Texto de Apoyo: Neomarxistas,
posmarxistas y otros…
John Holloway es uno de los fundadores de la corriente que se conoce como
Marxismo Abierto, ésta no es una escuela científica o filosófica en los términos académicos
tradicionales. Se opone al marxismo
soviético, que convirtió al marxismo en una teoría de Estado, como también al
marxismo estructuralista (apologético de la realidad existente). Para esta
corriente lo importante no es lo científico, sino la crítica. La crítica ad
hominen, es decir dar una base humana al contenido de la crítica. Y para
eso es necesario “dudar de todo”, hasta del propio Marx, ya que también era
humano. Por ello se abocan a leer nuevamente sus textos y, a dudar de ellos. Y
la duda tiene un contenido explosivo. Solamente los que dudan de la apariencia
del mundo pueden llegar a conocer realmente el mundo[1].
Para JH el capital es una relación social y, por lo tanto, también la clase
lo es. Por ello es tan importante
indagar la distinción entre fetichismo y fetichización, ya que esa diferencia
permite tener una visión del mundo en términos de dominación o en términos de lucha. Si el fetichismo es un hecho establecido con
el nacimiento del capitalismo y continuarán existiendo hasta que éste sea
destruido, las categorías del marxismo son entendidas como categorías cerradas,
categorías que establecen el funcionamiento de un modo de dominación. En
cambio, si el fetichismo es visto como un proceso de fetichización, es decir,
que las relaciones sociales están y no están fetichizadas, su producción y
reproducción es un proceso antagónico en el cual la fetichización de dichas
relaciones, se opone siempre a tendencias fetichizantes. En este caso, la
dominación capitalista es la lucha por fetichizar, por lo tanto fetichización y
lucha no pueden ser separadas.
Esto es central para el concepto de clase, ya que la mayoría de las miradas
sobre la clase se basan en el presupuesto de que las formas fetichizadas están
preconstituidas. La relación entre capital y trabajo se toma como si fuera una
relación de subordinación. Por ello, la lucha de clases implica, definir
primero a la clase trabajadora y luego ver si lucha y cómo lo hace. En este
enfoque la clase obrera, es definida de esta manera por estar subordinada al
capital y una vez definida puede ser identificada como un grupo particular de
personas, factible de ser tomada como objeto de estudio.
Para JH de aquí surgen una serie de problemas: hay una cuestión de
pertenencia ¿pertenecemos los docentes a la clase trabajadora? ¿pertenecen a
ella los movimientos sociales? ¿las feministas, son parte de la clase trabajadora?.
El segundo problema, es la propia definición de las luchas, ya que de la
clasificación de los grupos que integren la clase se derivará la
caracterización de sus luchas: la definición de clase especificará el
antagonismo que el que define percibe o acepta como válido. Al definir la clase
trabajadora, se la constituye en un “ellos”.
En cambio, si se asume que la fetichización es un proceso, cambia nuestra
visión de la clase. Desde este punto de vista, el capitalismo es la generación
siempre renovada de la clase, la siempre renovada clasificación de las personas[2].
La existencia de las clases y su constitución no pueden estar separadas: decir que existen clases es decir que se
encuentran en proceso de estar siendo constituidas.
La constitución de clase debe ser vista como la separación del sujeto del
objeto. El capitalismo es la diaria repetición de la separación violenta del
objeto respecto del sujeto, el diario arrebato del objeto de su creación, pero
también de su acto de creación y de su creatividad, de su subjetividad, de su
humanidad. Este arrebato, esta separación no es una característica específica
del momento de la acumulación originaria,
es el corazón mismo del capitalismo. Por lo tanto, la lucha de clases es la
lucha por clasificar y contra ser clasificado, al mismo tiempo que,
inseparablemente, la lucha entre clases constituidas. Es un incesante y diario
antagonismo entre alienación y desalienación, entre definición y
antidefinición, entre fetichización y desfetichización. No se lucha como clase
trabajadora, se lucha en contra de ser clase trabajadora, en contra de ser
clasificados. No habría nada positivo en ser miembros de esta clase, en ser
ordenados, separados de nuestro producto y de nuestro proceso de producción, de
ser separados de nuestra humanidad.
Cómo funciona el trabajo en la clasificación. El trabajo puede ser
entendido como trabajo alienado (labour) o, de manera más amplia, como
actividad voluntaria y creativa (work). El trabajo (alienado) es la producción
de capital y la producción de capital es la producción de clases, la
clasificación. La producción de capital es, además, producción de plusvalía,
explotación. Si no hubiera explotación, no habría producción de clases. La
explotación no es solo la explotación del trabajo, también es la transformación
de la creatividad humana en trabajo, la
simultánea de-subjetivación del sujeto, la deshumanización de la humanidad. Lo
central entonces, no es el trabajo (alienado), es la creatividad, la cual
existe incluso dentro y más allá del trabajo alienado. Comenzar desde el
trabajo (como en los estudios sobre el trabajo o el debate sobre el trabajo) es
encerrarse en un mundo fetichizado, donde cualquier proyección de un mundo
alternativo aparece como pura fantasía.
JH señala que el capitalismo requiere una subordinación cada vez más
completa de la humanidad, una clasificación cada vez más profunda de la
existencia, es decir, si la explotación y la deshumanización que ésta implica
no se intensifican constantemente, ha crisis. La crisis entonces es el
resultado de la resistencia general al impulso del capital hacia una
subordinación cada vez más profunda de la humanidad. Por ello, lo que existe
como resistencia a este avance del capitalismo, no es nuestra existencia como
clase trabajadora, sino nuestra lucha en contra de ser clase trabajadora.
Laclau tiene una mirada totalmente diferente. En primer lugar, para su
enfoque teórico es central la noción de discurso, ya que todo sistema de
significación sigue un modo discursivo. Para ello se debe tener en cuenta que
entender un término significa entender la diferencia con otros términos. Es
decir, la significación siempre va a estar ligada a la noción de
diferencia. Asimismo, hace falta definir
los límites, porque si no en un sistema demasiado grande, cada término no va a
significar nada. La posibilidad de un
sistema de significación depende de sus límites. Pero para definir un límite
necesito saber qué es lo que está más allá del límite. Lo único diferente fuera
del sistema es aquello que está excluido del mismo sistema.
Toda identidad es algo diferente pero también equivalencial. Son
equivalentes en cuanto a su rechazo común a la identidad excluida. Por ejemplo,
en el actual gobierno neoliberal, hay varios grupos diferentes que se
encuentran excluidos de él: los trabajadores informales, los científicos, los
docentes universitarios, los pequeños productores, los mapuches, los
trabajadores, etc. Todos son diferentes, pero son equivalentes en cuanto a su
hostilidad común con el gobierno macrista. Desde el punto de vista de cada uno,
son diferentes, pero desde el punto de vista del régimen son equivalentes.
Si uno de estos elementos, sin dejar de ser un elemento en particular,
asume la representación de la totalidad, es una relación hegemónica. Todas las demandas deben encontrar un
denominador común, pasando a ser la demanda de algo más amplio, es decir, pasa
a ser la demanda hegemónica. Esa demanda
se transforma en el significante vacío. Un elemento tiene que deshacerse de las
características específicas para representar la totalidad. El pueblo, según
Laclau, se constituye cuando hay una cadena de equivalencias en las demandas. “El
pueblo” no constituiría una expresión ideológica, sino una relación real entre
agentes sociales; es decir, el pueblo es una forma de constituir la unidad del
grupo.
Existen dos tipo de oposiciones, la oposición real: A distinto a B (ej.: el
choque de dos autos, cada una de los elementos tiene una entidad propia y
diferente), la oposición lógica: A - no A (Ej.: esto es un lápiz, esto no es un
lápiz). Laclau rechaza que las estructuras estén definidas por la oposición
lógica. Entre el capital y trabajo existe antagonismo, pero hay que buscarlo en
las construcciones discursivas. Las reacciones ante las adversidades pueden ser
diferentes no dependen de las estructuras. Las clases existen, pero son sólo un
discurso más, que no necesariamente es antagonista. El mero monopolio del discurso
no genera de por sí el triunfo del antagonismo. El discurso no es
autosuficiente. Todo discurso tiene un límite. Además hay hechos que ocurren
que los discursos no logran verbalizar.
Laclau tiende a poner al discurso en el lugar que los marxistas ortodoxos
le daban a la estructura. Pero los discursos que son verdaderamente importante
son aquellos que cambian el discurso.
Para finalizar de definir el populismo se deben tomar en cuenta tres
aspectos:
1.
Por
“populismo” no es un tipo de movimiento sino una lógica política. La lógica
social es entendida como un sistema de enunciaciones, de reglas donde algunos
objetos son representables y otros son excluidos. Las lógicas políticas están
relacionadas con la institución de lo social y éstas surgen de las demandas
sociales y, por lo tanto, son inherentes a cualquier proceso de cambio social.
Este cambio se produce mediante la articulación de la equivalencia y la
diferencia y el momento equivalencial presupone un sujeto político global que
reúne un conjunto de demandas sociales. Y esto a su vez implica la conformación
de nuevas fronteras internas y la identificación de un “otro”
institucionalizado.
2.
Si la
construcción del pueblo es una construcción radical, la heterogeneidad de las
demandas va a seguir existiendo. El momento de la unidad se dará en el nivel
nominal y no en el conceptual y por ello los límites de las demandas que va a
abarcar y las que va a excluir se van a desdibujar y van a dar lugar a un
cuestionamiento permanente. Por ello, un discurso populista siempre va a ser
impreciso y fluctuante. También hay que tener en cuenta la cuestión del afecto,
éste significa una discontinuidad radical entre un objeto y otro.
3.
Sólo cuando
una demanda particular no está satisfecha es que puede establecerse la
solidaridad con otras demandas insatisfechas, es decir sin la presencia activa
de lo particular no podría haber cadena equivalencial.
En su crítica a Laclau, Zizek lleva adelante una significativa defensa de
un retorno a la politización de la
economía, contra los teóricos que descartan su prioridad política proponiendo
que no hay otra más importante o fundamental. Esto no supone una defensa del
determinismo económico, ni una defensa dogmatica de la lucha de clases. De esta
manera critica las posiciones teóricas de quienes se olvidan o dejan de lado la
lucha anticapitalista y se contentan con una lucha reformista por ampliar
derechos, radicalizar la democracia y corregir un poco la distribución del
ingreso.
Por ello realiza una crítica al culturalismo. Todas las reivindicaciones
que son, según Z culturales (feminismo, ecologismo, etc.) en última instancia
lo que han hecho es naturalizar y consolidar el capital. Y esto es no ir a la
raíz de los problemas de nuestra época.
Con respecto a la discusión con Laclau, habría que señalar que se oponen
dos posiciones. Una que señala que es necesario partir de las diferentes luchas
sociales, de la pluralidad de las luchas sociales, que sería el caso de Laclau.
Es decir, las grietas del sistema se diseminan y generan un malestar difuso. En
cambio Zizek que, más allá de esa pluralidad de descontentos, más allá de estos
movimientos plurales y diversos, hay una fuerza prioritaria que sería la de la
clase obrera. Se podría resumir de la siguiente forma: primacía, prioridad o
privilegio de la clase trabajadora versus diferentes movimientos sociales y
luchas dispersas y fragmentadas. La tesis de Zizek es que justamente por no dar
el paso al concepto de clase, esas luchas terminan siendo inoperantes,
funcionales al sistema. La lucha del ecologista que quiere tener manzanas
ecológicas termina siendo funcional y estructural del sistema. La lucha
feminista que reivindica una identidad femenina y que aísla ese movimiento en
relación con otras luchas también se termina convirtiendo en una defensa progre
de un feminismo elitista que deja de conectar con otras luchas. Y así
sucesivamente.
Otra diferencia central entre ambos autores es entre la posición que parte
de la pluralidad o que trata de construir la totalidad, la cartografía de
totalidad, desde las diferentes luchas sociales y el planteamiento que ya de
entrada se ubica dentro de una cartografía de la totalidad. La forma de
entender la totalidad en un marco u otro. Para ello es importante recordar el
concepto de hegemonía gramsciano, que implica la articulación de un bloque
histórico entorno una clase dirigente y no la simple adición no diferenciada de
la categoría de descontentos. La necesaria formulación de un proyecto político
capaz de solucionar una crisis histórica de la nación y del conjunto de las
relaciones sociales. La distinción La discrepancia entre Zizek y Laclau se debe
al lugar protagónico o no de la clase. Si esas luchas sociales o esa articulación
de las luchas sociales tienen que sintetizarse bajo el paraguas de la clase o
si más bien hay que luchar y hay que hacer política desde la articulación de
diferentes malestares o descontentos. Como vimos para Laclau la categoría de
clase no es imprescindible, sino la multiplicación de las identidades
representadas por los nuevos movimientos sociales e escribiéndolos en una
cadena enumerativa, el proletariado pasaría a convertirse en un simple eslabón
de la cadena y por lo tanto, perdería su papel protagónico. Señala que la
aparición de los movimientos sociales han quebrado de manera irreversible el
privilegio de la clase trabajadora para liderar el proceso. Zizek no entiende
que haya que dar ese paso hegemónico, porque considera que tal paso le hace el
caldo gordo al capitalismo. Piensa que abrir el espacio hegemónico, al estilo
de Mouffe y Laclau, es erróneo porque ésta apertura nunca logra convertirse en
una lucha realmente anticapitalista, y por tanto legitima y actúa como
distracción a la espera de una política que se ocupe de lo realmente
importante: la lucha de clases. Por esto dice Zizek: no acepto que los
distintos elementos que se producen en la lucha por la hegemonía sean en
principio equivalentes. Es decir, no acepto que la lucha GTBI, la lucha
feminista sea comparable a la lucha de la clase trabajadora. Si se soluciona la
lucha de la clase obrera se terminarán arreglando las luchas restantes. Siempre
habrá un elemento, o una parte de la cadena, que la sobredetermine. Ésta
contaminación del universal por el particular es más fuerte que la lucha por la
hegemonía. Zizek señala que todos estos nuevos movimientos sociales y
culturales, y todas sus reivindicaciones, al ser reivindicaciones de estilos de
vida ya enmarcados por el sentido común del capitalismo, no ayudan a salir de
él. No se puede promover ninguna
articulación de malestares que pueda generar un cambio social, porque toda esa
articulación, en tanto que cultural, no hace otra cosa que reforzar el sistema.
Tal situación se produce porque el sentido común, el sentido ideológico, ya
está determinado por el capitalismo.
Por su parte, Meiksins Wood realiza una crítica a lo que llama “nuevo socialismo
verdadero” (NSV) representado por autores como Laclau y Mouffe, Hindess y Hirst y Stedman Jones que señalan
que es la estructura discursiva del lenguaje político la que concibe y define
el interés en primera instancia. Ellos afirman que los intereses materiales no
existen de manera independiente, sino que se construyen a partir de la
ideología y de la política, esto supone que los intereses materiales como tales
no existen y tampoco existiría el concepto de clases. Pero MW señala que aún
cuando no exista ningún tipo de ideología, programa o lenguaje político
identificado con los intereses de los trabajadores, esto no cambia la
naturaleza explotadora de la relación, ni tampoco cambia que sea mejor no ser
explotado que serlo. Por ello, si los intereses materiales existen, queda el
problema de cómo puede traducirse en términos políticos.
Según los pensadores del NSV históricamente ha habido una escasa conexión
entre las condiciones materiales y las fuerzas políticas y si han existido ha
sido de manera coyuntural. También dan a entender que no es necesaria la
existencia de una conexión entre las condiciones materiales y las fuerzas
políticas. Y además no parece haber objetivos políticos que exijan la
movilización de fuerzas políticas basadas en clases sociales. Es decir, dado
que las clases no tienen intereses y no son actores políticos, es posible
elaborar una estrategia socialista sin hacer referencia a los intereses y a la
lucha de clases. Si analizamos las luchas históricas de la clase obrera ¿hace
falta aclarar que los trabajadores tienen un interés por no ser explotados? o
¿qué tal interés entra en conflicto con los intereses de los que lo explotan?
La ausencia de discursos de clase explícitos no es la prueba de una ausencia de
realidades clasistas y de los efectos que esto tiene en la formación de sus
condiciones de vida.
Para MW la propuesta de no correspondencia entre la política y las
condiciones económicas no logra desafiar el principio de que el camino para
llegar al socialismo es la autoemancipación de la clase obrera por medio de la
lucha de clases.
[1] Bonnet, Holloway y Tischler (comp.) (2005):
Marxismo Abierto: Una visión europea y latinoamericana. Tomo I, Ediciones
Herramienta, Buenos Aires.
[2] “El proceso capitalista
de producción, considerado en su interdependencia o como proceso de
reproducción, pues, no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino
que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el
capitalista, por otro el asalariado”. Marx, K.
El Capital, Vol.I Siglo XXI editores, México.