner al discurso en el lugar que los marxistas ortodoxos le daban a la estructura. Pero los discursos que son verdaderamente importante son aquellos que cambian el discurso.
Para finalizar de definir el populismo se deben tomar en cuenta tres aspectos:
1.       Por “populismo” no es un tipo de movimiento sino una lógica política. La lógica social es entendida como un sistema de enunciaciones, de reglas donde algunos objetos son representables y otros son excluidos. Las lógicas políticas están relacionadas con la institución de lo social y éstas surgen de las demandas sociales y, por lo tanto, son inherentes a cualquier proceso de cambio social. Este cambio se produce mediante la articulación de la equivalencia y la diferencia y el momento equivalencial presupone un sujeto político global que reúne un conjunto de demandas sociales. Y esto a su vez implica la conformación de nuevas fronteras internas y la identificación de un “otro” institucionalizado.

2.   Si la construcción del pueblo es una construcción radical, la heterogeneidad de las demandas va a seguir existiendo. El momento de la unidad se dará en el nivel nominal y no en el conceptual y por ello los límites de las demandas que va a abarcar y las que va a excluir se van a desdibujar y van a dar lugar a un cuestionamiento permanente. Por ello, un discurso populista siempre va a ser impreciso y fluctuante. También hay que tener en cuenta la cuestión del afecto, éste significa una discontinuidad radical entre un objeto y otro.

3.    Sólo cuando una demanda particular no está satisfecha es que puede establecerse la solidaridad con otras demandas insatisfechas, es decir sin la presencia activa de lo particular no podría haber cadena equivalencial.

En su crítica a Laclau, Zizek lleva adelante una significativa defensa de un retorno a la politización de la economía, contra los teóricos que descartan su prioridad política proponiendo que no hay otra más importante o fundamental. Esto no supone una defensa del determinismo económico, ni una defensa dogmatica de la lucha de clases. De esta manera critica las posiciones teóricas de quienes se olvidan o dejan de lado la lucha anticapitalista y se contentan con una lucha reformista por ampliar derechos, radicalizar la democracia y corregir un poco la distribución del ingreso.

Por ello realiza una crítica al culturalismo. Todas las reivindicaciones que son, según Z culturales (feminismo, ecologismo, etc.) en última instancia lo que han hecho es naturalizar y consolidar el capital. Y esto es no ir a la raíz de los problemas de nuestra época.

Con respecto a la discusión con Laclau, habría que señalar que se oponen dos posiciones. Una que señala que es necesario partir de las diferentes luchas sociales, de la pluralidad de las luchas sociales, que sería el caso de Laclau. Es decir, las grietas del sistema se diseminan y generan un malestar difuso. En cambio Zizek dice que, más allá de esa pluralidad de descontentos, más allá de estos movimientos plurales y diversos, hay una fuerza prioritaria que sería la de la clase obrera. Se podría resumir de la siguiente forma: primacía, prioridad o privilegio de la clase trabajadora versus diferentes movimientos sociales y luchas dispersas y fragmentadas. La tesis de Zizek es que justamente por no dar el paso al concepto de clase, esas luchas terminan siendo inoperantes, funcionales al sistema. La lucha del ecologista que quiere tener manzanas ecológicas termina siendo funcional y estructural del sistema. La lucha feminista que reivindica una identidad femenina y que aísla ese movimiento en relación con otras luchas también se termina convirtiendo en una defensa progre de un feminismo elitista que deja de conectar con otras luchas. Y así sucesivamente.

Otra diferencia central entre ambos autores es entre la posición que parte de la pluralidad o que trata de construir la totalidad, la cartografía de totalidad, desde las diferentes luchas sociales y el planteamiento que ya de entrada se ubica dentro de una cartografía de la totalidad. La forma de entender la totalidad en un marco u otro. Para ello es importante recordar el concepto de hegemonía gramsciano, que implica la articulación de un bloque histórico entorno una clase dirigente y no la simple adición no diferenciada de la categoría de descontentos. La necesaria formulación de un proyecto político capaz de solucionar una crisis histórica de la nación y del conjunto de las relaciones sociales. La discrepancia entre Zizek y Laclau se debe al lugar protagónico o no de la clase. Si esas luchas sociales o esa articulación de las luchas sociales tienen que sintetizarse bajo el paraguas de la clase o si más bien hay que luchar y hay que hacer política desde la articulación de diferentes malestares o descontentos. Como vimos para Laclau la categoría de clase no es imprescindible, sino la multiplicación de las identidades representadas por los nuevos movimientos sociales e escribiéndolos en una cadena enumerativa, el proletariado pasaría a convertirse en un simple eslabón de la cadena y por lo tanto, perdería su papel protagónico. Señala que la aparición de los movimientos sociales han quebrado de manera irreversible el privilegio de la clase trabajadora para liderar el proceso. Zizek no entiende que haya que dar ese paso hegemónico, porque considera que tal paso le hace el caldo gordo al capitalismo. Piensa que abrir el espacio hegemónico, al estilo de Mouffe y Laclau, es erróneo porque ésta apertura nunca logra convertirse en una lucha realmente anticapitalista, y por tanto legitima y actúa como distracción a la espera de una política que se ocupe de lo realmente importante: la lucha de clases. Por esto dice Zizek: no acepto que los distintos elementos que se producen en la lucha por la hegemonía sean en principio equivalentes. Es decir, no acepto que la lucha GTBI, la lucha feminista sea comparable a la lucha de la clase trabajadora. Si se soluciona la lucha de la clase obrera se terminarán arreglando las luchas restantes. Siempre habrá un elemento, o una parte de la cadena, que la sobredetermine. Ésta contaminación del universal por el particular es más fuerte que la lucha por la hegemonía. Zizek señala que todos estos nuevos movimientos sociales y culturales, y todas sus reivindicaciones, al ser reivindicaciones de estilos de vida ya enmarcados por el sentido común del capitalismo, no ayudan a salir de él. No se puede promover ninguna articulación de malestares que pueda generar un cambio social, porque toda esa articulación, en tanto que cultural, no hace otra cosa que reforzar el sistema. Tal situación se produce porque el sentido común, el sentido ideológico, ya está determinado por el capitalismo.

Por su parte, Meiksins Wood realiza una crítica a lo que llama “nuevo socialismo verdadero” (NSV) representado por autores como Laclau y Mouffe, Hindess y Hirst y Stedman Jones que señalan que es la estructura discursiva del lenguaje político la que concibe y define el interés en primera instancia. Ellos afirman que los intereses materiales no existen de manera independiente, sino que se construyen a partir de la ideología y de la política, esto supone que los intereses materiales como tales no existen y tampoco existiría el concepto de clases. Pero MW señala que aún cuando no exista ningún tipo de ideología, programa o lenguaje político identificado con los intereses de los trabajadores, esto no cambia la naturaleza explotadora de la relación, ni tampoco cambia que sea mejor no ser explotado que serlo. Por ello, si los intereses materiales existen, queda el problema de cómo puede traducirse en términos políticos.

Según los pensadores del NSV históricamente ha habido una escasa conexión entre las condiciones materiales y las fuerzas políticas y si han existido ha sido de manera coyuntural. También dan a entender que no es necesaria la existencia de una conexión entre las condiciones materiales y las fuerzas políticas. Y además no parece haber objetivos políticos que exijan la movilización de fuerzas políticas basadas en clases sociales. Es decir, dado que las clases no tienen intereses y no son actores políticos, es posible elaborar una estrategia socialista sin hacer referencia a los intereses y a la lucha de clases. Si analizamos las luchas históricas de la clase obrera ¿hace falta aclarar que los trabajadores tienen un interés por no ser explotados? o ¿qué tal interés entra en conflicto con los intereses de los que lo explotan? La ausencia de discursos de clase explícitos no es la prueba de una ausencia de realidades clasistas y de los efectos que esto tiene en la formación de sus condiciones de vida.

Para MW la propuesta de no correspondencia entre la política y las condiciones económicas no logra desafiar el principio de que el camino para llegar al socialismo es la autoemancipación de la clase obrera por medio de la lucha de clases.


[1] Bonnet, Holloway y Tischler (comp.) (2005): Marxismo Abierto: Una visión europea y latinoamericana. Tomo I, Ediciones Herramienta, Buenos Aires.
[2] “El proceso capitalista de producción, considerado en su interdependencia o como proceso de reproducción, pues, no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el capitalista, por otro el asalariado”. Marx, K. El Capital, Vol.I Siglo XXI editores, México.

Texto de apoyo Unidad V- Aproximaciones al análisis de clase y los antagonismos en las sociedades latinoamericanas contemporáneas

 2 Links para la bibliografía Unidad 5   https://drive.google.com/drive/folders/1fFl4eZkp5OLyNMZZslu7sR1PMLY8p66z?usp=sharing https://drive....