Texto de Apoyo Unidad I (primera parte)
1era Clase. El nacimiento
teórico de la problemática antagonismo-clase social.
La primera Unidad del programa tiene 3 núcleos temáticos que
permiten organizar la lectura de los textos: el origen que liga el pensamiento
dialéctico con la emergencia de la sociedad moderna de clases; la especificidad
de la categoría clase respecto de otras formas de diferenciación y jerarquía
sociales; la naturaleza del objeto “clase” y sus particularidades distintivas
como fenómeno sociológico.
Cerca de la revolución: dialéctica y clases; Hegel y Marx
Aunque las nociones de antagonismo y clase están
inextricablemene ligadas a la tradición marxiana, una revisión más atenta de la
historia de las ideas nos conduce a las protoformas del pensamiento social crítico:
la dialéctica hegeliana como el módulo teórico que tiene su centro de gravedad
en el antagonismo y la negatividad. Si bien en la historia de la filosofía
occidental la contradicción ha sido motivo de reflexión desde sus mismos
inicios (Heráclito, Platón, Plotino, entre otros) el espíritu de la época la
entroniza como llave maestra de la razón recién con la Revolución Francesa y a
través de la dialéctica hegeliana. El motor de la negatividad como fuerza
histórica es fundante de la modernidad. Por primera vez la realidad del
presente, la objetividad dada, se ve desde lo que la niega. El mundo aparece en
su precariedad desnuda, el orden dado se muestra carcomido por su
insostenibilidad, la filosofía es una filosofía “del futuro” (Feuerbach) es la
filosofía que ve lo que es desde lo que aún no es[i].
Hay entonces una primera certeza: la realidad es
contradicción y solo se abre al pensamiento que sabe lidiar con ella y ese
pensamiento es la dialéctica. Los tumultos de masas, las guillotinas francesas
se convierten en dialéctica entre los intelectuales alemanes.
Así como el corset de los estamentos feudales, las
jerarquías esclerosadas, son removidas por la revolución y emerge una sociedad
que se produce a sí misma sin ningún fundamento suprasocial (Dios, Tradición,
Linaje), el corset del pensar lógico metafísico es removido del pensamiento y
emerge una filosofía donde no hay puntos de partida solo la negatividad llevada
a sus últimas consecuencias. La sociedad que se produce a si misma a través del
antagonismo es una sociedad de clases. El pensamiento que solo acepta la
negatividad es la dialéctica. La experiencia de la relatividad de las
posiciones jerárquicas (clase) y la libre autodeterminación de las reglas
(democracia) son la tierra fértil para el cultivo del pensamiento sobre el
poder de la negatividad.
En Gomez (2019) se puede ver una reconstrucción de la
relación estrecha de la dialéctica con la modernidad. Clase y antagonismo
parecen haber llegado juntos. El antagonismo de las clases es la forma de
entender la autoproducción del orden social tanto como partir de la
contradicción y la negación es la forma de entender la autoproducción del
pensamiento.
Pero Hegel intentó hiperevolucionar el pensamiento solo para
relegitimar el statu quo del antiguo
régimen.
Sería el joven Marx
quien tirándole ácido a las elucubraciones repugnantemente inconsecuentes de
Hegel, llevaría la dialéctica a
completar el proceso de modernizar el pensamiento social.
Pero aquí hay otra certeza: en la obra de Marx los conceptos de contradicción y antagonismo
aparecen como objeto de reflexión antes que clase y modo de producción.
El ajuste de cuentas con la dialéctica hegeliana precede por
algo más de un año a la primera mención de Marx al proletariado como clase
(1844), luego de tomar contacto con el movimiento obrero socialista francés. El
tratamiento del antagonismo es previo al de clase. La secuencia cronológica del
problema teórico es: revolución francesa, idealismo alemán/dialéctica crítica,
organización proletariado francés,
concepto de clases y modos de producción.
El texto obligatorio de Gomez (2019) resume y polemiza sobre
los orígenes y la especificidad de la crítica marxiana a la dialéctica
hegeliana. Allí es preciso detenerse en el también obligatorio fragmento de
Marx llamado “excurso sobre la dialéctica”. En ese fragmento el casi imberbe
Marx propone las diferencias fundamentales que deslindan su dialéctica como
instrumento teórico respecto de la de Hegel. Aunque a lo largo de su biografía
intelectual este tema tendría una trayectoria sinuosa y cambiante, considero
que es un texto muy importante para nuestros propósitos teóricos y para
interpretar la trayectoria del pensar del propio Marx y del marxismo en general respecto del análisis del
antagonismo. Nociones como contrariedad y contradicción; oposición lógica y
oposición real; oposición a nivel de existencia diferenciada y oposición a
nivel de esencia genérica, si bien son
formulaciones típicamente filosóficas, constituyen esquemas que se trasponen a
la teoría social y permiten aclarar un conjunto de ejes de debate históricos en
nuestro campo disciplinar. Sobre todo teniendo en cuenta a mi juicio que los
pocos que trabajaron sobre este texto tanto dentro como fuera del marxismo
(Colletti, Laclau, y Dotti) lo han hecho de maneras completamente equivocadas.
Este excurso muy poco conocido y poco citado en la Crítica
de la Filosofía del Estado de Hegel (pp. 110-112) y la mas conocida crítica a
la dialéctica hegeliana en el final del
3er. Manuscrito de los Manuscritos de París (pp. 410-432) son textos tempranos
que permiten aclarar de manera directa la especificidad de la dialéctica
marxiana frente a Hegel pero también de manera indirecta frente a las críticas
tradicionales a la dialéctica.
La tesis del excurso podríamos resumirla así: todo elemento
está sometido a una doble negación, por un lado, el extremo opuesto de su
existencia diferenciada, del cual se alimenta; y, por otro, un principio que se
le opone esencialmente, le carcome sus condiciones de posibilidad y amenaza
hacerlo imposible. Esta lógica tiene un corolario político bien claro: para
confrontar algo no hay que refugiarse en el polo opuesto, sino auscultar en la
dinámica de lo real qué nuevo principio hace imposible lo que sostiene los dos
polos.
Otro de los ejes de reflexión sobre la forma naciente del
pensar el antagonismo viene de la pregunta por el locus, el dónde anida la raíz
del antagonismo, dónde hay que buscarlo. Respecto a esto, ya tempranamente en
el “Manifiesto” aparece una dualidad irresuelta: ¿la historia es la de los
modos de producción impelidos por la dialéctica de las fuerzas productivas y
las relaciones de producción o es la historia de la lucha de clases impelidas
por el antagonismo entre los hombres? La querella de la sociología académica
contemporánea entre agencia y estructura, tiene remotos orígenes.
La trayectoria del pensamiento de Marx es sumamente
escurridiza. Cuando aparece por primera vez la mención a la clase del
proletariado en la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, asume la
figura de clase-universal en su negatividad con un horizonte de redención
histórica. El proletariado aparece aquí como el mesías portador de modernidad,
como principio genérico antagónico a la “vieja” sociedad en decadencia que
tiene por destino sucumbir ante su lucha. En los Manuscritos de París apenas
meses después el “trabajo” aparece como extremo opuesto a la propiedad privada
industrial dentro del principio genérico de la sociedad burguesa. Entre este
texto y los MEFP se opera un cambio importante: la clase pasa de ser analizada como
contradicción a nivel de esencias a contradicción inmanente a nivel de
existencia diferenciada del capitalismo industrial. Posteriormente en la
maduración progresiva de su analítica del Capital la lucha de clases tiende a
ser vista como la especificación a nivel de existencia diferenciada del principio, la “lógica”, autocontradictoria de acumulación de valor.
¿Cuál es el domicilio principal del antagonismo? ¿dónde
reside la negatividad? La dialéctica
queda seducida por la indetenible acumulación de capital y la teoría pasa del
trabajo enajenado a la del valor y la fuerza de trabajo como mercancía. Las
clases se convierten en “personificaciones” del Capital y del Trabajo que a su
vez se vuelve “capital variable”.
En su obra cumbre la reivindicación enfática del “viejo
Hegel” y la dialéctica hace las cosas muy claras: método dialéctico y
acumulación de Capital ... “las clases te las debo”, diría Mauricio. Y esto no
es chiste: dejó inconcluso luego de media página el Cap. LII sobre las Clases y
Engels sorpresivamente no se animó o no intentó completar al menos alguno de sus
puntos suspensivos.
A lo largo de la conformación de la sociología occidental
esta antinomia sobrevive hasta nuestros días: estructuralismo (Althusser)/culturalismo
(Thompson); subjetividad (Escuela de Frankfurt)/ racionalidad (marxismo
analítico); política (Gramsci)/economía (Kautsky); lucha de clases
(operaismo)/acumulación (escuela lógica del Capital).
La sociología académica ha optado por desdialectizar todo y
optar por un ensamblado “constructivista” tipo catch all: la teoría de la estructuración de Giddens, de la integración
social y la integración sistémica de Habermas, del campo de Bourdieu, intentan
evadir la antinomia por el expediente de conciliarla. Las clases se ven como
una construcción de ensamblado secuencial de dimensiones: estructura - formación de colectivos - conciencia e
identidad – lucha y conflicto. Se abusa de un “relacionalismo” metodológico en
qué todo está ligado a todo, pero con ello se logra más eficiencia para
describir y para explicar la estabilidad y la conservación pero mucho menos
para entender el cambio y la disrupción.
Finalmente las corrientes posmodernas y posclasistas
provenientes del posestructuralismo (Laclau, Derrida, Butler) renuncian a
teorizar sobre lo real y se focalizan en las representaciones y el discurso.
Todo es antagonismo pero disuelto en una contingencia que repele toda idea de
necesidad histórica. Nada es punto de apoyo ni de partida, el antagonismo no
tiene un locus privilegiado. El posmodernismo ayudó a politizar la vida privada
(la hizo mucho más transparente a los múltiples antagonismos que la atraviesan)
pero a costa de despolitizar el capital y de orientarnos acerca de dónde y cómo
podríamos cambiar el orden social.
En definitiva, lo que vemos en los fundadores del marxismo es
que la problemática de las clases tuvo un notable peso en el análisis histórico
de coyunturas pero una sistemática subteorización. Posteriormente tanto la dialéctica como las
clases fueron en buena medida abandonadas o menospreciadas de diversas formas
por las corrientes del marxismo occidental que se lanzaron a la búsqueda de
otras paternidades teóricas y filosóficas.
¿hay un locus de negatividad radical desde donde entender lo
real histórico y actuar? ¿estamos condenados a articular negatividades de
manera contingente? ¿qué aporta el pensamiento latinoamericano? Para contestar
tenemos varias clases y cientos de páginas por delante ¿no?... virus mediante
claro.
[i] La
lógica formal, el código de las leyes del pensar correcto, es un requisito de
rigor pero no sirve más que para posibilitar la comunicación con reglas
operativas comunes (“todos debemos razonar correctamente”), y no nos acerca ni
un poquito hacia lo real: si la realidad es contradictoria el pensamiento que
pretenda captarla deberá ser consistentemente… contradictorio!!!. La dialéctica
y el imperio del principio de contradicción que supone no descarta la lógica
formal sino solo la circunscribe a un papel puramente instrumental y limitado.